Opinión, sociedad, ritos, polémica y comentarios sobre una Mallorca maravillosa y sobre España en general
viernes, 20 de agosto de 2010
Independencia, barra libre, por el Grupo Ramon Llull
EL ÚLTIMO artículo del Grupo sobre las tres palabras mágicas «Nación,
Estatuto y Estado de Derecho» no ha llegado a tiempo. El Tribunal
Internacional de Justica de La Haya, dependiente de las Naciones
Unidas, ha declarado que «no hay ninguna prohibición general contra
las declaraciones de Independencia». Este principio, que ha sido
aplicado a Kosovo, supone permitir todo lo que no esté expresamente
prohibido. Todo puede ser convalidado con la política de hechos
consumados. A pesar de que la declaración no es vinculante y que ha
habido opiniones discrepantes emitidas por miembros del Tribunal lo
importante es haber tenido el voto favorable de los jueces de EEUU,
Reino Unido, Alemania, Francia y Japón.
Dicen que cada uno cuenta de la feria según le va, pudiendo añadir que
cada uno en la feria de la política puede crear el marco jurídico que
mejor le vaya a sus propios intereses. Da la clara impresión que la
declaración de la Haya está inspirada por los más fuertes, por los más
centralistas, por los que no sienten el riesgo de la aparición de
incómodos Taifas dentro de su propio Califato. Está claro que en la
etapa de creación de la UE se prefería que los interlocutores fueran
pocos, lo cual suponía dar más fluidez a la vida de la Comunidad.
Ahora con la crisis, cuyo final no se ve, por muchos brotes verdes que
los políticos dicen que ven, en definitiva será el mercado, ese
mercado tan criticado, el que decida. Dentro del mercado, los grandes,
los fuertes, los más centralizados dan preferencia a la atomización,
donde los problemas se decidirán sólo entre los más enterados y que la
plebe se aguante. Porque los problemas de ahora son más graves y
complicados que cuando se respiraba euforia y optimismo, cuando la
organización daba preferencia a la estética y al organigrama. Ahora
bromas ni una. Si España quiere dividirse en tres o cuatro españas se
aplaudirá nuestra división. Cuanta más división, tendremos menos
influencia y menos poder. Ya sabemos que la violencia en España, como
cauce para llegar a la independencia, pierde fuelle. No será lo de
Kosovo. Pero por la división interna el resultado final será el mismo
para nosotros.
Se resolverán los verdaderos problemas en petit comité tomando un café
y dejando los G-20 y los grandes espectáculos políticos para la plebe
que discutirá sobre la Nación de Naciones, la Federación y la
Confederación, el Estatut y los Toros, la Cohesión y la Diversidad, la
Lengua y la Identidad y las traducciones simultáneas en el Senado.
Todo lo demás, los problemas transcendentales se van a tratar mano a
mano y sin levantar actas. Así se escribe la Historia desde hace
siglos.
A la declaración de los jueces en apoyo a la Independencia, en el
ámbito del Derecho Internacional, ha seguido la declaración del
Departamento de Estado americano, en el ámbito de los Derechos
Humanos, condenando la inmersión lingüística del catalán. Contra esto
han reaccionado con irritación nuestros líderes pancatalanistas.
Zapatero, mirando de reojo más a Barcelona que a Washington anuncia un
«contrainforme» que intenta ser un aparato ortopédico para su
debilitado talón de Aquiles que es el nacionalismo catalán. Nuestros
líderes pancatalanistas impresionarían más a los pragmáticos
americanos con el siguiente arrebato de sinceridad. Recordad, señores
americanos, que en política el fin justifica los medios. Para ejecutar
vuestra política de barra libre hacia la Independencia el método más
seguro es una rotunda y descarada inmersión lingüística en la
enseñanza. Para esto no necesitaremos vuestros dólares, pues nos basta
el apoyo económico de la Generalitat catalana, un espontáneo sentido
de la corrupción, una política de prebendas y la creación, con el
apoyo de todos los partidos, de más burocracia para amigos y clientes,
aunque prometiendo solemnemente su reducción con más ventanillas
únicas. Conseguiremos más implantación del catalán exigiendo el
doblaje de las mejores películas americanas bajo la amenaza de fuertes
multas. Exigiremos la rotulación de los comercios en catalán, pues los
turistas están de capa caída. Hasta en Madrid después de suprimir el
Ministerio, ahora suprimen la Secretaría de Turismo. Así los turistas
se quedarán en vuestros países de origen. Los proyectos turísticos,
incluso los de más calidad, se pueden impedir con la eficaz
colaboración de los subvencionados ecologistas. La reforma de la Playa
de Palma terminará antes de lo esperado, cuando sus avispados gestores
terminen el suculento reparto del Máster Plan.
Alegraremos la vida diaria de la plebe con los ridículos referéndums
en los Ayuntamientos. Además, para sensaciones fuertes, fomentaremos
el buen recuerdo del Califato de Córdoba en el Ándalus, lo que será
fácil a través de la Alianza de Civilizaciones, que apoyaremos en
connivencia con nuestro vecino del sur del Estrecho. Será la mejor
forma de resolver, por fusión, el problema de Ceuta y Melilla y al
norte quedará un buen aliado americano quizá más corrupto, pero menos
dubitativo y más leal.
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