domingo, 28 de marzo de 2010

Matas´95: «A mí que me registren»

El escándalo encadenado de Jaume Matas se entiende a la perfección mientras alguien lo explica







Matas brinda con Zaplana, Rajoy y Ana Pastor tras jurar el cargo de presidente de Balears en 2003. EFE

Por ejemplo, en la prosa diáfana de la fiscalía anticorrupción. Sin embargo, se hace incomprensible además de insoportable en cuanto cesa la explicación. De ahí que haya que girar en una estructura de bucle sobre las andanzas del gran profesional del fraude fiscal, en la hipótesis más favorable para él

PALMA | MATÍAS VALLÉS

El 23 abril de 2003, Jaume Matas compra por medio de su cuñado un piso de lujo en Madrid. A la firma, aporta cien mil euros en negro. Ese mismo día, el ya ex ministro se reúne públicamente a manteles en Palma con Rodrigo Rato, a la sazón vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía. En el inicio de la campaña de las únicas elecciones que ha ganado el poliimputado en su vida, el clarividente número tres de Aznar declamó que «como español y amante de Balears, espero que Matas regrese al Govern», ajeno a la transacción inmobiliaria opaca que en ese momento materializaba su arrobado compañero de mesa.

Rato cargó a continuación contra el «gobierno ineficaz» del Pacto de Progreso, sin precisar que un mayor énfasis tributario por parte de su antiguo compañero de gabinete sofocaría las angustias económicas. Con la perspectiva que conceden los años y la autoproclamación de Matas como uno de los gigantes del fraude fiscal, tal vez hubiera sido más efectivo que Rato ejerciera sus prerrogativas para escrutar las declaraciones de la renta de su correligionario. El acto incluyó las monsergas habituales sobre la pérdida de imagen de Balears a cuenta de la ecotasa, un deterioro multiplicado por la corrupción desatada durante el Govern de Matas.

Por fin se desentraña el misterio de la corrupción del Govern Matas

La retahíla de escándalos del penúltimo ejecutivo no sólo ofrece un recuento momentáneo de tres altos cargos encarcelados y otro medio centenar de imputados. Subsistía el enigma de que el robo sin miramientos en los peldaños intermedios no tuviera un correlato en la cúpula. Con un defraudador de alta gama –en la hipótesis más favorable para él– al frente del ejecutivo, queda descifrado el funcionamiento piramidal de la trama del PP.

Amparado por sus cargos sucesivos de ministro y president, el evasor confeso ofrecía un excelente ejemplo a sus subordinados, lo cual no desmerece la aplicación delictiva mostrada por algunos de ellos. Enfrentados al comportamiento de su líder, prefirieron seguirlo antes que perseguirlo. De hecho, consta que el fraude fiscal estaba arraigado en ese colectivo. Ante la evidencia de que había pagado su vivienda en negro, un alto cargo tributario de Matas interpeló al firmante de este texto:

—¿O es que tú nunca has comprado un piso?
La sangre fría demostraba que contaba con el respaldo de su superior.

Un visionario que anticipa el descrédito del sistema bancario

En las cintas del Palma Arena, el ciudadano Matas muestra una ignorancia preocupante sobre la organización de la fiscalía. En especial, si se atiende a su condición de ex ministro y ex president –o mejor, rex president–. En realidad, sus recursos intelectuales son muy limitados, salvo a la hora de esconder el dinero a las autoridades y de atemorizar a la gazmoña izquierda mallorquina.

Sin embargo, Matas se muestra en su ocultación fiscal como un visionario económico a la altura de Keynes. Anticipa el descrédito bancario y crea su propio sistema monetario paralelo. Todo ello en negro, color siempre de moda. Al operar de esta manera, no sólo mantenía el capital inicial impermeable a los seísmos financieros, sino que lo inflaba con aportaciones que nunca serán desveladas en su totalidad. También es posible que no haya descubierto los usos de los cheques o de las tarjetas de crédito

Al no pagar impuestos, el ex ministro no sólo acataba los principios del individualismo recalcitrante. Apelaba también a su convicción de que merecía ese trato preferente, dada su abnegación no recompensada en la gestión de las tareas ciudadanas. «Me lo debe», la frase dirigida al fiscal jefe por razones concretas y a Mallorca en una visión genérica.

