¿Quién va a ganar, quién va a perder?, se pregunta todo el mundo. La respuesta es: nadie va a ganar, todos vamos a perder
GENERALMENTE, las huelgas se hacen contra las empresas. Pero esta huelga se hace contra el Gobierno, lo que la hace especial, por no decir espuria, para no usar el adjetivo de Fernández Toxo, «una putada». Aunque hay en ella un fondo de verdad: en España, el Gobierno, los gobiernos, mejor dicho, pues tenemos de todas clases, son los mayores empresarios en nuestro país. De ellos dependen millones de empleos, aparte de las innumerables subvenciones, subsidios, sinecuras que impiden a nuestra economía tener la flexibilidad y dinamismo que exigen los tiempos modernos y retrasan la recuperación.
La segunda anomalía de esta huelga es que sus protagonistas venían siendo los mejores socios, hasta el punto de compartir objetivos y estrategia. El Gobierno daba a los sindicatos lo que le pedían, y los sindicatos hacían lo que convenía al Gobierno, incluido acosar a la oposición. ¿Recuerdan las manifestaciones abiertamente anti-PP que organizaron? Nada de extraño que el Gobierno «comprenda las razones de los sindicatos» y trate de restablecer el anterior compadreo en cuanto pase el aquelarre de hoy, como ocurre en esas riñas matrimoniales en que ambos cónyuges saben que vendrá la calma tras la tormenta.
¿Por qué, entonces, han armado esta enorme zapatiesta (la palabra me ha salido sin querer)? Pues porque no tenían más remedio que armarla. El Gobierno se ha visto obligado a tomar las medidas de ajuste, no por gusto, sino porque se lo exigían Bruselas y los mercados, poniéndole la pistola en el pecho. Y los sindicatos no han tenido otro remedio que protestar ante los mayores recortes de los derechos de los trabajadores en lo que llevamos de democracia. Es decir, para demostrar que son unos auténticos sindicatos, y no una panda de pancistas que viven al socaire de los presupuestos generales del Estado, o sea, a costa de los demás.
Esa es la tercera anomalía de esta huelga: que sus dos protagonistas, en el fondo, no la quieren, que preferirían no hacerla, que han ido a ella forzados por las circunstancias, porque no les quedaba otra salida. Por lo que están deseando que llegue mañana para ver si reconstruyen su anterior compadreo. Pero las cosas, incluso cuando son falsas, causan efecto, y esta huelga bastarda puede salirles mal a ambos, como ocurre en los duelos a primera sangre o en los partidos amistosos. ¿Quién va a ganar, quién va a perder?, se pregunta todo el mundo. La respuesta es: nadie va a ganar, todos vamos a perder. ¿Cómo puede hacerse una huelga general en la situación en que se encuentra España? Pues precisamente para encontrarse en ella.
Vía ABC
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