Y tú más” es la estratagema que utilizan los partidos políticos para tapar sus miserias cuando reciben los furibundos ataques de sus contrincantes. Pero esa argucia semántica ya no convence ni a sus militantes.
El mejor antídoto para combatir la corrupción es concebir una catarsis interna en los partidos
Y tú más” es la estratagema que utilizan los partidos políticos para tapar sus miserias cuando reciben los furibundos ataques de sus contrincantes. Pero esa argucia semántica ya no convence ni a sus militantes.
Por tanto, el mejor antídoto para combatir la corrupción, y así poder depurar a chorizos y sinvergüenzas, es concebir una catarsis interna. Al principio puede significar una solución traumática pero, a medio plazo, resulta productiva.
En un primer momento la herida sangra a borbotones; después la hemorragia comienza a controlarse con unos simples apósitos y, finalmente, la llaga cauteriza sin más.
Como las malas noticias sobre la corrupción suelen presentarse cíclicamente, sin avisar tanto a populares como a socialistas, los aparatos de Ferraz y Génova deberían pactar un protocolo para expulsar del sistema a los corruptos.
Los asuntos del trinque han surgido en las dos últimas décadas indistintamente sin exclusiva partidista: Naseiro versus Ollero/Juan Guerra; Matas versus Astapa; Gürtel versus Filesa.
¿Quién es capaz de tirar la primera piedra? En todo caso habría que lanzar un guijarro pesado para descalabrar a los trincones. Sin tapujos y sin misericordias.
Pero sin entrar en esa dinámica diabólica del “y tú más”, que se aleja de las reivindicaciones de los ciudadanos, y no digamos de los cinco millones de parados, me gustaría profundizar en un comentario sectario sobre la Gürtel.
He escuchado a más de uno afirmar maledicientemente que la trama de Correa ha supuesto el caso más grave de la corrupción política en España porque ha defraudado 27 millones de euros mientras que la red Filesa sólo desvió seis millones de euros a las arcas del PSOE, unos mil millones de las antiguas pesetas.
Esta aseveración, además de una falacia, es una estupidez. Lo que faltaba: establecer un sistema de pesos y medidas para calibrar la corrupción. Una majadería porque, en todo caso, la medición no sería cuantitativa sino cualitativa. Gürtel y Filesa no son comparables aunque las una el cordón umbilical de la corrupción.
Filesa se trataba de una trama corrupta montada desde el cuartel general de un partido para obtener dinero a fin de financiar sus campañas electorales y Gürtel, como se ha demostrado judicialmente, es una red constituida para el beneficio de unos pocos, al margen de que algunos de los beneficiados sean políticos del PP.
Los millones defraudados no terminaban en la caja de caudales de Génova sino en las cuentas de Correa y cía en Suiza, Mónaco, Islas Neves y Miami, entre otros paraísos fiscales. El dinero de Filesa, en cambio, fue destinado a sufragar los gastos de la campaña electoral del PSOE de 1989 después de que las arcas de Ferraz quedaran extenuadas por el referéndum de la OTAN.
El Tribunal Supremo pudo demostrar que Filesa, entre otras operaciones, pagó directamente a El Viso Publicidad y a la imprenta Hauser y Menet 432 millones de pesetas. Durante la investigación del caso tuve la oportunidad de hablar con dos de las personas que más sabían sobre la trama: Alberto Flores, el gerente de Malesa, y Carlos Alberto Van Schouwen, el economista de Filesa que tiró de la manta.
Flores me puso el acento en la condición maquiavélica de la operación Filesa. Me contó que en el PSOE estaban hartos de que los maletines fruto de las comisiones se quedaran por el camino en los bolsillos de los intermediarios y transportistas y por eso el partido decidió centralizar las mordidas por medio de las sociedades instrumentales Filesa, Malesa y Time Sport. “En realidad, quien realmente dio la idea de que cursaran las facturas a través de Filesa fue un banquero, que había enviado a Ferraz un maletín con 24 millones de pesetas para financiar el partido y, al final, sólo llegaron 12. Fue el ideólogo.
Su planteamiento fue asumido por el PSOE: montar una estructura de empresas, que ya estaban constituidas, para impedir que se enriquecieran unos pocos desalmados”. Esto es lo que me contó Flores, un funcionario socialista al que dejó tirado su propio partido y tuvo que pagar con varios años de cárcel mientras otros se emboscaban.
En las cloacas del caso Gürtel ha funcionado el cohecho entre unos desalmados y unos pocos representantes públicos del Partido Popular, pero en el caso de Filesa imperó la coacción y el chantaje. Si una empresa quería obtener una contrata del Estado antes tenía que pasar por caja.
Y el dinero vampirizado propiciaba que un partido político jugara con ventaja en una campaña electoral. Los socialistas viajaban en Mercedes mientras los demás se tenían que conformar con un Seat.
Los peritos del caso Filesa, después de un minucioso trabajo de 500 folios sobre las cuentas de Ferraz, dictaminaron que el PSOE se había financiado ilegalmente a través de Filesa con la colaboración de grandes bancos y empresas. Las sociedades socialistas dejaron de ingresar en Hacienda 267 millones durante los ejercicios 1989 y 1990. Y tirando del hilo
de Filesa se llegó a las cuentas del PSOE en la Unión de Bancos Suizos de Ginebra. La historia es esquiva y caprichosa. Ya he dicho que los acontecimientos históricos se repiten de manera cíclica. En abril de 1993, Felipe González, entonces secretario general del PSOE, manifestó que Guillermo Galeote era el único responsable de las finanzas del partido y que él se había enterado de las irregularidades del caso Filesa por la prensa.
La ejecutiva aceptó las dimisiones de Galeote y Navarro, que dejó su escaño de diputado, pero se opuso a la dimisión de Benegas, secretario de Organización. ¿Le suena a algo? Pero en torno a Filesa también sopló un viento de matonismo y amenazas.
Según me comentó el ciudadano chileno Van Schouwen, que había sido contable de Filesa, él se decidió a filtrar a los periodistas los documentos sobre la red de financiación irregular del PSOE cuando comenzó a ser violentado: “Me amenazaron con matarme. Me llamaban por teléfono y me decían que me iban a hacer desaparecer como había hecho Pinochet con mi hermano. Pero lo que colmó mi paciencia fue mandarme a la policía a mi casa para coaccionarme con expulsarme de España”.
No acabaron ahí sus peripecias. Los métodos mafiosos parecían más de la ciudad siciliana de Corleone que de Barcelona. Cuando ya había puesto en circulación sus denuncias recibió de los administradores de Filesa un millón de dólares si se retractaba de sus acusaciones. A Alberto Flores me contó que el economista chileno decidió tirar de la manta porque Oliveró le sustrajo una comisión de 10 millones de las antiguas pesetas y lo apartó del negocio cuando protestó.
El contable se defendió, pero fue machacado por la maquinaria del poder socialista por medio de técnicas mafiosas. Van Schouwen era una mosca cojonera que interfirió entre el poder político y el poder financiero. Él me resumió su protagonismo de una manera muy plástica: “Al final yo era un intruso que venía a orinar en el asado”.
Vía La Gaceta
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