ESTEBAN URREIZTIETA
Palma
«Hazme caso, Jaime, hay que distanciarse». Maria Antònia Munar dirigió al ex presidente del Gobierno balear del PP su mirada de hielo pocos días después de las pasadas elecciones autonómicas y municipales acompañada de este consejo.
El escenario fue un encuentro en la villa de un amigo común en la distinguida urbanización de Son Vida, a las afueras de Palma. Una cita que constituía la última y desesperada oportunidad del PP para mantenerse en el Gobierno balear tras la derrota electoral del 27-M. Sin embargo, se mascaba ya la reedición de un nuevo Pacto de Progreso y ambos acudieron casi obligados al encuentro.
La líder de Unió Mallorquina (UM), que días antes se había dejado fotografiar en éxtasis tras conocer los resultados, aceptó la invitación. Corría el mes de mayo de 2007 y la todopoderosa Munar era, con sus 28.802 votos, más imprescindible que nunca. Podía pedir a Matas -que había ganado las elecciones con 193.000 sufragios- lo que quisiera. Pero ni se dejó querer.
En su mano estaba seguir gobernando el Consejo de Mallorca desde el que había regado a todas la pseudoasociaciones de su partido, a familiares y a amigos; nombrar al alcalde de Palma; disponer de varias consejerías del Gobierno balear. E, incluso, tal y como ella misma ha reconocido posteriormente, probar las mieles de presidir la comunidad. Pero, inexplicablemente, contestó que no.
Entregó el poder al socialista Francesc Antich -que sacó 113.000 votos- renunciando al Consejo, al Ayuntamiento y a la Presidencia del Gobierno balear y relegó a su partido a un puñado de áreas en las tres instituciones. «Acudimos a una reunión en la que se iba a debatir el reparto de poderes y alucinamos al ver que Munar renunciaba a todo», explica a este diario uno de los líderes de UM presentes. «Nos dijo que era lo mejor para el partido».
Tras entregarlo todo y quedarse con nada, sólo pidió una cosa: presidir el Parlamento balear.
No le interesaba ya el poder ejecutivo, chantajear al gobierno de turno boicoteando proyectos urbanísticos para, a cambio, exigir vía libre para los suyos.
Cambiar las leyes a su antojo o colocar a todos y cada uno de los vecinos y parientes de su feudo de Costitx -una pequeña localidad del interior de Mallorca- en las instituciones públicas donde, de hecho, ya ha enchufado a la mayoría. Convertida en la «mujer más rica de Mallorca», tal y como le gusta repetir a su íntimo amigo Pedro Serra, propietario del grupo de comunicación al que UM ha convertido en su terminal mediática, ella quería blindarse. ¿Pero de qué, si durante aquel verano de 2007 la Fiscalía sólo había detonado el caso Andratx, que afectaba sólo al PP? Guiada por una especie de instinto animal que le permitía intuir ya entonces la catástrofe que se cernía sobre su partido, se distanció y se refugió. Las sospechas de que realmente lo que había pactado con el PSOE era su inmunidad judicial y que la Fiscalía que acababa de ponerse en marcha en Baleares no se fijara en ella, se dispararon.
Desde entonces ha cedido la Presidencia de su partido y ha reducido al máximo sus comparecencias públicas mientras asiste desde su poltrona al hundimiento de su formación política, carcomida por los procesos judiciales por corrupción, destapados en su inmensa mayoría por EL MUNDO.
Antes replicaba a las críticas esgrimiendo que quien ataca a su persona «ataca a Mallorca». Ahora ya ni eso. Sólo ha roto su silencio para recordar durante la última semana que, pese a la expulsión de UM de todas las instituciones por parte del PSOE como consecuencia de los casos de corrupción, ella es intocable.
