Un par de meses sin Munar en las instituciones y uno se llega a creer que se la ha tragado la tierra. Ya quisieras tú, mi Barbie. Pero el viernes reapareciste en el juzgado, estábamos sedientos y nos diste de beber. Teníamos hambre y nos diste de comer. Bienaventurada imputada, gracias por volver a la luz sin perder caché, tan fresca y roja. Incluso más esbelta. Sin fans, es verdad. Pero ya sabes que yo no te fallo, muñeca. El único mortal que te ha dedicado un soneto, el único que te ha dejado hacer un cameo en una novela (Stradivarius rex), no ha querido perderse tu regreso. Madrugar y hacer guardia ante tu puerta (sala de vistas del juzgado número 9, tercer piso) tuvo su recompensa: cruzamos nuestras miradas esa fracción de segundo suficiente para que tú supieras que no te olvido y yo viese que nuestro idilio aún tiene futuro.
Tu regreso coincide con la reivindicación de la famosa muñeca Barbie en la última entrega de Pixar, Toy Story 3. Tus modales recatados contrastaron con los aires sobrados de hace unos meses, cuando mencionaste Hollywood. Se ve que ayer te faltaron unidades móviles y cámaras. Sin embargo, Miquel Nadal, que había entrado a las 9.15 horas a declarar, nos lanzó a un relato digno de una superproducción de la Twenty Century Fox. Dijo que eras «una figura que lo impregnaba todo», para dejar claro que no se hizo nada con Can Domenge que tú no supieras. Al final has conseguido un destino hollywoodienese. ¿Qué protagonista del séptimo arte es famoso por su capacidad de impregnar? Sin duda, Alien, el octavo pasajero, criatura pringosa y babosa sin rival.
Mientras yo hacía guardia al otro lado de la puerta, tú declarabas haber olvidado que pasaste la Nochevieja de 2005 en Sudáfrica, la Navidad de la adjudicación de Can Domenge. No me hagas sufrir, Barbie. No soportaría descubrir que te ronda el alzheimer. ¿No ves que mi sueño es ir a la cárcel a entrevistarte para poder escribir tu biografía? Al final este perro se durmió en los pasillos porque necesitaste casi dos horas y media para negarlo todo. El resto de periodistas no se durmieron gracias al debate improvisado sobre el atuendo que la cámara de IB3, Leticia, debía ponerse para ir a una boda. En aquel tiempo de espera a uno se le ocurrían todo tipo de gamberradas. ¿Y si aparecía en el rellano alguien con una careta del ex jefe de la Agencia Tributaria de Baleares Raúl Burillo, con intención de darte un susto a la salida de la sala?
Corrió el rumor de que no nos ibas a decir ni pío sobre tu declaración, pero lo único que a mí me preocupaba era: ¿a qué peluquería vas en verano? En La Colònia de Sant Jordi, ¿dónde te hospedas, en un modesto apartamento o en una mansión como la Villa Certosa de Berlusconi? No me cuadra que alguien que colecciona BMW tenga por segunda residencia un pisito de 50 metros cuadrados.
Poco antes de abandonar la sala, Primo introdujo en la misma un carrito de Mercadona vacío. Cielos, pensamos todos, ¿es que van a sacar a Barbie como una pata de jamón, ya curada de tanta confesión, o en lonchas y envasada al vacío? Pero no, era para los papeles, que ascendían en dos torres de un metro cada una. Unos 10.000 folios.
Otra de la preguntas que seguro que te harían, Barbie mía, en La Noria, es: ¿qué siente cuando ve a Bartomeu Vicens saliendo esposado de un furgón procedente de la cárcel?
La película de esta banda de Can Domenge al final va a parecer una secuela de Van Helsing, el famoso cazavampiros, porque a Vicens no se le borra la sonrisita diabólica ni con el traje a rayas. En Toy Story 3 también encontramos una historia de reclusión. El carcelero es un lindo oso de peluche, que oculta su verdadero malvado rostro. El novio de Barbie, Ken, al final abandona el lado oscuro. Su análogo, Miquel Nadal, ahora te señala con el dedo, Maria Antònia. Sigues reuniendo en tu figura la sonrisa del peluche y la ropa interior de una Cruella Devil. Por eso ya no te acosan ni los palmeros ni los periodistas. Sólo se atreven contigo los jueces.
El Mundo
Foto: Guiem Bosch
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