lunes, 7 de junio de 2010

La Preysler manchega


Ana María Rodríguez Mosquera se casó con José Bono en 1980. Guatemalteca de origen y coruñesa de pro, es imagen de la firma Tous, por lo que cobra -dice su marido- hasta 450.000 euros al año.

El patrimonio de la familia de José Bono supera con creces los seis millones de euros; en pesetas, mil millones. El presidente del Congreso ha optado por justificar tanto poder adquisitivo en buena medida con los ingresos de su mujer, Ana Rodríguez Mosquera. El siguiente paso en la cadena de explicaciones fue una inusual entrevista ofrecida por ella a la revista Tiempo. Inusual porque la señora de Bono sólo se ha acercado a la prensa en contadas ocasiones y casi siempre ha optado por el amable papel cuché.

Lo hizo, por ejemplo, a finales de 2008, cuando su hija Amelia estaba embarazada; habló para la revista Diez Minutos y dijo que en casa tenía dos mileuristas:“Mi hija Ana y mi hijo José, que gana menos que un mileurista”. Su hijo José Bono Rodríguez adquiría ese mismo año un chalé en Bargas, Toledo, de más de 250 metros cuadrados, a través de una sociedad de la que es administrador. El apenas mileurista carga desde entonces con una hipoteca de 120.000 euros.

Sobre su hijo varón, la mujer de Bono ha comentado que “nos hubiera gustado que hubiera sido periodista, pero ha decidido que lo suyo es la hípica. Es una decisión muy reciente y le hemos dicho que sí”. Un sí rotundo que ha ido acompañado del apoyo familiar en su más amplio sentido, a juzgar por los nueve caballos de competición que ha tenido en propiedad José Bono Rodríguez desde 2005 y cuyo precio supera los 800.000 euros.
O por el piso valorado en un millón de euros ubicado en el centro de Madrid que el político socialista ha regalado a su hijo. Mucho patrimonio por explicar, pretendidamente cargado en su mayoría a los ingresos de Ana Rodríguez Mosquera, a quien por cierto, según los vecinos de la urbanización donde reside la familia, en Olías del Rey (Toledo), le sobra glamour: “Incluso cuando baja en bata o en chándal a recoger la comida del catering que le envían en camioneta del Hotel Beatriz está divina”.

La mujer de José Bono nació en Guatemala en 1957; hija de padres gallegos, regresó a España con 14 años. Primero vivió en A Coruña; después en Madrid, donde comenzó a estudiar la carrera de Sociología. Cuenta que conoció a José Bono al ir a recoger a unas amigas suyas a casa del político socialista. Y dice que lo suyo fue un flechazo; un noviazgo de seis meses y después, en diciembre de 1980, boda.

C on 23 años estaba embaraza de su primera hija, Amelia; después tendría otros dos, Ana y José y finalmente adoptaría a una cuarta, Sofía. Al parecer la pequeña es su ojito derecho. Y hay quien razona con ironía que tal vez por eso la niña de 9 años es propietaria de un local ubicado en un centro comercial de Toledo, valorado en 300.000 euros y gravado con una hipoteca que la niña habrá terminado de pagar en 2011.

También es accionista, junto con sus hermanos y sus padres, de las sociedades familiares Saja e Hípica Almenara. Ambas, con resultados positivos en los últimos ejercicios, aunque, de momento y salvo un año, no reparten dividendos entre los accionistas.

Para el bautizo de la pequeña, la madrina de la niña decidió regalarle la decoración de su habitación en el chalé de Olías del Rey. Al respecto, dice Ana María con cierta indignación: “¿Eso ¿es ilícito?”. En principio, no. Pero ocurre que la madrina es la mujer del promotor Rafael Santamaría, principal accionista de Reyal Urbis, que ha conseguido actuaciones favorables a sus intereses en Castilla-La Mancha, cuando la presidencia de la Junta estaba en manos de José Bono.

