viernes, 2 de julio de 2010

Los catalanistas vuelven a las armas como en el 1934



La institucionalización del golpe de Estado

Agapito Maestre

El golpe de Estado que dieron en el 34 los nacionalistas catalanes a la República será una caricatura comparado con la perversidad con que las actuales elites políticas catalanas preparan el primer golpe secesionista del siglo XXI.

La irresponsabilidad del Tribunal Constitucional, junto a la irresponsabilidad del Gobierno de Zapatero legitimando la secesión de Cataluña de España a través del Estatuto de Cataluña, conduce a la democracia española a una situación política tan desquiciada y absurda como la que provocó el famoso golpe de Estado del 34 del Estat Català contra la República española. El afán golpista del nacionalismo se ha extendido a las huestes socialistas. Y populares. La locura empieza a ser imparable. La fotografía de los nueve miembros del llamado "Tribunal Constitucional de Cataluña" ante Montilla refleja, sin duda alguna, el "imaginario político de carácter golpista de las elites políticas de Cataluña". No falta nadie, incluso los del PP avalan tal tropelía contra las instituciones democráticas, es decir, contra la unidad de la nación española y contra la igualdad de derechos de todos los ciudadanos ante la ley.

Nadie se engañe quitándole importancia, o peor, tratando de ridiculizar el acto de constitución del nuevo órgano creado por la casta política para defender un Estatuto recurrido por varias instituciones ante el Tribunal Constitucional. El paso liderado por el socialista Montilla "transforma", en realidad, da un golpe de Estado sobre el antiguo Consejo Consultivo y "crea" una nueva legalidad al margen de los cauces de la Constitución española y saltándose el sentido común, o sea, político propio de los Estados de Derecho. La constitución del Consejo de Garantías Estatuarias de Cataluña es algo más que un ataque político a la democracia española. Es, en efecto, un desafío al Estado nacional a través de técnicas jurídicas utilizadas por las dictaduras comisariales.

La actuación de Montilla, presidente del mesogobierno catalán, podría interpretarse como el intento de un comisario regio que trata de "emanciparse" de la Jefatura del Estado, el monarca, pero pidiendo a la vez ser protegido por el manto real bajo previo pago de unas cuotas reguladas por el "poder" real y el comisario regio. Pero, independientemente del nombre que le demos a este engendro, hay algo evidente: la Generalidad desafía a un Estado sabiendo que la batalla la tiene ganada. La prueba es que las instituciones nacionales han guardado silencio. Callan cobardemente. Son colaboradoras del golpe institucional. Las declaraciones del presidente del Gobierno llamando a la calma, al sosiego de los ciudadanos, ante el desafío catalán son más propias de un colaboracionista con el golpe iconográfico de Montilla a la nación española que de un jefe de Gobierno serio y responsable.

Asistimos a un golpe del Estado institucional en toda regla, pero la opinión pública no reacciona y los medios de comunicación no se atreven a contar, de verdad, lo que está pasando. Son pocos los medios de comunicación capaces de narrar y circunstanciar con cierta seriedad el golpe a todas las instituciones a través de una tergiversación constante de la ley y del poder democrático. He ahí otros dos motivos para temer lo peor, o sea, la repetición ridícula de los sucesos del pasado. El golpe de Estado que dieron en el 34 los nacionalistas catalanes a la República será una caricatura comparado con la perversidad con que las actuales elites políticas catalanas preparan el primer golpe secesionista del siglo XXI. ¿Conseguirán evitar la sangre? Quizá; pero, cuidado, porque nunca es fácil prever cuánto durará la anestesia que le han aplicado a la sociedad española.

La irresponsabilidad del Tribunal Constitucional, junto a la irresponsabilidad del Gobierno de Zapatero legitimando la secesión de Cataluña de España a través del Estatuto de Cataluña, conduce a la democracia española a una situación política tan desquiciada y absurda como la que provocó el famoso golpe de Estado del 34 del Estat Català contra la República española. El afán golpista del nacionalismo se ha extendido a las huestes socialistas. Y populares. La locura empieza a ser imparable. La fotografía de los nueve miembros del llamado "Tribunal Constitucional de Cataluña" ante Montilla refleja, sin duda alguna, el "imaginario político de carácter golpista de las elites políticas de Cataluña". No falta nadie, incluso los del PP avalan tal tropelía contra las instituciones democráticas, es decir, contra la unidad de la nación española y contra la igualdad de derechos de todos los ciudadanos ante la ley.

Nadie se engañe quitándole importancia, o peor, tratando de ridiculizar el acto de constitución del nuevo órgano creado por la casta política para defender un Estatuto recurrido por varias instituciones ante el Tribunal Constitucional. El paso liderado por el socialista Montilla "transforma", en realidad, da un golpe de Estado sobre el antiguo Consejo Consultivo y "crea" una nueva legalidad al margen de los cauces de la Constitución española y saltándose el sentido común, o sea, político propio de los Estados de Derecho. La constitución del Consejo de Garantías Estatuarias de Cataluña es algo más que un ataque político a la democracia española. Es, en efecto, un desafío al Estado nacional a través de técnicas jurídicas utilizadas por las dictaduras comisariales.

La actuación de Montilla, presidente del mesogobierno catalán, podría interpretarse como el intento de un comisario regio que trata de "emanciparse" de la Jefatura del Estado, el monarca, pero pidiendo a la vez ser protegido por el manto real bajo previo pago de unas cuotas reguladas por el "poder" real y el comisario regio. Pero, independientemente del nombre que le demos a este engendro, hay algo evidente: la Generalidad desafía a un Estado sabiendo que la batalla la tiene ganada. La prueba es que las instituciones nacionales han guardado silencio. Callan cobardemente. Son colaboradoras del golpe institucional. Las declaraciones del presidente del Gobierno llamando a la calma, al sosiego de los ciudadanos, ante el desafío catalán son más propias de un colaboracionista con el golpe iconográfico de Montilla a la nación española que de un jefe de Gobierno serio y responsable.

Asistimos a un golpe del Estado institucional en toda regla, pero la opinión pública no reacciona y los medios de comunicación no se atreven a contar, de verdad, lo que está pasando. Son pocos los medios de comunicación capaces de narrar y circunstanciar con cierta seriedad el golpe a todas las instituciones a través de una tergiversación constante de la ley y del poder democrático. He ahí otros dos motivos para temer lo peor, o sea, la repetición ridícula de los sucesos del pasado. El golpe de Estado que dieron en el 34 los nacionalistas catalanes a la República será una caricatura comparado con la perversidad con que las actuales elites políticas catalanas preparan el primer golpe secesionista del siglo XXI. ¿Conseguirán evitar la sangre? Quizá; pero, cuidado, porque nunca es fácil prever cuánto durará la anestesia que le han aplicado a la sociedad española.

Artículo publicado en LD en 2009

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