miércoles, 5 de mayo de 2010

Zapatero y Rajoy


MIENTRAS los titulares del New York Times anuncian que «España se mueve demasiado lenta en reformas cruciales», con un análisis muy crítico a las medidas del Gobierno, «arriesgando caer en la misma trampa que Grecia», Zapatero cita a Rajoy para hablar, no del paro, no de esas reformas estructurales, no de la rebelión que se anuncia en Cataluña por la sentencia del Constitucional, sino de la ayuda a Grecia y de las Cajas de Ahorro. Pocas veces habrá quedado más en evidencia el horror que produce a Zapatero la realidad. No quiere verla, como Lorca, la sangre de Sánchez Mejías.
¿Qué puede esperarse de este encuentro? Pues lo de los anteriores: fotos. El saludo protocolario, los dos sentaditos en la sala, la despedida, Zapatero esbozando una sonrisa, Rajoy muy serio, y hasta la próxima. ¡Así se quiere salir de la crisis! A no ser que el presidente lo dé ya todo por perdido e, incapaz de tomar las medidas oportunas, espere que sea la Comunidad Europea quien se las dicte, como a Grecia, a cambio de su ayuda. De él puede esperarse cualquier cosa menos que rectifique y nos diga la verdad. Mientras a Rajoy no se le puede pedir más que acuda, escuche, le pida que rectifique y se deje fotografiar. En otro caso, le cargarían con el sambenito del desaguisado.
Y voy a aprovechar la falta de noticia en esta noticia para impugnar una especie muy extendida: la que equipara a Rajoy con Zapatero. Incluso en comentarios fuera de la órbita gubernamental se ha impuesto acompañar la crítica al presidente con unos zurriagazos al líder del PP, situándolos poco menos que al mismo nivel. Lo que, aparte de injusto, es falso.
Rajoy tiene muchas carencias y puede no ser el líder de la oposición que España necesita en momentos tan críticos como estos. Pero tanto humana como políticamente está en las antípodas de Zapatero, un hombre al que sobran habilidades y prejuicios, y faltan cualidades tan necesarias para dirigir una nación como son los principios, la visión histórica y el valor para tomar decisiones impopulares.
El principal reproche que se hace a Rajoy es que sólo sabe criticar al Gobierno. Pero aparte de que ese es el papel del líder de la oposición, está el hecho más que constatado de que, en vista de la deriva estrafalaria y en algunas ocasiones suicida del Gobierno, era su deber hacerlo. ¿Qué querían, que aplaudiese la negociación con ETA mientras se rearmaba para seguir matando, que apoyase un nuevo Estatuto catalán claramente anticonstitucional, que se uniera a Zapatero al negar la existencia de la crisis y a unas medidas que no servían de nada contra ella? ¿Era eso lo que querían? Pues íbamos aviados. Rajoy ha hecho y dicho lo que tenía que hacer y decir. Posiblemente lo hizo y lo dijo mal, pero esa es otra cuestión. Pero sostener que ha estado poniendo palos a las ruedas del carro es una bellaquería. Aquí, el único que ha puesto palos a las ruedas del carro es José Luis Rodríguez Zapatero.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL

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