miércoles, 4 de agosto de 2010

Toros y demás criaturas

EL ÁGORA

JAVIER MACÍAS

«IMITAD a Sócrates, sed consecuentes!, fue el mensaje que a modo de despedida nos transmitió el profesor de ética cuando finalizó el seminario. Esta es una de las cuestiones más difíciles con las que se enfrenta el ser humano a lo largo de su vida, ya que por el puro interés solemos enmascarar con la virtud del altruismo asuntos que clarísimamente nos convienen. La prohibición de las corridas de toros en Cataluña alberga este tipo de contradicción.

Siendo consecuentes, la industria de los embutidos y sus aderezos tendría que irse al garete. El cerdo, animal bondadoso donde los haya, sufre lo indecible cuando el matarife sin piedad le hunde el cuchillo hasta el mango buscando en su garganta la vena aorta. El animal grita al cielo la desventura recordando sus primeros juegos con los mellizos para disputarse la tetilla más jugosa, mientras mamá cerda tumbada y al objeto de no molestarles se hace la dormida. Lamentablemente no es el único caso, desde que a los tiernos corderos les hacen la incisión en el cuello hasta que terminan desangrándose, transcurre un tiempo que debe parecerles eterno.

¿Y qué me dicen de los pollitos? Amontonados en cajas de cartón aplastándose los unos sobre los otros, quedamos consternados por la mirada del piolindo solicitando ayuda a través de un ojo, ya que el otro, debido a la falta de espacio, la patita de un compañero se ha visto obligado a obturárselo. ¿Y todo por qué? Para ahorrar. En cajas destinadas a 30 pollitos colocan 60, significa que emplean la mitad de los envases que racionalmente hubieran necesitado. Si calcula que hay que expender 150.000 pollitos, puede localizar fácilmente de qué cifras de beneficios estamos hablando.

Las vacas perciben con toda nitidez cuándo van a ser sacrificadas. El espanto asoma a las pupilas al observar el desmayo de sus hermanas una vez aplicadas las descargas eléctricas. El retumbe seco de los cuerpos al caer, la trágica pirueta de las patas saludando al vacío y las ubres arrugadas como sacos desvencijados no invitan precisamente al regocijo. Catalanas, catalanes, sean consecuentes y no coman tampoco carne de ternera. Sólo que dediquen cinco minutos a pensar lo que deben sufrir estos seres en los prolegómenos de su final, obliga a eliminar los chuletones de vuestras mesas por más condimentos que les adornen para conseguir la atención del paladar.

Un pensador del siglo XIX manifestó que los nacionalismos eran el señuelo que empleaba la burguesía para entretener al trabajador y desviarlo de sus reivindicaciones. Dos siglos más tarde se mantiene en vigor este principio, con el agravante de que la estupidez humana ha alcanzado cotas inimaginables. Recordando el sufrimiento de casi todos los animales y por si existe la más mínima duda: la prohibición de las corridas de toros en Cataluña se trata de una defensa para la preservación identitaria, de forma que al eliminar los referentes costumbristas en ningún caso pueda decirse que usted se encuentra en España.

El Mundo

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