SALVADOR SOSTRES
Ernest Maragall, consejero de Educación y hermano del ex president, dijo la semana pasada que la sociedad catalana está cansada del tripartito y que esta fórmula de gobierno no puede tener vigencia más allá de la presente legislatura. El lío que se organizó fue fenomenal. Ayer lo repitió y la mala leche interna en el PSC es ya algo más que un rumor. Con su aspecto siniestro y su manera de expresarse, que sin duda guarda paralelismo con sus turbios pensamientos, el más tontorrón de los Maragall ha querido presentarse como un regenerador de la democracia, pero es sólo uno que ve que se le acaba la sopa boba y que busca una manera de salvar el culo, que en socialista no es otra cosa que el sueldo público. ¡Ay, mis pequeños funcionarios!
Ya hace semanas que el sector catalanista del PSC, representado en el Gobierno por los consejeros Tura, Nadal, Maragall y Castells, prepara su asalto a la cúpula del PSC, en manos actualmente del sector al que David Madí, secretario de Comunicación y Estrategia de CDC, bautizó con el preciso nombre de «quinquis del Baix Llobregat». Debería aclarar que el Baix Llobregat es un conjunto suburbial y, a veces, conflictivo, de donde proviene la mayoría de los dirigentes del PSC. José Montilla, José Zaragoza, Pancho Táboas... son los personajes que idearon el tripartito como fórmula, que convirtieron la política catalana en un descampado moral y la navaja del quinqui en su metáfora. Antonio Bolaño, jefe de prensa de Montilla, fue destituido tras conocerse que había amenazado al periodista Jordi Barbeta, de La Vanguardia. «¡No voy a parar hasta joderte!», le gritó por teléfono. Hoy Bolaño escribe en La Razón.
Si alguna vez los quinquis se creyeron invencibles, ahora su estrategia hace aguas. Es casi seguro que en otoño perderán la Generalitat. Y todos los pronósticos auguran que, por primera vez en 30 años, también el feudo histórico del Ayuntamiento de Barcelona. Es en este contexto de derrota y perdición donde hay que enmarcar las palabras de Maragall. El tripartito nunca ha respondido a una idea de país o a un proyecto político y sólo ha sido una estrategia para que tres partidos que nunca han ganado las elecciones pudieran ocupar la Generalitat. El tripartito es un golpe, un desafío a la voluntad de los catalanes. Desde 2003, en Cataluña los gobiernos no se deciden en las urnas, sino en los despachos. CiU, y sólo CiU, es la fuerza política que ha ganado todas y cada una de las elecciones al Parlament que se han celebrado desde la recuperación de la democracia. El tripartito es una estrategia de poder y para el poder, y por eso ahora que todas las encuestas señalan que ni así va a poder sumar la mayoría necesaria para tal propósito, las ratas abandonan el barco.
La desesperación ha llegado a tales niveles de angustia que no sólo los socios de gobierno se matan entre ellos, sino que los tres partidos sufren conflictos y toda clase de tensiones. En ICV, el actual consejero de Interior y presidente del partido ya anunció hace meses que no volvería a presentarse. En ERC, el actual vicepresidente Carod no es más que un cadáver flotante tras haber sido apartado de la dirección del partido y tampoco repetirá como candidato. La descomposición es total.
Siguiendo el hilo de ERC, ya hace tiempo que este partido escenifica su supuesta incomodidad, sobre todo con el socio minoritario, los ecocomunistas de ICV. Si bien es cierto que, como ha sugerido el presidente y próximo candidato de ERC, Joan Puigcercós, ICV no es un partido serio, y nada serio puede hacerse con ellos. También lo es que mientras ERC calculó que el invento les aseguraba cuota de poder y sueldos públicos para colocar a los suyos, no le hizo ningún asco a cualquier intimidad con estos chicos, que son hoy la misma vergüenza para la política catalana que lo eran antes. Cabe señalar también que Joan Carretero, artífice del nuevo partido Reagrupament -que en las próximas semanas anunciará que se presenta a las elecciones con el presidente del Barça, Joan Laporta, de candidato-, abandonó ERC cuando le echaron del Gobierno. Y fue entonces que el tripartito comenzó a parecerle un planteamiento despreciable. Nunca antes.
Éste es el estado y éstas son las motivaciones de la política catalana. La Generalitat es hoy un alboroto de derrotados intentando encadenarse a su coche oficial. El espectáculo es tan demencial que hasta José Zaragoza, secretario de Organización del PSC, le dijo la semana pasada a uno de los suyos: «Si continuamos así, CiU va a sacar mayoría absoluta»
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