«El Reglamento del Parlamento no contempla ningún procedimiento para el cese de su presidenta», rezaba el comunicado que remitió desde la Mesa de la Cámara balear. Poco le importa que los cientos de colocados por su partido estén agolpados en la cola del INEM. La ley sólo contempla su marcha si se disolviera la Cámara para convocar elecciones anticipadas o si ella decidiera dimitir. Y no se ve reflejada en absoluto en el ex presidente de la Cámara de los Comunes británica Michael Martin, que ha decidido ser el primero en abandonar su puesto en 300 años tras el escándalo de los gastos de los diputados para no dañar la reputación de Westminster. Mientras sus antiguos subordinados abandonan obligados el barco, la jefa se aferra con fuerza al puente de mando, esboza su mejor sonrisa e intenta continuar como si nada hubiera pasado. «Ser presidenta del Parlamento es muy bonito», resumió a un grupo de escolares a los que recibió el pasado miércoles.
Sus lecciones
«Lo que nos hace ser personas respetables son nuestros valores y compromisos con los demás», añadió mientras presenciaba cómo la Fiscalía Anticorrupción se lanza tras años de amagos y titubeos a la yugular de su antigua guardia de corps y asiste a la detención del hombre que ella eligió para sucederla en UM: Miquel Nadal. Mientras, los fiscales siguen sin llamar a su puerta pese a estar imputada en los dos grandes procesos de corrupción de su partido, el caso Can Domenge y un fleco del caso Son Oms que ha sido bautizada como operación Maquillaje.
Su maniobra de enroque se completa con la contratación como abogado del marido de la que fuera jefa de los servicios jurídicos del Consejo de Mallorca que dirigió durante 12 años para garantizarse lealtad absoluta.
Transmite así de forma subliminal al letrado Gabriel Garcías que su suerte será la de su mujer, Carmen de España. Que sus irregularidades en la venta de un solar por 30 millones de euros públicos menos o el saqueo de las arcas públicas para desviar dinero a UM son también las suyas. La primera instrucción de Garcías pasa por que no abandone su privilegiada posición, que le permite declarar en el Tribunal Superior de Justicia y evitar enfrentarse a la crudeza de los juzgados de instrucción, donde su figura, envuelta a diario en ropa de primeras marcas y joyas que elevan el conjunto con visón incluido a más de 100.000 euros, se confunde entre la turbamulta de delincuentes comunes.
Pero el asfixiante cerco judicial sigue sin alterar sus costumbres. Visita la peluquería a media mañana y sólo acude al Parlamento cuando ha terminado su sesión diaria de estética. Acude a sus citas con la justicia en coche oficial y con su jefe de Gabinete, que le abre la puerta del vehículo y recuerda con su presencia que ella sigue siendo la segunda autoridad de Baleares. La caída de los suyos no le preocupó hasta que lo han hecho sus más directos lugartenientes, custodios de sus secretos. Entre ellos, su antiguo delfín Miquel Nadal. «¿Os importa que nos reunamos? Nos tendríamos que ver más», les dice ahora tras meses de silencio. No vaya a ser que la distancia que la mantiene a salvo, interpretada como una traición por los suyos, se convierta al final en su peor enemigo.
El blindaje institucional de la 'número uno' de UM
>Su única condición. Cuando pactó con el PSOE de Francesc Antich en mayo de 2007 y le entregó todas las instituciones de Baleares, Munar sólo exigió una condición: presidir el Parlamento balear. Matas le ofreció incluso la Presidencia del Gobierno de las islas para reeditar el pacto con el PP y la líder de UM le replicó: «Hazme caso, Jaime, hay que distanciarse». Él se fue a Washington y ella se refugió en la Presidencia de la Cámara balear.
>El derrumbe de UM. Los casos de corrupción por los que se encuentra imputada la práctica totalidad de líderes de UM, desvelados por EL MUNDO, ha llevado al presidente Antich a expulsar a todos los miembros del partido de las instituciones. Sólo se ha salvado su ex socia Munar, a la que como presidenta de la Cámara balear no puede destituir, y contra la que de momento la Fiscalía no arremete directamente.
>El recordatorio. Mientras cientos de miembros de su partido se han quedado en la calle con la decisión del PSOE, ella se niega a abandonar su puesto y recuerda que «el reglamento del Parlamento no contempla ningún procedimiento para el cese de su presidenta». Mientras intenta aplacar los ánimos de sus lugartenientes detenidos, su ex 'número dos' Nadal ya apunta hacia ella. «Yo sólo era un transmisor de órdenes», dijo al juez.
Vía epesimo
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