Enviado Especial
Esas lágrimas, las que derramó como nunca antes hizo en público, eran ya lágrimas de número uno del mundo. Ese rostro sollozante pronto cubierto por una toalla era el de un pentacampeón de Roland Garros. Esa figura derrumbada de júbilo en el centro de la cancha estaba tallada en oro, con el valor, el orgullo y la clase del mejor tenista de la tierra. Rafael Nadal venció a Robin Soderling por 6-4, 6-2 y 6-4 y ganó por quinta vez en París, recuperando el trono del que le privó en 2009 el mismo hombre a quien ayer anuló desplegando sus mejores recursos en la arcilla. Un año después, ante un público más generoso que nunca, el español vuelve a lo más alto. La copa que recibió de manos de Nicola Pietrangeli, doble campeón en los 50, simboliza todo su poder.
En la quinta pelota de break de las ocho de que dispuso Robin Soderling, todas ellas frustradas, Nadal se llevó el punto con una volea poco después de responder a un smash. El sueco perdería una oportunidad más a continuación, con un resto fuera de derecha sobre un segundo servicio. Sigue en DXT pág. 3
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