CARLOS CUESTA
Uno de los últimos informes sobre la economía catalana elaborado por Caixa Catalunya, entidad nada sospechosa de centralismo, advierte de que la previsión de Cataluña para el año es peor que la del conjunto de España: la comunidad tendrá una caída del PIB del 0,7%, mientras que España lo hará en un 0,5%. Añade que los empleos destruidos por la crisis -hasta el cierre de 2009- en esta comunidad superan los 300.000, un 20,6% de todo lo perdido en España -dato que supera en un punto el peso de la economía catalana en el conjunto de España- y un 13,2% del empleo destruido en todos los países del euro -ni siquiera toda España tiene ese peso en la eurozona-. El estudio prevé que Cataluña no recuperará su nivel de empleo de 2007 hasta 2016, lo que implicará una década perdida, y aclara también que en 2010 la ocupación en la industria catalana -motor tradicional de esta comunidad- se situará en 600.000 trabajadores, nivel al que no descendía desde los años 70. El informe concluye que no está claro que la industria pueda recuperar el empleo perdido.
Los últimos datos oficiales confirman la tendencia. El paro en Cataluña supera en casi punto y medio al de Madrid; sólo el 12,6% de la inversión extranjera recibida desde 2003 ha optado por Cataluña, mientras que el 60% ha ido a Madrid. Todo ello, en medio de una escalada de deuda pública que sitúa ya a Cataluña con 25.079 millones de euros en deuda -uno de cada cuatro euros de la deuda total regional y más del doble que la de Madrid-.
Porque mientras otros quitaban barreras a los comercios, eliminaban trabas a la creación de empresas, bajaban impuestos e impulsaban el aprendizaje del inglés, ellos bloqueaban el empleo en grandes superficies, disparaban la burocracia, se aferraban a impuestos nocivos y confundían el bilingüismo con el paletismo. Ahora su guión les exige culpar al resto de sus problemas y disparar su reclamación. Por desgracia, los datos seguirán ahí.
El Mundo
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