ESTO, señoras y señores, no da más de sí. Me refiero a la era Zapatero. Nuestro presidente se encuentra desbordado por todos los flancos, el doméstico y el internacional, el económico y el político. Todos sus planes se han venido abajo: las medidas anticrisis, la negociación con ETA, la presidencia europea, el estatuto catalán. Incluso cuantas más mujeres mete en el gabinete, más mujeres son asesinadas por sus parejas y hasta su equipo, el Barça, pincha en la Liga de Campeones. ¿Qué está haciendo ante el problema griego? Absolutamente nada. Todo el protagonismo se lo llevan Ángela Merkel, Van Rompuy, Sarkozy o cualquiera que pase por allí. Él bastante tiene con repetirnos que no somos Grecia y que la recuperación está a la vuelta de la esquina. Patético. El último ridículo, pues ha perdido hasta ese sentido, es ese anuncio de reducir altos cargos y empresas públicas, que supondrá un ahorro de 16 millones de euros. ¿Saben ustedes cuánta es la deuda española que caduca este año? Pues nada más y nada menos que 225.000 millones de euros. No han leído mal, doscientos veinticinco mil millones de euros. ¡Y quieren refinanciarlo ahorrando dieciséis! O creen que los demás son tontos o los tontos son ellos. Claro que, acostumbrados a que los españoles nos creamos todas sus mentiras, tal vez esperan que las crean los extranjeros. ¡Pero menudos son los inversores! Esos las ven venir y refinanciar esa deuda va a costarnos un ojo de la cara, como a los griegos les cuestan los dos refinanciar la suya.
¿Qué va a hacer este hombre, más sólo que Gary Cooper en la famosa película? Pues lo de la recuperación en puertas no se lo cree ni él, ya han visto que cambió «el mes que viene» por «los próximos meses» y que cifra su mayor logro en que «el 80 por ciento de los parados tienen cobertura». Si todo cuanto hace frente a la crisis se reduce a pagar el seguro de desempleo, ¿qué va a hacer cuando todos estemos en el paro menos él?
Tiene ante sí dos caminos: o seguir instalado en la ilusión y la mentira en espera del milagro o dar un giro de 180 grados a su política económica -si puede llamarse política económica a lo que viene haciendo- y se pone a hacer lo que le recomiendan todos los expertos y organismos nacionales e internacionales: recorte a fondo del gasto público, incluido el social, reformas del mercado laboral, congelación de sueldos y salarios, retraso de la edad de jubilación y otros malos tragos por el estilo.
Conociéndole, sabemos que elegirá la primera opción. No porque desconozca que la segunda es la correcta -hasta ese punto no llega su ignorancia-, sino por ser una de esas personas incapaces de admitir que se ha equivocado. Como la mayoría de los incapaces. Así que, señoras y señores, abróchense los cinturones de seguridad.
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