Es el caso de la recalificación de terrenos y autorización subsiguiente para levantar una ciudad fantasma de 9.000 viviendas en Yebes, Guadalajara, con parada del AVE incluida. O la concesión de diversas ayudas públicas a alguna que otra finca de Santamaría donde, por cierto, acude José Bono a disfrutar del campo. Aunque ya explicó el presidente del Congreso que él y el promotor son amigos, “pero no amiguitos del alma”.

Lo que no explica ninguno de los dos cónyuges es por qué Mar Moliner, madrina de Sofía, decidió regalar, además de la decoración de la habitación de su ahijada, también la de la hija mayor, Amelia. La dádiva ascendió a 7.669 euros. Un mes después, el matrimonio amigo también regalaba a Ana María y José la decoración de toda la casa familiar de Salobre (Albacete). El regalo les costó a los Santamaría 13.246 euros. La mujer de Bono asegura que devolvieron los muebles “porque no gustaron”.

No deja de ser llamativo que entre tanto bautizo, comunión y boda por el rito católico -en la retina, la deslumbrante unión entre Amelia y Rafael Martos-, que la matriarca del clan se declare no católica. “No me pongo ninguna etiqueta”, comentó a la revista Tiempo, en la que añadía: “No tengo nada en contra de los cristianos, es más, tengo muchos amigos entre ellos”. En cierta manera, es una mujer coherente, dado que ella también está bautizada.

Por cierto que padres de alumnos del mismo colegio al que el matrimonio Bono-Rodríguez llevó a sus hijos cuentan que en aquellos años Ana María intentó que se retiraran los crucifijos de las clases junto con otros padres. No lo consiguieron.

Más recientemente, en junio de 2008, Ana María y José Bono viajaron a Springfield, Massachusetts, para acompañar a la familia de Rafael Santamaría en la graduación de Rafa, hijo del promotor -y quien, por otro lado, parece que fue “un excelente jugador de fútbol y que representó muy bien al equipo del colegio”-, que había estudiado durante dos años en el colegio MacDuffie. Así lo cuenta un profesor de este centro, quien añade que le presentaron a los abuelos del joven primero y después a José Bono “como a Pepe, un buen amigo de la familia”. El presidente del Congreso comentó que habían llegado el sábado a Nueva York, donde se detuvieron para hacer algunas compras, y que estaban en Springfield desde esa misma mañana (domingo); por la tarde volvían a España.
El profesor del colegio MacDuffie comenta que “lo único que le interesaba a Pepe del colegio era saber cuánto costaba. Le comuniqué que para un estudiante internacional como Rafa, el precio no bajaba de 38.000 dólares por curso”.

A la matriarca del clan le encanta viajar, sobre todo a destinos exóticos. De ella se dice que es prudente y muy lista; intuitiva, segura y con carácter; callada y escasamente afectuosa. Le gusta montar a caballo y bailar. De esta manera la describe el periodista Juan Luis Galiacho, además de atribuirle una notable influencia en su marido: “Tanto -dice Galiacho, que influyó en que su primo, Alberto Saiz Cortés, fuera nombrado por Bono director del CNI y, con anterioridad, director general de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha”.

Al principio de su relación, la influencia recorrió un camino inverso. José Bono le facilitó la entrada como socióloga en la sede regional del PSOE en Toledo. Era el año 1983 y Bono resultaba elegido presidente de Castilla-La Mancha. Hoy, además de presidente del Congreso, es diputado por Toledo. El caso es que allí, dentro del organigrama socialista, en el Gabinete de Relaciones con la Sociedad, permaneció Ana María durante años, hasta 2004, con un sueldo que rondaba los 20.000 euros.

