Zapatero nos deja una España imposible. Para él mismo, incluso. Tras el Estado de la Nación y el fallo del Estatuto catalán «esto» le resulta ingobernable ya a él desde el punto de vista más elemental. Quiero decir que el Ejecutivo ha agotado todos los recursos que le permitía la geometría variable en el Parlamento e incluso se ve obligado a pactar con sus propios compañeros, con Montilla. Su inmediato viaje a Cataluña tiene como objetivo conseguir la unidad de su propio partido que amenaza con la ruptura. Es en estas condiciones como llega Zapatero al final del proceso que nos anunció al comienzo de su liderazgo y que tenía como fin «el cambio de modelo de Estado» a partir de la Constitución y con las actuales fuerzas políticas. El momento decisivo fue ese anuncio, anterior a la promesa de aprobar en Madrid lo que saliera del Parlamento catalán. Para entonces estaba ya en marcha el endemoniado proyecto del «pluralismo», esto es, del autogobierno catalán como muestra del confederalismo. Y a lo largo de este proceso ZP no ha querido caer en la cuenta de que los protagonistas de este iban a terminar siendo víctimas.
La clase política sigue sin tener conciencia del problema. A la carencia de principios democráticos se suma su falta de imaginación política. Y por si las consecuencias que implicaba el cambio de modelo de Estado no fueran ya insoportables, llegó la crisis económica. Así, las escasas posibilidades que le permitía a ZP la geometría variable se le iban a reducir. Así las cosas cabe decir que las dificultades de gobernación de España van a ir más allá de las próximas elecciones. No sé si Rajoy es consciente de lo que le espera tras un triunfo del PP con mayoría absoluta. Cataluña reclamará el Estatuto como un solo hombre y en el País Vasco se romperá el noviazgo del PSOE y el PP…
Julián Marías soñó con una «España posible». ZP nos va a dejar una imposible. No quiero decir «rota. Aunque lo está.
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