viernes, 5 de noviembre de 2010

¿A qué le teme Bauzá?

Antonio Alemany

MI IMPRESIÓN es que José Ramón Bauzá está haciendo muy bien la tarea de permeabilizarlas estructuras del PP, practicando,a falta de una mejor cultura democrática interna de los partidos, eso que Pareto
llamaba «circulación de las élites». No lo está haciendo tan bien, a mi juicio, con su proyección personal que parece reiterar, con una fatalidad, por lo visto, irremediable, la ambigüedad que tradicionalmente ha caracterizado al PP de Cañellas, al PP de Matas y al PP de Estaràs. Y es que esta ambigüedad, en definitiva, lo que revela es una falta de convicciones y un permanente mirar al adversario que, por un extraño complejo de inferioridad, es convertido en juez dispensador de bulas de excelencias políticas y democráticas. El
problema es que no estamos para ambigüedades e indefiniciones: lo que el ciudadano reclama son certezasy seguridades.
Veamos algunos ejemplos de cómo se desaprovechan las oportunidades para ransmitir estas certezas y seguridades. El Tribunal Superior de Justicia acaba de sentenciar que, de acuerdo con la ley de Normalización Lingüística, el conocimiento del catalán es un «requisito» y no un «mérito» para acceder a la administración autonómica. Bauzá podría haber aprovechado la ocasión para enmendar la penosa impresión
que causó cuando, tras el acoso de las furias histéricas, rectificó su propósito de derogar la Ley de Normalización Lingüística, advirtiendo que esta sentencia era la mejor prueba de que, por lo menos, había que reformar una ley que cerraba, a más de la mitad de baleares, el acceso a la Administración al exigirles el conocimiento del catalán.
Otro ejemplo. Dos indocumentados como Pastor y Font, jaleados por idénticos indocumentados mediáticos, han puesto el grito en el cielo ante la deriva «españolista» del PP balear frente al sano «regionalismo», una de las máximas idioteces conceptuales que se han oído en lo que llevamos de autonomía.
A Bauzá, y también a María Salom, les faltó tiempo para proclamar que ellos no eran «españolistas». De entrada, mala táctica en términos dialécticos: nunca hay que aceptar el terreno que le marca el adversario. Los términos del debate los fija uno, no los otros y si no se entiende esto, la batalla dialéctica está perdida. Pero, en segundo lugar, tanto Bauzá como Salom perdieron la oportunidad de oro para transmitir una imagen de solvencia y de coherencia ideológica, afirmando que, por supuesto, eran «españolistas» como corresponde a un partido que se quiere español y que, como tal, es profundamente autonomista como es lógico en una formación respetuosa con la Constitución que venturosamente rige en nuestro país. Y podrían haber añadido, puestos a ser agresivos con Font, con Pastor y con los palmeros mediáticos, que sólo el fascismo catalanista incompatibiliza lo español y lo autonómico, lo nacional y lo balear.
Los «neorregionalistas», impregnados del catalanismo feroz, advirtieron que qué era esto de que los padres tenían el derecho a escoger la lengua vehicular de la enseñanza para sus hijos, cuando, por ejemplo, no se tenía el derecho a elegir o no las matemáticas.
Sorprende que Bauzá, como líder de un partido que defiende las libertades inalienables de los ciudadanos, no respondiera que las matemáticas son una asignatura y la lengua vehicular de la enseñanza un derecho, que no están en el mismo plano político, jurídico y moral y que semejante afirmación no podía hacerla alguien que pertenece a un partido democrático y liberal como el PP.
Esta especie de incapacidad para asumir los propios valores y principios y esta mayor incapacidad aún para el toma y daca argumental
ocurre, encima, en un escenario que no es el que acogerá la batalla política.
Esto es un grave error. Bauzá se dirige a sus gentes, sean barones o baroncetes. O a los mass media, especialmente a los que le dan matraca, en un caso como agentes del PSOE, en el otro para macerar
bien macerado a Bauzá para después parar el cazo. El escenario no son los periódicos, ni los apparatchik cabreados, sino el cuerpo electoral que es el que, con sus votos, va a decidir quién gana y quién pierde las elecciones.
Es este electorado al que hay que atender y no se le atiende, a pesar de que, concretamente en el PP, saben de sobra lo que piensan, quieren y detestan sus votantes. Tienen reiterados sondeos demoscópicos y de
sus congresos surgen programas meridianos.
¿Cree en serio Bauzá que Font o Pastor representan una «corriente» del PP que no sea la «corriente» de sus propias personas y poco más? Bauzá debería haber aprendido las lecciones reiteradas que han dado los votantes del PP en dos ocasiones, provocando su expulsión del poder. En las dos ocasiones, se hizo un discurso que atentaba contra los intereses o los principios del votante popular. Se creó una masa crítica suficiente para que el PP perdiera las elecciones, sin que, como pensaba Matas en las dos ocasiones, lo que perdía por la derecha lo ganaría, en un caso, por la izquierda y en el otro –la Janer– lo que perdería de votantes tradicionales lo ganaría por el lado catalanista. Se equivocó Matas y se equivocará Bauzá si no comprende que, a mayor abundamiento y en estos momentos, la pasividad y la tolerancia del votante popular ante la ambigüedad tradicional del PP se ha terminado.
Por tres razones, la primera, porque los votantes están literalmente hasta el gorro de que, con sus votos,
se perpetren políticas contrarias a los principios que se supone encarna el PP; la segunda, porque el 33% ciento que otorgó su confianza a Delgado equivale al 90% congresual si tenemos en cuenta la práctica identidad de los programas de Bauzá y Delgado en las cuestiones más problemáticas; y, tercera, porque antes no existía UPyD y ahora existe con un discurso muy dinámico y claro que, en bastantes cuestiones, se solapa con el discurso del PP. Me pregunto, a la vista del panorama, si Bauzá es consciente de lo que está ocurriendo ante sus ojos.
El Mundo

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