vista de una marea baja en la costa de San Vicente de la Barquera en Cantabria.
Grecia, Roma y Egipto vivieron siglos de Historia y civilización a orillas del Mediterráneo. El comercio marítimo hizo que la cartografía se desarrollara desde muy temprano. La oceanografía, en cambio, sufría un gran retraso. Y cuando Ramon Llull escribió su Ars navegandi su explicación de las mareas fue sino científica sí pionera en el planteamiento.
El interés de Ramon Llull por el mar empezó pronto. Según algunos autores, fue el escritor medieval más antiguo que escribió sobre las cartas de navegar y los instrumentos de la náutica. Otros afirman, incluso, que dirigió la carta de Angelino Dulcert: la primera hecha en Mallorca y considerada una de las obras más perfectas del siglo XIV.
En 1934 Miquel Massutí Alzamora publicaba en la revista La Nostra Terra el artículo La teoria lul·liana de les marees. ¿Habría sido el Beato pionero también en la oceanografía? Ya Piteas en el siglo IV a.C. señaló la relación entre las mareas y las fases de la Luna, pero ni la náutica ni la cartografía habían llegado aún a la física marina.
«El Mediterráneo era el centro cultural de la época, pero las mareas aquí son demasiado pequeñas y no suponían un fenómeno tan importante como para ser estudiado», apunta el físico oceanógrafo del Institut Oceanogràfic de Balears, José Luis López-Jurado.
No está confirmado que, como insinúa en la obra De Geometria, Llull fuera a Inglaterra. Sí estuvo en Ceuta y en Galicia, lugares en contacto con el Atlántico donde pudo observar cómo dos veces al día subía el nivel del mar; y otras dos, bajaba.
«El mar y la tierra son cuerpos esféricos y, porque la esfera del agua está situada en su parte cóncava sobre la esfera de la tierra, el mar tiende a sumergir la tierra», escribía Llull en su especie de Ars navegandi que se publicó en Coimbra en 1546. Si no se producía el hundimiento era porque «el agua tiende a estar junta y a no dividirse ni extenderse, por ello no se sumerge la tierra». Una idea que Massutí Alzamora entendió como el esbozo de la propiedad de cohesión de los cuerpos.
¿Por qué en su Mallorca natal el flujo y reflujo del mar era apenas imperceptible? Además de intuir ya que la configuración de la costa podía modificar la marea, Llull afirmaba que «el arco del mar no es tan esférico y está contenido en la tierra». «Es decir, no hay espacio suficiente para que se produzcan con tanta importancia como en el Atlántico», añade López-Jurado. La intención estaba, faltaba la exactitud científica.
Aquel runrún de Piteas de Marsella sobre la influencia de la Luna en las mareas llegó hasta la Edad Media. Quizá Ramon Llull también observara que los días de Luna llena y nueva tenían mayor amplitud, pero él fue más allá. Se considera que fue el primero en hablar de la intervención de la acción del Sol.
«Por causa de la naturaleza del Sol, el mar es flujivo; pero por causa de la naturaleza de la Luna, es reflujivo», escribía el Beato. Y aunque las teorías actuales reconocen la actuación de ambos astros, el papel es el opuesto al que apuntó el mallorquín. «La Luna es productora y la que tiene mayor importancia y el Sol, modificador», asegura el físico oceanógrafo. El humanista llegó a explicar las manchas del satélite: las negras, eran de tierra; y las pálidas, de agua.
«Llull muestra una gran inquietud. De haber nacido en una época con acceso a estudios, podría haber llegado más lejos. Su teoría no puede considerarse científica», afirma el físico. Faltaban aún tres siglos para que Isaac Newton diera la teoría aceptada actualmente en sus Principios matemáticos de la Filosofía Natural.
En La teoria lul·liana de les marees Massutí Alzamora recoge también que algunos autores como P. Pasqual fueron, además, fervientes defensores de la idea de que las obras de Llull sirvieron de punto de partida al viaje de Colón a América. ¿La conexión? Partiendo de la supuesta nacionalidad genovesa de Colón, se enlaza con los libros que el Beato dejó en dicha ciudad en poder de un amigo suyo que bien podría haber sido el navegante. Eso y que en el siglo XV, cuando se formó Colón, las doctrinas del mallorquín estaban en boga en Génova.
«En otra parte opuesta del poniente estriba en otro continente que no vemos ni conocemos desde acá, pero por la verdadera filosofía que conoce y observa por los sentidos la esfericidad del agua y su flujo y reflujo, que necesariamente pide dos opuestas vallas», escribía Ramon Llull. El lector queda petrificado.
¿Otro continente? Tras el frotar de ojos, sí, lo leído es exactamente eso. ¿Podía aquél al que tradujeron como Raimundo Lulio, supuesto inventor de la brújula, adelantarse un siglo al descubrimiento de América? Hay quien dice que la leyenda de la Atlántida corría con fuerza en aquellos días y que, incluso, podía hablar de China. La duda ahí queda.
Baleàpolis (El Mundo)
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