domingo, 11 de julio de 2010

Ruido de cohetes


De Ángel Puerta (el 10/07/2010 a las 14:18:06, en El puchero de las habas)

Para echarse a llorar, o a reír. Esta España de hoy es una tragicomedia. Un sainete entre paletos y charnegos; entre nacionalistas radicales españoles y nacionalistas radicales catalanes. Un vodevil “demodé” que calienta pero no quema, como la “butaterm”. Al final, un mercadillo de votos. A la gente normal, o sea, a la que queremos que haya más empleo, que nuestro sueldo nos llegue a fin de mes, que se nos garanticen los servicios indispensables, como la sanidad, la educación, la cultura, los transportes, las comunicaciones y las infraestructuras imprescindibles para disfrutar de un poco de cachondeo, los trajines de los políticos, sus negocios electorales y sus rebaños de adocenados doctrinales nos traen al pairo. Una vez garantizado esto, lo del patriotismo es cuestión de sentimientos. Los hay reduccionistas, o sea, los que se conforman con la etnia, la tribu, el Rh, el folclore o los agravios históricos de conveniencia, para convencerse de que su ombligo es el más bonito del mundo. Y los hay del siglo XXI, la inmensa mayoría, apuntados por voluntad propia y no por adoctrinamiento, a lo que los politólogos llaman “nested identities”, o sea, identidades insertas, que viene a ser algo así como que el echo de haber nacido en Orejilla del Sordete, no impide que, además de orejano, uno se sienta inserto en la identidad de la comarca del Llobregat o de la Alcarria, a su vez inserta en la provincia de Barcelona, o de Guadalajara, o de Badajoz, y a su vez en la comunidad de Cataluña, Castilla-La Mancha o Extremadura, y a su vez en España, y a su vez en Europa, y a su vez en el resto del mundo, simplemente por trayectoria histórica y experiencias culturales, religiosas, políticas, deportivas y tradicionales de todo tipo compartidas durante siglos en todos estos ámbitos. Cuestión de pragmatismo sentimental cuando de lo que se trata es de procurarse amigos en lugar de enemigos.

Radicalización

Todo lo contrario de lo que se advierte ahora tras la sentencia del TC sobre el “Estatut”, a tenor de lo que se lee en los foros: una notable radicalización de las posturas que buscan el enfrentamiento. Los nacionalistas catalanes radicales, en lo de siempre, tienen la cuña grabada en el cerebro colectivo: No es que sean “diferentes”, sino que son “superiores”. Sus argumentos: Cataluña mantiene al resto de España y están hartos de tanto vago “mesetario”, “casposo”, “fascista”, “inculto”, “antidemócrata”, “franquista”, “puta España”, “bla, bla, bla”, los insultos son siempre los mismos, en eso no progresan. Los nacionalistas radicales españoles: hasta los huevos de tanto chantaje del nacionalismo catalán, tan beneficiado económicamente por el Estado español desde los Decretos de Nueva Planta, que les concedieron buenos monopolios comerciales con América, hasta el régimen franquista, que les proporcionó apoyo y mano de obra del resto de España para su ingente industrialización y, ahora, les echan en cara que sólo se trataba de “desnacionalizar” Cataluña. Fuere lo que fuere, el negocio para Cataluña con el resto de España ha sido históricamente redondo, digan la que digan los nacionalistas catalanes. Llegó a la Transición, tras la muerte de Franco, con los mejores índices económicos de España. O sea, que menos victimismo represor histórico que aquí nos conocemos todos. Y también menos vehemencia anticatalana o antivasca de los nacionalistas radicales españoles, que mientras el empresariado o la burguesía vasca o catalana se mostraban emprendedoras, las de otras comunidades se limitaban a vivir de las rentas, a ostentar oropeles o a lucir la jaca. O sea, que también menos “bla-bla-bla”, que nos seguimos conociendo todos y, después de casi 40 años de gobiernos autonomos, con amplias competencias de autogobierno, parece que empieza a ser razonable que se acabe con tanta subvención de empleo rural, en muchísimos casos fraudulenta, que más bien parece electoralmente clientelar para algunos partidos, y a costa del bolsillo de todos los españoles. Empieza a haber cierto hartazgo sobre las solidaridades unidireccionales. Es hora de que todos aprendamos a pescar en lugar de esperar a que nos den peces.

“Venganza mesetaria”

De ahí a las tesis independentistas de los nacionalistas catalanes hay un trecho. Ese trecho se llama Estado de Derecho, o sea, reglas del juego que obligan a todos los ciudadanos que las votaron, incluidos los catalanes. Esas reglas no pueden modificarse por intereses de unos partidos. Puede que la manifestación de hoy sea un “éxito”, los éxitos de las manifestaciones son siempre aleatorios. Los convocantes dirán que han sido tropecientos mil; los datos rebelarán que han sido la mitad, y los opositores que han sido la cuarta parte. Qué más da. El hecho real es que el “nacionalcharneguismo” se está imponiendo en Cataluña. Ya tienen en marcha una consulta de autodeterminación y sus terminales mediáticas insisten en las tesis separatistas como una “liberación”. Si lo consiguen, ya no tendrán que seguir “manteniendo” al resto de España, que posiblemente, según las tesis del nacionalismo catalán, se morirá de hambre. Pero ¿quién mantendrá a Cataluña, cuando el 70 por ciento de su mercado está en el resto de España? Lo vemos venir: “Ya está aquí el chantaje o la venganza mesetaria fascista”. Pues no es cuestión de venganzas ni de chantajes, de lo que tanto sabe el nacionalismo catalán, sino de intereses, de lo que también saben un rato, y de lo que vamos aprendiendo el resto de las comunidades que componen España. Si hay que engordar a alguien, mejor al amigo que al enemigo, pura lógica ¿Algo que alegar? Quien siembre vientos recoge tempestades. En lo que no hay que caer es en la trampa de los partidos nacionalistas catalanes que se arrogan la representación de toda Cataluña y de todos los catalanes. Los datos son tozudos. Antes de que se abordara la reforma del Estatuto, sólo le interesaba al 15 por ciento de la ciudadanía y, finalmente, sólo lo votó en referéndum la tercera parte del censo catalán. Esa es la Cataluña real, no la unitaria de pensamiento único que nos venden los partidos nacionalistas y social-nacionalistas. O sea, que no hay que dejarse impresionar demasiado por los cohetes. Es sólo ruido.

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