Todos los fracasos, angustias, advertencias, dolores y sufrimientos de los últimos años no han servido de nada
AHÍ le tienen, tan contento, pese a reconocer que ha pasado alguna noche en vela y que se le pusieron por corbata aquel 7 de mayo en el que estuvimos a punto de irnos por la cañería junto a Grecia. Pero por lo demás, bien. Ha invertido su agenda, ha renunciado a Rodiezmo y le han tenido que marcar los deberes desde Bruselas, pero José Luís Rodríguez Zapatero se muestra satisfecho de lo alcanzado, dispuesto a nuevas batallas y seguro de nuevas victorias. ¿Un error? «Estar demasiado tiempo en el debate de si crisis o desaceleración» (de que empezó negando ambas cosas, ni palabra). ¿Su gran acierto? «El proceso de paz» (se refiere, por si no lo adivinan, a la negociación con ETA, de la que le despertaron las bombas en Barajas, porque si no, aún sigue). ¿Una meta? «Llevar a cabo la tercera gran transformación económica de la democracia» (o sea, que el mismo que nos ha llevado al furgón de cola, pretende llevarnos de nuevo a la cabeza). Uno no sabe si reír o llorar, como ocurre con demasiada frecuencia desde que nos gobierna. Resulta que todos los fracasos, angustias, advertencias, dolores y sufrimientos de los últimos años no han servido de nada. El presidente sigue convencido de que lo peor ha pasado, de que la negociación con ETA fue un proceso de paz y de que las reformas que nos han impuesto desde fuera nos permitirán «hacer la transformación económica en un año, en vez de los cinco o seis que hubiésemos necesitado». Así de sencillo.
Del clima de confrontación, de su incapacidad para llegar a acuerdos con el principal partido de la oposición, del formidable lío creado por el estatutcatalán que apadrinó, aprobó y ahora intenta remendar, ni palabra. Como de la desconfianza que inspira dentro y fuera de casa. Voluntarismo puro. «Esto será así, porque yo creo que debe de ser así», y tan campante. Con una cohorte que no le contradice por mucho que los hechos le contradigan, eso sí, «para contribuir al bien de España», según uno de ellos, al final de la entrevista-reportaje que le dedicó «El País» el último fin de semana.
¿Usted compraría un coche de segunda mano a un individuo así? Supongo que no. Pero los españoles le hemos elegido no una vez, sino dos. ¿Le elegiremos una tercera? Pues si quieren que les diga la verdad, no estoy seguro, de esto ni de nada, en una España que parece haber perdido el pulso, la confianza y la esperanza, aunque la inmensa mayoría dice sentirse antes español que de su terruño. ¿Pero qué importa eso a una clase política cuyo único desvelo es entenderse con los nacionalistas para conservar o conquistar el poder? Resultado: que la mejor baza de Zapatero no es eso que dice sino … Rajoy.
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