(LD) A estas alturas no resulta novedoso calificar de escandalosa la complacencia del Gobierno de Rodríguez Zapatero con el caudillo venezolano Hugo Chávez. Cada poco tiempo tenemos algún ejemplo de la simpatía que el inquilino de La Moncloa y buena parte de los suyos, en especial Moratinos, sienten por el ex militar golpista metido a presidente caribeño. Tampoco tiene nada de extraordinario si se tiene en cuenta la relación de afinidad que, un día sí y otro también, el Ejecutivo español demuestra tener con el régimen dictatorial cubano.
La complacencia de Zapatero, Moratinos y buena parte del resto del Gobierno español (esperemos que, aunque lo haga en silencio, algún ministro no la comparta) puede venir dada en buena medida de una identificación ideológica. No soy de los que creen que en España estamos como en Venezuela o en Cuba –de hecho creo que esa equiparación es profundamente injusta con venezolanos y cubanos– pero resulta innegable que el jefe del Ejecutivo español se siente ideológicamente identificado con los tiranos que martirizan a ambos países caribeños. Quizás por eso la suerte ha querido que el régimen de Chávez ponga fin a la libertad de expresión en la red venezolana la misma semana en la que el Consejo de Ministros español aprueba la mal llamada "Ley Sinde".
Para ser justos, también en esto lo de Venezuela es mucho peor que lo de España. Sin embargo, lo aprobado en ambos lados del Atlántico es lo mismo en su esencia, puesto que en los dos casos se trata de recortar la libertad de expresión en la red. El chavismo pretende silenciar a quienes se oponen al caudillo que habita en el caraqueño Palacio de Miraflores, el socialismo español se limita a atentar contra los derechos más elementales para proteger los intereses del lobby de los derechos de autor. Además, si lo que pretende imponer ZP apenas deja recursos en defensa del censurado, lo impuesto por el presentador de Aló presidente no deja ninguno.
Zapatero y Chávez avanzan en el recorte de la libertad de expresión en internet. Lo hacen a ritmos diferentes y por causas distintas, pero ambos lo hacen.
Es cierto que lo del venezolano es más preocupante que lo del español, pero no por eso hay que bajar la guardia en la "piel de toro". Cuando se comienza a limitar el derecho a expresarse se abre una vía que no hace más que ensancharse. En cuanto se acepta que caben excepciones a la libertad de expresión, cualquiera puede presentar argumentos que podrían justificar más limitaciones y lograr nuevos recortes. Lo que está en juego es mucho más que unas páginas de enlaces a películas o canciones.
Lo que nos jugamos en esta apuesta de ZP es lo mismo que perdieron los venezolanos en una de las muchas de Chávez: la libertad de expresión.
Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.
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