Toda la familia recaudaba para su miembro más poderoso
El anticipo de la semana de Pasión o de Prisión ha demostrado que la familia que recauda en negro unida, permanece unida. El cuñado de Matas, y ejecutivo de la caja próxima a Eduardo Zaplana, recibía fajos de billetes para pagar las sucesivas operaciones inmobiliarias. La esposa se concentraba en obtener enigmáticas herencias y en abonar las cantidades en negro a los suministradores de los palacetes. La propia madre del ex ministro entregaba religiosamente a su hijo las cantidades que ingresaba, de alquileres con dinero enlutado. Ningún esfuerzo era superfluo para que el favorito de la familia disfrutara de su palacete de 750 metros cuadrados, donde el servicio portaba cofia y los televisores costaban doce mil euros.

La explicación contenida en el párrafo anterior puede ser más veraz que un escueto enriquecimiento por acumulación de sobornos –tesis de la fiscalía–, pero también fuerza la credulidad del espectador. La exaltación familiar debe clausurarse con la figura balbuceante de Miquel Ramis. Las tibias disculpas a Matas del portavoz del PP no tienen por supuesto nada que ver con el hecho de que su empresa hotelera familiar contratara a la hacendosa Maite Areal, para tareas nunca aclaradas. Y sin contraprestación, claro.

«A mí que me registren», desafiaba el conseller Matas
El pasado jueves, el dibujante J.M. Barceló publicaba en este diario una viñeta en la que Matas pronuncia la frase «A mí que me registren». Primera coincidencia, porque el ex president formuló este desafío en 1995, cuando el acosado por la corrupción era su predecesor, Gabriel Cañellas. El titular de Economía –curtido quizás ya por entonces en las artes del dinero negro– defendía al entonces president con el anhelo disimulado de sucederle, y remataba con la retadora exhibición de que no tenía nada que esconder. Sabía que nadie se atrevería a registrarle, podía declararse pobre de solemnidad con orgullo.

Balears no ha vivido jamás en la edad de la inocencia. Otro imputado en el Palma Arena renovó la decoración de su despacho oficial. Sin embargo, la empresa encargada de la remodelación tuvo que acometer simultáneamente las mismas tareas en la vivienda privada del alto cargo. Es redundante precisar que la factura única recayó sobre las arcas públicas. ¿Cuántas operaciones de este tipo se han cerrado en la historia reciente de Balears?

La segunda coincidencia de J.M. Barceló con el currículum de Matas obliga a rastrear una conexión astral. En su viñeta de ayer, el dibujante coloca en labios del ex president la leyenda «...que de dónde va a salir el dinero? Pues ni idea. Ya lo pagará Pepote». El enunciado guarda un parecido sobrecogedor con la frase del defraudador en la tribuna del Parlament, «alguien pagará las carreteras». Se le olvidó añadir que la lista de sufragadores le excluía a él, porque tenía su dinero a salvo en las casillas negras.

Cimenta su carrera política de fracaso en fracaso
Para desengrasar esta historia de presuntos delincuentes, si el PP hubiera designado en 2003 a cualquier candidato distinto de Matas, hoy gobernaría Balears. El ex president ha sido una plaga, y no sólo por la corrupción, para los conservadores. Encabeza las dos únicas listas de la derecha que pierden el poder, en 1999 y 2007. En ambas ocasiones frente a Francesc Antich, que no es precisamente Cristiano Ronaldo, por mencionar a la estrella del club que concreta las emociones futbolísticas de ambos presidents. Ni siquiera los diputados populares votaron la investidura de Matas en 1996. Apuñaló además a Cristòfol Soler, la promesa de una derecha decente.

Los laboratorios de Génova avizoraban unas perspectivas tan desastrosas para Matas en 2007 que lo descabalgaron sin contemplaciones de la lista de Mallorca, para minimizar daños. Tras el desastre, le faltó tiempo y le sobró cobardía para descargar su fracaso en Catalina Cirer, enfatizando su obsesión por rematar a los débiles que ha exhibido sobradamente en sus confesiones del caso palacete. En fin, Cañellas pierde Mallorca y el poder con Matas de conseller –quizás andaba demasiado ocupado en la gestión de su fortuna negra–. Además, el Prestige que no supo gestionar como ministro enfangó al PP estatal en 2004, con la derrota consabida. Ahora bien, cuantos más fracasos acumulaba, mejores perspectivas obtenía para la gestión de su creciente patrimonio.

En la declaración no consta un propósito de la enmienda

Matas creyó en el poder tan ciegamente como la mayoría de hombres sólo son capaces de hacerlo en una mujer. Sin embargo, un día decidió –sin reflexión, habilidad para la que no está dotado– que los privilegios del gobernante se quedaban huecos sin dinero. Ergo, los palacetes en negro. Se inspiró en su hermano mayor y maestro Eduardo Zaplana, hoy concentrado en la tarifa Zaplana y que mantiene unas conversaciones enternecedoras con Maite Areal en las cintas del Palma Arena.

