Laporta celebra que ya es político con espumoso francés en vez de cava, un puro y su novia
ABC
Se da aires de triunfador, pero vive de los méritos ajenos, es decir, de las victorias de un equipo azulgrana que han hecho olvidar una oscura gestión marcada por el déficit de las arcas del Barça y el uso de espías para controlar a directivos contestatarios. Joan Laporta, ese patriota candidato a presidir Cataluña que bebe champán en lugar de cava, intenta jactarse ahora de haber convulsionado el mundo independentista con su entrada en la política catalana, donde ejerce una OPA hostil contra Reagrupament, al tiempo que picotea de ERC y de CiU.
Laporta saborea el impacto, más mediático que real, de su recién nacido partido, Solidaritat Catalana. Pero lo hace en plan nuevo rico, con champán francés, purazo en una mano y joven enamorada en la otra. Esa imagen, captada por las cámaras en algo que se parece mucho a un falso robado, circulaba ayer por Internet para delicia de los amantes de la prensa rosa y de sus adversarios políticos, pues la foto en cuestión se une a aquéllas que, hace unos meses, mostraban a este político arribista bailongo y sudoroso, empuñando de nuevo una botella de champán francés.
Ese nuevo reportaje fotográfico, cotizadísimo por el papel «couché», permite conocer de cerca a su novia, Sana Khouja, de 22 años, hija de padre egipcio y de madre española. A la chica se la ve entregada y a él, mucho más. Se la come a besos, literalmente. La diferencia de edad (Laporta tiene 48 años) es lo de menos. Lo de más es cómo el ex presidente del FC Barcelona mira a la cámara por el rabillo del ojo, para asegurarse de que el «paparazzi» inmortalizará ese momento romántico, similar al que la pareja protagonizó el verano pasado en un yate con un grupo de amigos entre los que se encontraba la hija de la Duquesa de Alba, Eugenia Martínez de Irujo, a la que llegó incluirse en la larga lista de conquistas del ex directivo del Barça.
Lo dicho: un triunfador. Las urnas dirán si también lo es en el terreno electoral. La campaña será dura, sobre todo si hay que soportar a Laporta exhibiendo el dedo pulgar a los fotógrafos en pose «superenrrollada».
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