OBAMA dirigió ayer un mensaje a los ciudadanos estadounidenses en el que realizó una vibrante defensa de la tolerancia religiosa. «Somos una nación que llamamos al mismo Dios con diferentes nombres», dijo tras esgrimir que las convicciones religiosas nunca deberían servir de pretexto para un enfrentamiento civil.
Las palabras de Obama se producen 24 horas después de que el pastor Terry Jones accediera por fin a no quemar 200 ejemplares del Corán en su parroquia de Gainesville (Florida), propósito que había alimentado la ira de un sector del mundo musulmán.
El fanático Jones ha desistido de sus planes ante las peticiones del propio Obama, de la ONU, del Vaticano, de la Unión Europea y de la Liga Árabe, que temían una oleada de atentados en venganza por esa quema, tal y como habían amenazado clérigos musulmanes en Afganistán, Pakistán, Irán e Irak.
La suspensión del indigno espectáculo planeado por Jones es un alivio para todo el mundo, pero el caso ha servido para demostrar la fragilidad de las relaciones entre cristianos y musulmanes en EEUU, coincidiendo con la conmemoración del noveno aniversario de los atentados del 11-S.
Precisamente la razón que argumentaba Jones para llevar a efecto su provocación es el propósito de la autoridad urbanística de Nueva York de acceder a la construcción de un centro religioso musulmán junto a la Zona Cero. Jones lo considera un sacrilegio y, sin llegar a tanto, un importante sector de ciudadanos americanos está en contra.
Al igual que creemos que el Gobierno de Obama debería haber impedido por la fuerza la quema de ejemplares si el reverendo Jones se hubiera empecinado en su desafío, también pensamos que es una imprudencia aceptar que se construya ese centro musulmán en la Zona Cero. El argumento es que la libertad de culto de sus promotores no va a ser violada porque pueden levantar esa mezquita en cualquier otro lugar de Nueva York o de EEUU. En cambio, hay familiares de víctimas y ciudadanos americanos que se pueden sentir heridos por la iniciativa.
Estamos totalmente de acuerdo con la tolerancia religiosa que defiende Obama. Lo que resulta compatible tanto con impedir las provocaciones de Jones como las ofensas innecesarias a la sociedad americana. Si los musulmanes esgrimen su rechazo a actos que ofenden su sensibilidad, también los cristianos pueden tener derecho a lo mismo. El rasero debe ser necesariamente igual.
Lo que esta polémica pone de relieve es que, nueve años después del 11-S, la convivencia entre musulmanes y cristianos se ha deteriorado no sólo en EEUU sino en otros lugares. Hay serias dificultades de comprensión entre ambas religiones y tensiones crecientes en los países occidentales donde hay una minoría musulmana.
EL MUNDO recoge hoy el testimonio de una celebración religiosa en una mezquita de Lérida, en la que el imam radical islamista Abdelwahab Houzi predica ante 3.500 seguidores. Houzi, que defiende la extensión del Islam por toda España, figura en el top ten policial de los clérigos musulmanes más peligrosos.
Nadie le puede impedir ejercer libremente su religión, pero otra cosa es hacer proselitismo político y defender ideas y valores que chocan contra la Constitución. La tolerancia tiene límites y debe basarse en una comprensión recíproca. Dado que los extremistas de uno u otro signo ponen en peligro la convivencia, los Gobiernos deben intervenir sin complejos para atajar estos excesos y defender los valores que sustentan la democracia.
Vía epesimo
Las palabras de Obama se producen 24 horas después de que el pastor Terry Jones accediera por fin a no quemar 200 ejemplares del Corán en su parroquia de Gainesville (Florida), propósito que había alimentado la ira de un sector del mundo musulmán.
El fanático Jones ha desistido de sus planes ante las peticiones del propio Obama, de la ONU, del Vaticano, de la Unión Europea y de la Liga Árabe, que temían una oleada de atentados en venganza por esa quema, tal y como habían amenazado clérigos musulmanes en Afganistán, Pakistán, Irán e Irak.
La suspensión del indigno espectáculo planeado por Jones es un alivio para todo el mundo, pero el caso ha servido para demostrar la fragilidad de las relaciones entre cristianos y musulmanes en EEUU, coincidiendo con la conmemoración del noveno aniversario de los atentados del 11-S.
Precisamente la razón que argumentaba Jones para llevar a efecto su provocación es el propósito de la autoridad urbanística de Nueva York de acceder a la construcción de un centro religioso musulmán junto a la Zona Cero. Jones lo considera un sacrilegio y, sin llegar a tanto, un importante sector de ciudadanos americanos está en contra.
Al igual que creemos que el Gobierno de Obama debería haber impedido por la fuerza la quema de ejemplares si el reverendo Jones se hubiera empecinado en su desafío, también pensamos que es una imprudencia aceptar que se construya ese centro musulmán en la Zona Cero. El argumento es que la libertad de culto de sus promotores no va a ser violada porque pueden levantar esa mezquita en cualquier otro lugar de Nueva York o de EEUU. En cambio, hay familiares de víctimas y ciudadanos americanos que se pueden sentir heridos por la iniciativa.
Estamos totalmente de acuerdo con la tolerancia religiosa que defiende Obama. Lo que resulta compatible tanto con impedir las provocaciones de Jones como las ofensas innecesarias a la sociedad americana. Si los musulmanes esgrimen su rechazo a actos que ofenden su sensibilidad, también los cristianos pueden tener derecho a lo mismo. El rasero debe ser necesariamente igual.
Lo que esta polémica pone de relieve es que, nueve años después del 11-S, la convivencia entre musulmanes y cristianos se ha deteriorado no sólo en EEUU sino en otros lugares. Hay serias dificultades de comprensión entre ambas religiones y tensiones crecientes en los países occidentales donde hay una minoría musulmana.
EL MUNDO recoge hoy el testimonio de una celebración religiosa en una mezquita de Lérida, en la que el imam radical islamista Abdelwahab Houzi predica ante 3.500 seguidores. Houzi, que defiende la extensión del Islam por toda España, figura en el top ten policial de los clérigos musulmanes más peligrosos.
Nadie le puede impedir ejercer libremente su religión, pero otra cosa es hacer proselitismo político y defender ideas y valores que chocan contra la Constitución. La tolerancia tiene límites y debe basarse en una comprensión recíproca. Dado que los extremistas de uno u otro signo ponen en peligro la convivencia, los Gobiernos deben intervenir sin complejos para atajar estos excesos y defender los valores que sustentan la democracia.
Vía epesimo
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