Zapatero completará el miércoles la Transición concretando en su histórica reforma laboral la única libertad que quedaba por legalizar, que es la del empresario. A partir de la semana que viene, las empresas que puedan demostrar que sufren crisis -y les aseguro que, tal como están las cosas, no hará falta forzar ninguna metáfora- podrán despedir a 20 días por año trabajado con el tope de un año de salario. La ley actual ya prevé esta posibilidad, pero la reforma de Zapatero cierra el margen interpretativo de los jueces, mayoritariamente sindicalistas cuando no directamente comunistas, como lo prueba el hecho de que, hasta ahora, el 80% de los despidos se juzgaban improcedentes y el empresario tenía que acarrear de por vida con toda clase de jetas porque no se podía permitir despedirlos.
Como siempre que una ley o una reforma beneficia a los empresarios, beneficia en la misma medida a los trabajadores competentes, honrados e implicados en la prosperidad de la empresa en la que trabajan. Esta reforma no sólo no debilita los derechos ni las condiciones de ningún trabajador válido, sino que los protege muy claramente. Primero, porque contratar ya no va a ser visto como un deporte de riesgo por el empresario, de modo que muchos más aspirantes van a tener derecho -éste sí que es un derecho- a demostrar su competencia y su capacidad. Y segundo, porque el empresario se podrá deshacer de holgazanes y gandules sin demasiada dificultad, y como no es difícil de entender, los principales perjudicados, a parte de los empresarios, por los empleados jetas, son los trabajadores más responsables y oportunos que, además de realizar su labor, tienen a menudo que dar el callo por los que no cumplen.
Dicho de otro modo, cuando un empleado honrado tiene algún problema, de la índole que sea, y acude a su patrón, normalmente el patrón le ayuda diligentemente a arreglar este problema, por muy personal que sea, porque el verdadero sentido empresarial, y el liderazgo bien entendido, incluyen la norma fundamental de temer por los cuidados de tu equipo. Los trabajadores díscolos, los irresponsables, los de la baja por un resfriado, los que no hacen nada, son los que al final, cuando ya han acabado con la paciencia del empresario que decide despedirles, acuden al sindicato para completar su infamia. Habrá excepciones, como en todas partes, pero cualquiera que tenga una empresa sabe perfectamente que así funcionan las cosas la mayoría de las veces.
Los sindicatos convocarán -seguro- su huelga general, no para arreglar ningún problema, ni para mejorar la situación de nadie, sino para intentar exhibir la fuerza que ya no tienen y poder luego continuar con su ignominioso chantaje al Gobierno y a los empresarios. Espero sinceramente que esta próxima huelga sea un fracaso tan estrepitoso como la huelga de funcionarios, porque habrá querido decir que los trabajadores al fin han comprendido que los sindicatos sólo se representan a ellos mismos y que quien de verdad protege, garantiza y paga los derechos de los trabajadores son la empresa y el empresario.
España conoció la recuperación de la democracia y con ella la legalización de los partidos políticos, la libertad de prensa, la abolición de la pena de muerte, la abolición, también, del servicio militar obligatorio, la Ley del Divorcio, etcétera, y finalmente conoceremos la libertad del empresario, que no tendrá que desangrarse cada vez que quiera echar a alguien. El primer empresario que acuda a magistratura por un asunto laboral y no tenga que salir con la cabeza gacha tras haber sufrido la enésima humillación, el tremendo escarnio de un juez solidario, será el símbolo de un vigor nuevo, de una libertad que muchos creían que no verían jamás y que, por fin, hemos conquistado.
El Mundo
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