ERNESTO AGUDO
Como si de una premonición se tratase, la sala Antonio Bienvenida de la Monumental de Las Ventas recibió con los brazos abiertos a una de las personas que se han desmarcado del encarnizado debate con el que se ha visto castigado el mundo taurino. Fernando Savater, un pensador acostumbrado a acudir al rescate de la libertad cuando se le requiere, ha decidido hacer de la tauromaquia su más inmediata causa. «No hay charco en el que no te metas», le dijo un amigo sindicalista, según ha confesado el filósofo, quien incluye un mensaje en el prólogo para los miembros del Parlament: «Aquí me tienen, dispuesto a polemizar una vez más y las que hagan falta».
«Tauroética» es un libro dirigido «incluso a quien no está interesado en los toros, porque el asunto que se trata no es taurino». Savater tiene claro que el ser antitaurino es algo más propio de una moda que de un razonamiento ético. «Los chavales del instituto aceptan como criminal una banderilla, porque están siguiendo una corriente ética. Yo les quiero decir qué, por qué y en qué consiste la ética». Flanqueado por el director de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, Carlos Abella, y por el cineasta —y amigo— Agustín Díaz Yanes, Savater dejó clara su intención desde el principio: «No es un libro a favor de los toros, ya hay muchos dedicados al tema, si no en contra de las argumentaciones moralistas que quieren prohibirlos. A mí me interesa la ética de las relaciones entre los humanos y los animales». No entra al capote de los políticos: «Hay gente que utiliza a los animalistas para conseguir otras cosas, de todos modos yo sólo quiero entrar en el pretexto», aunque no oculta que el libro fue concebido en el momento en el que se debatía la abolición de los toros en Cataluña.
«Los humanos renunciamos a nuestra animalidad, por eso tenemos derechos»
Poco a poco va desarbolando con claridad los más acérrimos argumentos antitaurinos. Estos presentan las corridas como algo inmoral, y sobre ello Savater se muestra tajante: «Lo escandaloso es que un parlamento quiera dictar la moral de sus ciudadanos, cuando su labor es fijar normas de convivencia para garantizar el ejercicio de las libertades individuales». La única forma que encuentra el filósofo para convertir la Fiesta en algo inmoral es transformando —artificialmente— la ética que se aplica a las bestias. Dicho en sus palabras, «hay que responder a la pregunta: ¿Son los animales tan humanos como los humanos animales?»
Posesión de derechos
La transformación intencionada está sobre una base errónea, se pretende atribuir a los animales derechos que no pueden tener. Savater afirma que el titular de un derecho debe de ser consciente de ello, algo imposible en los animales. «La diferencia de los humanos con los animales es la forma en la que vivimos. Nosotros renunciamos a nuestra “animalidad” en nuestra conducta, ellos no, y por eso nosotros podemos tener derechos y ellos no». Así presenta como ejemplo la paradoja del escorpión que, queriendo cruzar un río, pidió ayuda a una rana, a la cual envenenó a sabiendas de que esto significaría su muerte también. «Es mi naturaleza», decía el arácnido mientras se hundía.
«Lo escandaloso es que un parlamento quiera dictar la moral»
El filósofo vasco apunta a la domesticación de los animales como el origen de esta «personalización equivocada». «Han pasado de ser bestias a pobres animalitos, el hombre ya es vencedor de antemano ante ellos, por eso no se comprende la batalla del hombre contra el toro». Lejos de ser parte del progresismo, Savater afirma que la atribución de este nuevo rol a los animales se convierte en una degradación de nuestra condición humana. «Que alguien se tiña de rojo y se arrastre por el suelo es bárbaro, y no lo que pasa en la plaza de toros; lo bárbaro es confundir la sangre del toro con la del hombre».
Pese a todo, advierte de que el futuro de las corridas «está en manos de los taurinos. Hay que plantearse el giro que ha dado de lo cultural al espectáculo turístico o del corazón. Puede darse que complacidos y contentos vayamos destruyendo la Fiesta».
Vía ABC
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