domingo, 17 de enero de 2010

Tradición golpista

En un texto reciente de su blog personal, Josep Lluis Carod recupera sin ningún pudor la tradición golpista de su partido. Al afirmar que el futuro de Cataluña no lo decidirá ningún tribunal constitucional, sino el propio pueblo catalán, desprecia la legalidad vigente y nos comunica que lo que vale al final es la imposición por la fuerza de los hechos consumados. Nadie debe asombrarse de este tipo de planteamientos subversivos de un responsable gubernamental perteneciente a Esquerra Republicana, formación que en dos ocasiones, en abril de 1931 y en octubre de 1934, demostró su carácter totalitario, revolucionario y violento, al rebelarse contra el ordenamiento entonces en vigor e intentar, aunque sin éxito, proclamar unilateralmente la independencia de Cataluña desde la Generalitat. Para Carod y sus secuaces el pacto de la Transición no ha existido nunca y por supuesto el honor a los compromisos adquiridos es un concepto ajeno a su conciencia. Cuando el vicepresidente del gobierno catalán nos dice que si la tan dilatada sentencia del Tribunal Constitucional les es favorable, la aprovecharán para seguir en su senda secesionista, y que si les es adversa, le darán la vuelta, lo que nos está advirtiendo es que cualquier intento de integrar a los nacionalistas en un proyecto común está condenado al fracaso y que la persistencia en ir ampliando las concesiones a tenor de sus crecientes exigencias sólo conduce a la frustración. Sus pomposas apelaciones a la lucha del pueblo catalán por las libertades ignoran que los catalanes gozan ya de todos los derechos democráticos propios de los sistemas constitucionales modernos y que los únicos que limitan gravemente dichas libertades son los gobiernos nacionalistas al situar la identidad por encima de otros valores superiores como la igualdad, la autonomía individual, la solidaridad y la justicia. Por supuesto hay que agradecerle su brutal sinceridad, que pone en evidencia su convicción de que frente a su propósito disgregador no va a encontrar una resistencia seria. Ha llegado por tanto la hora de que los dos grandes partidos nacionales reaccionen y pongan en sus sitio a una gente cuyo poder real no va mucho más allá de sus bravatas.

Prohibido pisar las flores

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