No es de aquellos años, sino de éste, su pregunta retórica sobre si “todavía hay personas que conciban a la mujer desde un plano de subordinación de género o laboral”.
Cuando a José Bono le nombran ministro de Defensa, el matrimonio se plantea una separación de bienes y Ana María se decide a entrar de lleno en el mundo de la joyería de la mano de la firma Tous y sus franquicias. La guatemalteca abrió su primera tienda en Toledo, pero no le fue bien y se trasladó al un centro comercial donde tuvo la suerte de comprar el local y convertirse en la excepción de esta gran superficie que sólo presta los comercios en régimen de alquiler. Suerte, porque, tal y como asegura Ana María, “nadie nos ha regalado nada”. Por tanto, el hecho de que el primo hermano de José Bono sea socio de los propietarios del centro comercial no debió de tener nada que ver en esta oportunidad de compra.

Los sucesivos fracasos en las franquicias de Tous fueron sustituidos por un nuevo contrato con la firma catalana, según el cual cobra un fijo anual de 109.000 euros acompañado de un porcentaje variable sobre las ventas que le han permitido cobrar algún año hasta 450.000 euros. A cambio, presta su imagen y gerencia a hasta seis franquicias repartidas en Castilla-La Mancha y una más en Madrid. En estas tareas, cuenta con el apoyo de su hija Amelia.

La primogénita ingresaba en 2008 un bruto de 30.000 euros aproximadamente, conforme ha explicado José Bono. Sin embargo, la suerte inmobiliaria que acompaña a esta familia ha querido que Amelia sea la propietaria desde 2005 de un ático situado a las afueras de Madrid valorado en 631.062 euros y que pueda pagar una hipoteca desde entonces de 450.000 euros.

Un año después, en 2009, Ana María se compraba otro ático, éste en el centro de Madrid, valorado en un millón de euros. Dice que es “porque paso mucho tiempo en Madrid y tengo muchos eventos de Tous. Surgió la oportunidad, estaba bien y lo compré”. Y tan bien: tiene piscina cubierta, vigilancia privada las 24 horas, zonas comunes, varios metros cuadrados de terraza... Aún no ha entrado a vivir; la seguridad del complejo explica que desde que se compró, no ha ido nadie por allí.

Cuentan a ÉPOCA que cuando José Bono le acompaña a esos eventos de la joyería es posible que también cobre por prestar su imagen; hasta 6.000 euros. Tous no ha querido dar ninguna respuesta.

Lo cierto es que mucho no se les ve juntos. “De cinco fiestas en las que he coincidido con Bono, sólo en dos ocasiones le acompañaba su mujer”, comenta un testigo de tales festejos. Ella es menos social que su marido. “Apenas sale”, apunta un vecino; cuando lo hace, prefiere vestir cómoda pero, a decir de algunos, siempre elegante. “Sus horarios son imposibles. A lo sumo, la puedes ver muy de cuando en cuando en el supermercado de Ángel comprando lácteos. Pasa completamente desapercibida. No baja nunca al casco histórico”.

Donde sí acuden juntos es a las visitas para decidir la compra de los pisos que va acumulando la sociedad patrimonial familiar. En marzo de este año se les pudo ver en El Campello, Alicante, donde adquirieron una vivienda dentro de una urbanización con vistas al mar. Escogieron los muebles de la cocina y los últimos detalles de acondicionamiento del nuevo piso. Tan nuevo que José Bono olvidó que ya lo tenía cuando un mes después hizo recuento de su patrimonio ante el fiscal general del Estado. Y del mismo modo, juntos, y por el mismo motivo, una nueva adquisición, habían acudido a Estepona, Málaga, en 2005. Les abría las puertas de la urbanización de lujo Las Náyades su no-amigo del alma Rafael Santamaría, a la sazón promotor del complejo que ya había reservado dos áticos contiguos en marzo de 2004 a precio de coste.

El matrimonio dio el visto bueno a las dos viviendas y decidieron unirlas para convertirlas en un gran espacio de casi 300 metros cuadrados. Pagaron por ellos 925.000 euros después de que su amigo les rebajase el precio en 549.460 euros. Todo un negocio en el que Bono y Ana María -ella prefiere que le llamen Ana- sí saben ponerse de acuerdo.

Vía La Gaceta

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