(LD)El ecologismo es la nueva religión laica. Ha dotado a la vida política y social de un vocabulario, de una forma de ser acorde con una moral, de instituciones venerables, de acontecimientos milagrosos y apocalípticos, de apóstoles, de un yo-colectivo, de un nuevo enemigo al que culpar y discriminar, y, cómo no, de una serie de "verdades". Esa ecología se convierte en el elemento determinante.
Lo penúltimo que ha aparecido en esta nueva religión es el vínculo entre el cambio climático y el auge de las dictaduras y los Estados fallidos. La idea es la siguiente: la ausencia progresiva de agua y alimentos por el cambio climático es hoy inexorable, lo que provocará en los próximos decenios el cambio político en sentido dictatorial o de desintegración estatal.
En este planteamiento subyacen varias premisas dudosas. La primera de ellas es que la democracia es un régimen posible sólo entre los ricos, lo que supone que el régimen adecuado para países pobres o en vías de desarrollo es la dictadura o cualquier forma autoritaria. La situación económica vendría dada por el clima, por lo que aquellos países con mejor clima son los únicos adecuados para la democracia, y los que soportan temperaturas peores están abocados a regímenes de inferior calidad. Esa determinación climática de las formas de gobierno, y de las personas, es bastante arcaica, y los científicos sociales y los pensadores políticos la desecharon en el largo transcurso de la contemporaneidad, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial.
La segunda premisa dudosa es la determinación económica de la estructura jurídico-política. Esta vuelta al materialismo histórico, al mil veces muerto Marx, resulta bastante ingenua. Ese mecanicismo está hoy desechado. No hace falta más que echar un vistazo a la historia española del siglo XX: ¿Fue la economía la que determinó el fin del régimen de la Constitución de 1876? ¿El crecimiento económico durante la Dictadura de Primo de Rivera, con la colaboración de la UGT en los comités paritarios, impidió su caída? ¿La Segunda República fracasó por alguna determinación económica? No.
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