martes, 23 de febrero de 2010

Una salida para España

El autor cruza los datos de Zapatero, que indican una presunta recuperación económica a finales de año, con los de algunos foros internacionales para concluir que el presidente del Gobierno no tiene credibilidad, no juega limpio con su propuesta de pacto y, sobre todo, ha huido de la realidad. Pero Blasco Castany, que pertenece al equipo de Gobierno de la Generalitat valenciana, sí ve una solución. Por eso pide un adelanto electoral que dé la opción de Gobierno a un partido más «responsable»: el PP.

RAFAEL BLASCO CASTANY

Es imposible crear empleo con un crecimiento negativo del 3,5%. Y es utópico tratar de crecer con un déficit presupuestario que se ha quintuplicado en un solo año, y ya equivale al 6,8% del PIB. El resultado de este caballo desbocado que es España en la actualidad nos sitúa en una posición muy difícil, cercana a lo que sería un escenario de emergencia nacional. Aun así, la atonía del Gobierno socialista emerge en forma de pacto-trampa.

Ante esta situación, su principal responsable, el presidente Zapatero, vuelve a la vieja senda de la mentira desalmada para los más de cuatro millones de parados y el millón de familias sin ingresos: «En el segundo semestre de 2010 volverá el crecimiento, y a final de año se recuperará el empleo», acaba de asegurar en el Congreso de Diputados.

Está fuera de toda lógica. El Banco de España prevé de nuevo un crecimiento negativo del -0,5% para 2010. El Fondo Monetario Internacional va más lejos y lo sitúa en el -0,6%. En este contexto de alarma general, la contribución de todos a todo es imprescindible. Nos hallamos ante una crisis de proporciones desconocidas. Con un Gobierno capaz de abrir mil debates e incapaz de cerrar ninguno. Un hábito que Zapatero ha mantenido desde 2004.

Las consecuencias no escapan a nadie: una sociedad, la española, enfrentada territorialmente; debates inanes envueltos en el celofán de la progresía; abandono de los foros internacionales; una presidencia europea convertida en desencuentros con los teóricos socios Francia, Alemania o Gran Bretaña. La deriva económica y social de España deja a la gran mayoría de los españoles aislados y sin ilusión en medio de la tormenta.

El presidente Zapatero ha negado la crisis hasta que los datos negativos se han abalanzado dramáticamente sobre los ciudadanos. Ha desprestigiado a una parte de los agentes sociales y económicos tras buscar una concertación que se convirtió en una pantomima sin propuestas. Ha basado su supervivencia en el poder sobre la asimetría parlamentaria que buscaba aislar al Partido Popular antes que dirigir el Gobierno de España.

Esa falta de realismo es una característica estratégica de la gestión política del señor Rodríguez Zapatero, del que ya podemos hablar con amplio conocimiento de causa tras sus seis años al frente de la Presidencia del Gobierno. Naturalmente, negar un problema, o minimizarlo hasta la caricatura, hace imposible abordar su solución.

Esas circunstancias aíslan al jefe del Gobierno respecto de los demás presidentes que le antecedieron en el cargo desde la Transición democrática. Todos ellos, como era de esperar, aceptaron la realidad como base de su trabajo. No confundieron aspectos muy respetables, pero circunscritos a su vida interior, como elementos esenciales de la política que inspiraron.

En definitiva, los señores Suárez, Calvo-Sotelo, González y Aznar aceptaron esa obviedad saludable que tan bien describió el político español Cánovas del Castillo cuando dijo, ya en el siglo XIX, que «la política es el arte de lo posible». Y antes, el innovador de la ciencia política Nicolas Concorcet también lo había dejado escrito: «La única fuente de la felicidad pública es conocer la verdad y conocer con ella el orden de la sociedad». Sin embargo, el horizonte de verdad y felicidad de Zapatero dista mucho del conocimiento de la realidad y del pacto para hacer las cosas posibles. Su trayectoria nos alecciona de lo contrario. La política es para él «el arte de lo imposible».

Presentar un pacto forzado por la realidad no es creíble. Es una irrealidad cuyo objetivo es ganar tiempo, cuando ya no queda tiempo. Otra vez la realidad se ha impuesto. El debate mismo sobre el pacto no hace sino esconder la incapacidad para tomar medidas estructurales que permitan enderezar una situación que va a obligar a sacrificios importantes. Los empresarios, los sindicatos, las familias y los ciudadanos en general deben conocer la realidad que esconde el presidente Zapatero, porque al final todos nos enteramos y la padecemos, aunque tarde. Y en ese momento las opciones son muy reducidas.

Zapatero hace tiempo que abdicó de sus responsabilidades de Gobierno. Ahora busca la supervivencia, aun a costa de los españoles que no pueden continuar soportando una realidad que nos coloca al borde del colapso económico y social.

El legado de ZP deja a España al albur de sus carencias y sus errores descomunales. La economía, que es implacable, está dejando exhausta la paciencia de los españoles. Y lo que es peor, sin ilusión en el futuro. Su responsabilidad es máxima.

Porque Zapatero no se cree los pactos. La realidad le ha situado en esa coyuntura. Pero tratará de escapar de la realidad. Lo está intentando. No de otro modo se puede entender la creación de una comisión de crisis.

Aparentar soluciones virtuales para ganar tiempo deja las puertas abiertas a un nuevo varapalo en las costillas de los españoles que llegará una vez del Fondo Monetario Internacional, otra del Banco de España, de The Economist o de cualquier otra entidad u organización con mayor solvencia y credibilidad que el actual Gobierno de Zapatero.

La responsabilidad, el sacrificio y la solidaridad deben ganar la partida a la ocurrencia, el golpefectismo y la burocratización de la crisis. Pero Zapatero busca otra cosa. Su pretensión es el pacto-trampa con el que envolver en celofán su fracaso social y económico. Es tiempo de urgencias.

Es imprescindible explicar la verdad a los españoles para poder pedirles sacrificios. Y si se es incapaz o no se tiene la valentía para la sinceridad, la mejor opción es convocar elecciones y dar paso a las ideas y a la responsabilidad de Gobierno.

Dejar por más tiempo que las cosas transcurran como si nada sería como esperar un titán salvador. El sonido ensordecedor de las alarmas ha agotado la credibilidad de un Zapatero que se ha ganado a pulso la salida del Gobierno para dar paso a quien pueda aportar soluciones.

Es el momento de las propuestas desde la responsabilidad, la ilusión y el rigor para poder pedir sacrificios a los españoles. Es la hora de Rajoy.

Rafael Blasco Castany es consejero de Solidaridad y Ciudadanía de la Generalitat valenciana.

Vía epesimo

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