lunes, 17 de mayo de 2010

Deconstrucción de España: Un patio de vecindonas (II)

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De Ángel Puerta (el 27/04/2010 a las 19:58:21, en El puchero de las habas)

En el capítulo anterior de esta serie, además de un avance de cómo el Estado se va “licuando” por la presión de los nacionalistas y de cierta izquierda pseudoprogre, tratábamos el asunto de cómo desde prestigiosos medios de comunicación de países vecinos se nos ve como una Administración, la del Estado de las Autonomías, demasiado cara para los tiempos de crisis que corren. Pero no sólo eso, sino que, además, advertían del riesgo de que se quiebre la unidad de mercado en España. No pocos observadores denuncian que cualquier país que quiera invertir en el nuestro tiene que estudiar hasta 17 legislaciones autonómicas para ver la que más les conviene. Demasiadas trabas, sobre todo cuando hay tanta competencia global para captar inversiones.

Lo grave es que este choque de legislaciones autonómicas también se origina a nivel doméstico. Después de 30 años de autonomías y de competencias transferidas, se da la circunstancia de que, ahora, las comunidades se tienen que reunir entre ellas, “pasando” del Gobierno de la Nación, para hacer compatibles sus legislaciones en materias que afectan al interés general de todos los españoles, o sea, para poner remedio al desaguisado en que nos hemos metido. Un ejemplo reciente y significativo se dio con el sonado caso de las licencias de caza. Cada comunidad tiene sus normas y expide sus licencias. Y así se dio la paradoja de que el ex ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, se vio metido en un lío por cazar en una comunidad, con licencia de otra. Pero han sido numerosísimos los casos de descoordinación entre comunidades en materias de sanidad, juventud o en incendios forestales.

Recauchutada

Visto el descontrol, las propias comunidades autónoma se han visto obligadas a reunirse para poner parches a esta España cada vez más recauchutada. Al principio sólo se reunían las seis comunidades que han reformado sus estatutos en los tres últimos años, ahora se van incorporando el resto y con una filosofía de base que consiste en prescindir del Gobierno de la Nación para alcanzar acuerdos. Ahora la idea es incorporar a este foro al resto de las autonomías en un intento, decía recientemente el consejero balear de Presidencia, el socialista Albert Moragues, de “construir otro tipo de Estado de las autonomías”, un Estado “horizontal” donde las comunidades autónomas desde la “cohesión y el diálogo” incrementen su colaboración para alcanzar una mejora de la calidad de vida de la ciudadanía”. En este asunto parece que no hay disensiones entre comunidades del PP y del PSOE. El consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León, el popular José Antonio de Santiago-Juárez, abundaba en lo mismo, o sea, en la “necesidad” de que exista un órgano de interlocución entre las comunidades, “al margen del Gobierno central”, en el que cada territorio pueda exponer sus necesidades y compartir experiencias para buscar soluciones a las cuestiones que son “competencia exclusiva” de los ejecutivos autonómicos.

Da la sensación de que todas las autonomías del club coinciden en que esta España “horizontal” se resume en un puzzle de relaciones bilaterales entre ellas y cada una de ellas con el “Estado residual”. Algunas comunidades manifiestan abiertamente que la “conferencia de presidentes” se les queda pequeña; otras abogan por que el Senado sea de verdad una Cámara de las autonomías. Las peleas entre comunidades por sus Estatutos o por la financiación o la percepción de que el presidente del Gobierno sólo se “moja” por las autonomías que le interesan electoralmente están generando una apreciación de que España más que un país o una nación es un patio de vecindonas.

Diecisiete estaditos

Parece que cinco siglos de historia del primer Estado moderno de Europa, España, al que contribuyeron tanto los abuelos de los actuales catalanes, como de los vascos, valencianos, baleares, navarros, riojanos, cántabros, asturianos, gallegos, castellanos y leoneses, manchegos, murcianos, extremeños, andaluces, canarios, melillenses, ceutíes y madrileños, no han servido para nada. Siglo XXI y todavía nos seguimos cuestionando quiénes somos, de dónde venimos y a donde vamos. Pues está claro, todos juntos somos una nación y un Estado sostenibles, con posibilidades de futuro, pese a la crisis, en un mundo global en el que pese a los eufemismos de paz, bondad, alianza y solidaridad, lo que priman son los intereses. Por separado, no somos más que diecisiete “Estaditos” de mierda en el concierto mundial. Cierto que unos más mierda que otros, pero eso ya es sólo cuestión de complejos o prepotencias acomplejadas.

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