miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los dos grandes fiascos de Antich

ANTONIO ALEMANY DEZCALLAR

SEGÚN EL María Moliner la palabra «fiasco» significa, en una primera acepción, «chasco o fracaso» y, en una segunda y afinando más, «mal resultado de algo que se esperaba bien». Antich, y con él todo el Pacto de Progreso, apostó a dos «ítems» todo su magro programa de gobierno: la reforma de la Playa de Palma y la catalanización definitiva de la sociedad balear. El resto se refería a ejercer de mestre d'obres -y que me perdonen los mestres d'obres, dignísimos y eficientes profesionales que nada tienen que ver con el incompetente Antich- para culminar los proyectos del PP. De hecho, la única obra ajena culminada ha sido el Son Espases odiado, insultado, escarnecido y detestado, lo cual revela la estatura moral de unos sujetos que, como Groucho Marx, cambian sus «principios» por otros «principios de repuesto» en función de quién sea el que inaugure la magna obra hospitalaria. Por lo demás, ni siquiera el Palacio de Congresos será acabado en la presente legislatura. Es decir, a falta de una explicación jamás dada sobre qué demonios han hecho con los ingentes millones de euros que se han pulido -en el Govern, en el Consell de Mallorca y en el Ayuntamiento de Palma- habrá que focalizar la gestión de Antich y guardia pretoriana adyacente, en los que han sido claros objetivos de su actuación política.
La intervención integral en la Playa de Palma no era un proyecto del PSOE, pero tenía suficiente masa y complejidad gestora como para redimir y justificar el paso de unos políticos tradicionalmente abúlicos e incompetentes por el gobierno de estas Islas. En realidad, un macroproyecto de esta envergadura debería haber abarcado todo el hinterland de Palma, es decir, la capital y su zona de influencia o, si se prefiere, de mutuas interacciones que es lo que se produce entre Palma, Llucmajor y Calvià. Sólo el sectarismo barriobajero del PSOE ha impedido esta reforma integral de la Bahía de Palma, negando el pan y la sal al municipio más prospero y mejor gestionado de Baleares -Calvià- que, previsiblemente, hubiera tirado del carro de una reforma que aspiraba a convertirse en paradigma y referente europeo de cómo se transforman unas zonas turísticamente «maduras» y urbanísticamente masacradas en espacios amables y atractivos. El caso de Miami Beach era el punto de referencia.
De entrada, Antich puso al frente del proyecto a quien, por múltiples razones históricas y personales, no debía: Margarita Nájera. El resultado y el balance han sido catastróficos: 100 millones de euros gastados en humo, suspensión sine die de una necesarísima reforma, inseguridad jurídica ante un futuro incierto, inseguridad económica que previsible y razonablemente no incentivará la inversión en una zona de futuro problemático y más que probable deterioro de las infraestructuras hoteleras y del desbarajuste urbanístico de la zona. Por no hablar del futuro de Nájera y del equipo nucleado en su entorno o de los compromisos inversores institucionales que tienen toda la pinta de evaporarse. Se supone que alguien debe responder por este desastre y por este despilfarro inútil, comenzando por Antich y acabando por Nájera. Y se supone que alguien -esperemos que sea el próximo govern no socialista, ya que la Fiscalía es muda, ciega y sorda según de quién se trate- auditará todo este escandaloso pandemónium.
El otro único eje de la política de Antich ha sido la pretensión de «catalanizar» de forma «definitiva» la sociedad balear. Ha regado de millones a toda una corte valleinclanesca de paniaguados para que propagaran la buena nueva catalana y catalanista, ha creado una nueva clase social integrada por obraculturabitas y demás gorrones del monipodio y, en la mejor tradición fascistoide del catalanismo político, no ha dudado en arramblar con la historia, las tradiciones y las libertades lingüísticas de esta tierra. Ha hurtado dinero para pagar los medicamentos a los enfermos para entregárselo a esta especie de Gran Moloch devorador de víctimas propiciatorias en que se ha convertido todo lo relacionado con lo y con el catalán. El resultado ha sido, una vez más, un fiasco, un gran fiasco, con unos resultados que no se corresponden con lo esperado.
En este sentido, el sondeo que publicaba estos días pasados ese periódico sentenciaba de forma implacable y cruel el fracaso de toda una política sectaria financiada con dineros ciudadanos. Resulta que, tras estos ímprobos esfuerzos y cuantiosas inversiones, el 80,9% de los baleares quieren que la lengua que hablan se denomine mallorquín, menorquín e ibicenco frente a un rónico 15,2% que prefiere llamar «catalán» a la lengua de sus padres. Resulta que el 61, 6 % frente a un 33,5% desean que se cambie el Decreto de Mínimos que rebaje la exigencia de catalán en la enseñanza y en la administración y que se equipare con el castellano. Es decir, que Antich y todo el Pacte en pleno consideran que son unos infectos españolistas, unos fascistas irrecuperables, unos idiotas incultos el 80,9% de la población balear y los políticos que -en el PP y en UP y D- defienden lo mismo que defiende la casi totalidad de la población balear. Porque, a mayor abundamiento, estos porcentajes no son «coyunturales», sino que se vienen repitiendo, por activa y por pasiva, en todos los sondeos de opinión que se vienen practicando en esta tierra desde hace treinta años, lo cual nos advierte de dónde está, de verdad, el fascismo y de que toda esta filfa del catalanismo es un invento creado por un grupúsculo de profesores y políticos que lo imponen, por las malas y a la fuerza, con el liderazgo de Antich, de Aina Calvo y de Francina Armengol. Qué fracaso, qué fiasco y qué desastre el balance de toda esta tropa.

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