Esperanza Aguirre es el punto sexy que necesita cualquier Estado o nación, o partitura o poema para desencallarse y librarse del tedio, sobreponerse y hallar la solución. Siempre es ella, pizpireta. Su imaginación marca la diferencia. Dribló la ley del tabaco y ahora va a por los sindicatos. Cuando en España ya no queda nada, en Esperanza la resurrección.
En tiempos de crisis y de tantos sacrificios, de personas que sufren ahogos imposibles y crueldades que no siempre se han buscado, la retórica sindical es un escarnio y es un escándalo la cantidad de liberados sindicales entorpeciendo la recuperación económica y provocando un gasto completamente innecesario. La decisión de la presidenta de Madrid de ponerse dura con ellos da un nuevo vigor a la política, revalorizándola, recordándonos para qué sirve. Esperanza es como el Barça: seas del equipo que seas, cuando ves jugar a Messi, Xavi o Iniesta te acuerdas de por qué te gusta el fútbol.
Los sindicatos -y ya no digamos los liberados sindicales- no han resuelto jamás ningún problema, han enfrentado absurdamente al empleado contra el empresario, y con su discurso tan siniestro han acostumbrado a la clase obrera -y a la parada- a creer que la culpa de lo que les pasa es de los demás cuando todo el mundo sabe que suele ser falso. Esta cultura de reclamar derechos a cambio de ningún deber es un cáncer para cualquier sociedad libre y democrática. Cualquier razonamiento que no sea el de que tu sueldo tenga que ver con el beneficio que generas a la empresa sólo engendra caraduras y vagos.
Que la señora Aguirre llame la atención sobre las horas sindicales duplicadas y sobre tantos abusos de los mismos gandules de siempre, que en lugar de intentar mejorar su productividad buscan cualquier excusa para no trabajar, es una de las mejores medidas contra la crisis que se han tomado en España. Por el ahorro que va a significar, de 70 millones de euros, pero, sobre todo, porque los españoles van a saber que alguien vela contra los jetas, los sinvergüenzas y los que hacen el discurso solidario para vivir del cuento.
Solidaridad es arrimar el hombro, ponerse a trabajar de una vez y dejar de hacer el ganso. Solidaridad es mejorar tu rendimiento, estrecharte el cinturón, practicar la caridad. No es tomarse días personales, ni convocar huelgas que no sirven para nada y le salen carísimas a la economía del Estado. Solidaridad no es criminalizar a los empresarios, que son los que pagan los derechos del trabajador, ni perjudicar a las empresas con convenios y presiones que limitan la creación de riqueza, porque sin esa riqueza los primeros en quedarse sin nada son los empleados.
Solidaridad, la auténtica solidaridad, es lo que ha hecho Esperanza. La que siempre sabe cómo zafarse de la farsa y hacerle un hueco a la verdad. 2.000 liberados sindicales que van a dejar de engañarnos y de vivir de timarnos sin ningún tipo de piedad es una victoria de la dignidad pública. Esto es política social y no patrocinar a holgazanes. Esperanza, Esperanza, sólo tú sabes bailar.
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