SALVADOR SOSTRES
No me parece ni bien ni mal que un alcalde hable de los morritos de Leire Pajín. No me parece bien porque fue todo muy tosco y poco elaborado y no me parece mal porque, en democracia, la libertad de expresión prevalece ante el totalitarismo feminista que considera machismo y violencia doméstica cualquier alusión no elogiosa a una mujer.
Lo verdaderamente terrible es que el debate público español esté secuestrado por cuatro histéricas que basan su discurso -y su estrategia- en presentar al hombre como a un asesino en potencia y a las mujeres como víctimas de todo. Del mismo modo que se puede hacer broma, y no pasa nada, con la barriga cervecera de algunos hombres, con nuestra calvicie y con lo que llegamos a roncar cuando hemos bebido; con nuestras promesas precoitales y esa facilidad con la que lo olvidamos todo al desparramarnos; del mismo modo que este tipo de humor existe, y nadie pone el grito en el cielo, no veo por qué motivo se tiene que crucificar a don Antonio Burgos por haber dicho que Pajín tiene cara de actriz porno o hay que llegar al extremo de prohibirle al alcalde de Valladolid que vuelva a presentarse por lo de los morritos.
El ecologismo y el feminismo son los dogmas a los que recurrió la izquierda para continuar ejerciendo su totalitarismo después de desahuciado el comunismo. El cambio climático es una superstición y el feminismo es igual de absurdo que el machismo. Muchas veces me pregunto, en la misma línea, por qué motivo a cualquiera se le acusa de ser de extrema derecha y a nadie de ser de extrema izquierda, cuando es evidente que en el abanico parlamentario español la extrema derecha no existe y que en cambio ningún socialista se ha disculpado por haber sido comunista, o por serlo todavía.
El feminismo no puede ser una obligación ni el machismo es un delito. Las bromas sobre chicas y chicos son la sal de la vida; el costumbrismo ha dado una muy estupenda literatura y nada hay tan agradable como acudir a un debate y encontrarte de compañero tertuliano a Alfonso Ussía. La rivalidad entre hombres y mujeres es la misma que entre el Barça y el Madrid -sienten que no se soportan pero saben que se necesitan- y si el feminismo persiste en la falacia de intentar explicar su fracaso a través de una supuesta opresión masculina, va a perecer en el intento. La culpa nunca es de los otros, querida.
Es un mito y una excusa que los hombres nos hayamos impuesto por la fuerza. La fuerza dejó de ser un argumento cuando abandonamos la cueva y si desde entonces hemos ganado es porque hemos sido mejores: más listos y más inteligentes, más generosos, más valientes y hemos estado dispuestos a competir hasta las últimas consecuencias. Por el mismo motivo, si las mujeres han fracasado y viven hoy en una situación que a muchas parece disgustarles es porque no han sabido hacerlo mejor; porque no han sido tan inteligentes -que no forzudas- como nosotros para imponer su modelo de sociedad, ni han tenido tal modelo y todo era quejarse siempre y odiarnos, afirmándose en la querella y nunca en ninguna idea positiva.
Uno tiene cara de esto y otra morritos de lo otro. Bienvenidas a la prensa libre. Las metáforas sólo dan miedo a las tiranías.
2 comentarios:
Que verguenza... así esta el mundo con estos personajes por medio...
Este tío es imbécil. Pero eso no es nada nuevo.
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