De Zaplana copió Matas hasta el médico dietista, uno de esos genios que consiguen que la ropa parezca siempre una talla más grande. El presidente valenciano nunca fue pillado, en tanto que Matas ha sido obligado al acto que más le repugna, una confesión. Sin embargo, en esta catarsis judicial se echa de menos un propósito de la enmienda, aunque sea cosmético. El ex ministro mallorquín no ha anunciado una regularización inmediata de los miles de euros en negro que puedan quedarle. Se ignora también si se mantendrá el flujo de capitales opacos.

Cuántas herencias caben en una vida humana. El acto de contrición le devolvería a Matas la paz interior, aunque este desiderátum incurre en el error de juzgarlo por las pautas de sus semejantes. Cuando al competitivo ex president se le afeaba la corrupción de Cañellas, replicaba con una alusión a algún oscuro concejal socialista imputado en un municipio menorquín. En realidad, el cuerpo le pide un manifiesto a mayor gloria de la objeción fiscal. «Negaos a pagar impuestos con Zapatero» –y con Aznar, y con González, y con Suárez, y hasta con Franco, en su caso–. Desde el pragmatismo descarnado que conllevan las imputaciones por corrupción, la reconciliación con Hacienda le permitiría aflorar una fracción de su inmensa fortuna. Claro que subsiste el riesgo de que la Agencia Tributaria aproveche el gesto para localizar el lado oculto de sus millones.

Para qué meterte con los fuertes, si puedes destrozar a un débil

De creer a Matas, tras su jubilación política ha recaudado más dinero que la suma de Blair y Bill Clinton, cuando en su anterior aventura en la empresa privada se limitó a quebrar el negocio familiar. Sorprende el asombro ante la facilidad del ex ministro para aporrear a los débiles, la marca de su gestión. El ejemplo más descarnado de falta de gallardía consiste en descargar sobre Pepote Ballester. El responsable del contrato del periodista Antonio Alemany sería Joan Martorell, enunciado que desmiente la nulidad del encartado. Al exponer públicamente al anónimo arrendatario de su tienda de San Miguel, ha incumplido una regla básica de la mallorquinidad, la fidelidad a los pactos. Claro que el fiscal augura a Matas décadas de cárcel por su acentuada falta de respeto a los principios.

Matas no pasará a la historia por su sentido del humor, ni en negro. Sin embargo, induce a la carcajada cuando reniega de Nimbus como San Pedro. También cabe aplaudirle el sarcasmo hacia los hermanos García Ruiz, que cobraron el Palma Arena a precio de palacete. El ex president ni los reconoce. Los ha despeñado a la sima de la desconsideración social, con qué cara se presentan ahora a las fiestas de pacotilla donde diseñan sus singulares emolumentos.

En cambio, Matas recuerda perfectamente a Iñaki Urdangarín. Sin mencionarlo explícitamente, rememoró el contrato inmoral que recibió el duque de Palma, y que debía franquear el acceso del ex president a la Familia Real. Hoy arma la memoria recobrada como sutil amenaza. Desde Mario Conde a Javier de la Rosa, todos los acusados de corrupción a gran escala han apostado a esa baza.

No hay premio en la persecución de la corrupción
José Castro, Juan Carrau y Pedro Horrach ingresarán en la historia de Balears por su valentía y laboriosidad –seis meses después de ser citado, el indolente Matas no ha confeccionado el informe exculpador–. Su mérito es ampliable a los jueces palmesanos de Instrucción y de la Audiencia Provincial. Pocas veces unos funcionarios han administrado la sed de justicia de una población con tanto ánimo.

Además, nadie puede culpar a los funcionarios que han destripado la verdad sobre Matas o Munar de buscar ascensos profesionales. La corrupción castiga más duramente a sus perseguidores que a sus practicantes. Así ocurrió en los noventa, cuando la investigación del Túnel de Sóller desmanteló a las instituciones públicas involucradas. Para medrar, es más cómoda la aquiescencia que el Tribunal Superior y la fiscalía que no lucha contra la corrupción habían dispensado a Matas.

Los escándalos judiciales de Bitel y Mapau convencieron a Matas de que era impune, y quién podría reprochárselo. En el segundo de los citados, se organizó un bizarro safari a Argentina, con la coartada de comprobar in situ la querencia por el ex president de los emigrantes que le votaban sin conocer las siglas que encabezaba. La expedición estaba integrada por tres eximios juristas, Rafael Perera, Bartolomé Barceló y Antonio Monserrat. Algo ha cambiado en Mallorca.

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