sábado, 6 de noviembre de 2010

Las grandes preguntas

Salvador Sostres

Lo que importa son los retos, las preguntas. Los propósitos de la Humanidad. Luego algunos se consiguen y otros no. Para algunas preguntas hallamos respuesta y otras nos atormentan siempre. La importancia de un sentido religioso de la existencia es que eleva la exigencia y el alcance de las preguntas que uno se acaba haciendo. Sin Dios, el progreso científico y tecnológico termina en Auschwitz, como advirtió Ratzinger durante su visita a Reino Unido. Cualquier creación política es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben los hombres.
La visita pastoral del Benedicto XVI a España coincide con un momento especialmente bajo de nuestra vida pública: se habla de la negociación con ETA como quien comentara la lista del súper, con dimes y diretes sobre si Otegi organizó el mitin de Anoeta de acuerdo con los socialistas, con el turbio Rubalcaba como presidente en funciones ensombreciéndolo todo y con un Eguiguren que parece más preocupado de quién paga la próxima ronda con los amigotes de Batasuna que de derrotar a ETA.
En Cataluña, el sinvergüenza de Albert Vilalta, que puso en jaque al mundo libre en general y a España en concreto, obligando al Gobierno a pagar ocho millones para su rescate y el de -once again- sus amigotes, tiene ahora los santos cojones de reclamar una indemnización como víctima del terrorismo cuando sólo es un pijoprogre de la peor calaña, un cínico turista solidario, un cooperante de pacotilla, un buscador de aventurillas tercermundistas a costa del drama ajeno. Indigno ciudadano del mundo libre sin la menor conciencia de lo que ello significa y que nos puso a todos en riesgo por dar rienda suelta a sus tontos caprichos.
Que semejante consentido niño de buena familia se atreva a compararse con una víctima del terrorismo, con tantos españoles que han sido amenazados y asesinados por ejercer su derecho a hablar, por alzarse ante el terror, por dar la cara en favor de la libertad, es una burla y un escarnio de magnitudes tales que tendría que existir alguna figura legal que severamente lo castigara.
La visita del Santo Padre llega en un momento fundamental, en un momento de total desorientación, de todo a un euro en el bulevar de los sueños rotos y de la inteligencia arrasada. La visita del Santo Padre llega cuando más necesarias son la luz y la esperanza, en uno de los momentos más baratos y más sórdidos de la Historia de España: la corrección política es la patria de los canallas; la socialdemocracia, el santo y seña de los cobardes; el relativismo, el totalitarismo imperante, y la negación de cualquier espiritualidad, el pan nuestro de cada día.
La crisis económica es el reflejo -como siempre- de una crisis mucho más profunda, de una mediocridad mucho menos pasajera y mucho más estructural e incrustada; la crisis económica es el reflejo de una crisis moral provocada por la infame pequeñez del hombre contemporáneo que no consigue elevarse por encima de sus limitaciones por su falta de tensión trascendente. Nos faltan las preguntas, la ambición, el propósito. Muscular las almas. Alguien que nos guíe cuando más perdidos estamos.

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