jueves, 23 de septiembre de 2010

Es la hora del PP A. Alemany

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ANTONIO ALEMANY DEZCALLAR



ES LA HORA DEL PP y no por razón alguna de afinidad, simpatía o entusiasmo, sino porque no queda más remedio. Es tal el desastre que ha provocado Zapatero y, con él, sus clones baleares, que la cuestión no es optar entre unos y otros, sino expulsar cuanto antes del poder a esa panda de nulidades irresponsables que han gestionado los asuntos de España y de Baleares. Son las primeras elecciones desde la instauración de la democracia que se plantean en clave estrictamente negativa: no se vota «a favor de» sino «en contra de».

El panorama de Antich y asociados resulta cada vez más patético. Realizaciones nulas en todas las instituciones que gerencian: les vendrá justo acabar alguna de las obras legadas por el PP. El fracaso de la visita de Antich a un ministerio de su cuerda y para una cuestión tan importante como la de los descuentos aéreos reviste caracteres casi trágicos: hasta los suyos lo ningunean y lo humillan.
El acelerado proceso de deslegitimación a causa de la corrupción de UM y sus «votos comprados» pesa como una losa sobre todo el Pacto de Progreso que revela su peor cara: la condición estrictamente poltrónida de aferramiento desesperado a un poder que no les corresponde. El desastre del tren, la tontería del carril bici, la consolidación del catalanismo como una superestructura que vampiriza de forma insaciable dineros públicos, completan un panorama que culmina con la probable prórroga de los Presupuestos Generales ante la imposibilidad de aprobar los nuevos para 2011. La guinda es un irresponsable Antich que afirma que «no le preocupa» la prórroga presupuestaria. Fantástico.

El PP por su lado está comenzando un acoso en serio cumpliendo la primera de sus obligaciones como oposición: oponerse y denunciar tanta incuria e insensatez. Por un parte el tándem Bauzá-Delgado -su coincidencia ideológica- ha conseguido pacificar ideológicamente el partido recuperando, sencillamente, el espíritu, principios y valores secuestrados por una tecnoestructura no demasiado escrupulosa, ni con los valores ni con los principios. En este sentido, el PP balear ha dado un salto cualitativo importante, ya que no parece previsible lo que pronosticaba un columnista local: que este discurso ideológico es el más de lo mismo de los tiempos de Jaume Matas que predicaba una cosa y hacía otra: todo seguía igual.

También está resultando un éxito el proceso de saneamiento interno que ha emprendido Bauzá con el apoyo de Delgado. La exclusión de imputados en las listas electorales es una medida tal vez injusta en según que casos, pero en este sentido de una profilaxis imprescindible. Por otro lado, no parece que vaya a incrementarse el pressing de la fiscalía socialista con pretensiones de decidir quiénes deben integrar las listas electorales del adversario político. Ha sido tan escandalosa la arbitrariedad selectiva y el uso intolerable de una institución del Estado para perseguir al adversario que, al final, se esá volviendo en contra de sus promotores. Es sintomático que algunos fiscales en privado insinúen su abandono de la Fiscalía o aspiren a un traslado.
También algún juez instructor no oculta su deseo de «retirarse». Una buena parte del gran rifirrafe que se ha montado quedará, sencillamente, en nada, persistiendo lo auténticos casos de corrupción que, significativamente, coinciden con las mejores y más profesionales instrucciones. Habrá archivos, sobreseimientos y absoluciones. El problema es que los injustamente perseguidos tal vez no archiven ni absuelvan. ¿Venganza? Sí, pero, como dice el conde de Montecristo en la famosa novela de Dumas, »venganza que corre pareja con la Justicia».

El PP es, aquí y ahora, imprescindible y único para este gran proceso de saneamiento que debe emprender España en general y Baleares en particular. No basta con sentarse a la puerta de tu casa para ver pasar el cadáver del adversario, sino que es la hora ya de tomar decisiones, presentar programas y, eso es importante, fijar timings de cumplimiento futuro. El electorado sólo se creerá que puede elegir la lengua de la enseñanza si los que la propugnan definen el cuándo y el cómo. Empieza a ser urgente que la ciudadanía visualice el «nuevo PP» y esta visualización se llama designación de candidatos. Bauzá, a pesar de claros aciertos, sigue siendo una incógnita: hay que despejarla cuanto antes.

Hay que decidir el destino de Carlos Delgado, no sólo porque viene avalado por una magnífica gestión en Calviá, sino porque es el garante de la coherencia ideológica del PP. Y conviene que recuerden lo que Milton y Rose Friedman advertían en su conocido libro «La tiranía del statu quo»: una nueva administración dispone de un periodo de seis a nueve meses para llevar a cabo cambios importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar con firmeza durante este periodo, no tendrá una segunda oportunidad igual. Naturalmente, nos recuerdan los autores, no basta con ganar unas elecciones: se debe contar con programas de acción bien elaborados y desarrollados. Es entonces cuando la acción deviene fulgurante, casi mágica.

Como ocurre en los momentos de crisis agónicas -y estamos viviendo uno de estos momentos- surgen los hombres, las ideas y las energías para doblegar la situación. Precisamente por la gravedad de la crisis y de la herencia que recibirán los futuros gobernantes, la circunstancia es tan apasionante como interesante. Es un gran momento para el PP, uno de estos momentos históricos que no pueden ser defraudados, por la cuenta que nos trae, al PP y a los ciudadanos. Y, mientras, bueno sería que el PSOE, una vez lamidas las heridas, protagonizara una revolución interna, desalojando a toda la partida de inútiles que lo ocupan. Si es incapaz de ello, que desaparezca y se refunde con otras siglas. No puede volver a ocurrir que, cuando la necesaria alternancia reclame la presencia socialista, se repita la triste historia de ZP.

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