¿PUEDEN confundirse bomberos con terroristas? Sí, pero no se debe, ya que pisamos un terreno resbaladizo, con consecuencias tremendas. En este caso, nos figuramos el pavor de los bomberos catalanes al verse identificados por las autoridades francesas como asesinos de uno de sus gendarmes. Pero tanto o más grave es que, mientras se aclaraba la confusión, los verdaderos asesinos tenían tiempo de escapar, aunque no fuese muy lejos.
Que hubo precipitación por parte de los gobiernos galo y español en dar por buena la identificación de unas imágenes con la mala calidad de un video de supermercado es evidente. Al parecer, incluso se confundió el etarra detenido, José Fernández Aspurz. ¿O lo hizo a propósito, para despistar a la policía y dar más tiempo a sus cómplices en fuga? Vaya usted a saber. Pero las prisas galas para mostrar a su opinión pública que se estaba haciendo todo lo posible para detener a los asesinos son evidentes. Aunque había detalles que no encajaban en estas imágenes, aparte de su mala calidad. ¿Dónde estaba la mujer rubia de la que hablaban cuantos habían tenido algo que ver en el robo de coches y tiroteo posterior? ¿Se había quedado en casa? No era lógico tratándose de una compra de supermercado, a no ser que esas arpías que se unen a la banda criminal pierdan hasta el gusto por la cocina, después de haberlo perdido por la vida.
En cualquier caso, el lance ilustra del cuidado que conviene tener en todo lo que se refiere al terrorismo. Los gobiernos sienten una tendencia casi instintiva a ponerse medallas tanto con las detenciones de terroristas como con las negociaciones con ellos, como le ocurrió a Zapatero el día antes de que ETA volviera a asesinar en Barajas. Ahora le ha tocado el turno a Sarkozy con las identificaciones. Francia está aprendiendo la lección por la única vía en que se aprende de verdad: por la dura experiencia. Ahora se da cuenta de que los miembros de ETA no son «nacionalistas vascos», ni «independentistas», ni «radicales» siquiera. Son asesinos puros y duros. Como se da cuenta también de que no respetan nada ni a nadie en su desenfrenada carrera criminal, no teniendo inconveniente en morder al que un día les dio cobijo, si se cruza en su camino. Y dado que no se atienen a ninguna norma divina ni humana, la lucha contra ellos es bastante más difícil que la lucha contra los delincuentes comunes, especializados, por lo general, en un tipo de delito. Mientras los terroristas tan pronto roban como secuestran, como extorsionan, como asesinan,
La paradoja en este caso es que si ETA tenía antes su santuario en Francia, hoy empieza a quedarle sólo el de España, el que le brindan aquellos vascos que piensan que les representa incluso cuando asesina. Que aún quedan, aunque cada vez menos, pero todavía demasiados.
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