A la izquierda le acaba siempre emergiendo el instinto de quemar iglesias. Como un tic. Ese anticlericalismo a lo Alfonso Guerra. Con la crisis le ha vuelto a surgir y ayer EL MUNDO publicaba que voces dentro del PSOE reclaman recortes para la Iglesia como una de las medidas anticrisis. Voces que el martes fueron las más aplaudidas en la reunión interna del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso.
Aún queda gente que cuando habla de esta institución ve a Franco resucitado y a todos los fantasmas de aquel tiempo. Y es incapaz de separar la anécdota de la categoría. Lo pasajero de lo inmarcesible. Claro, al no ser católicos, tienen dificultades en ello. Por muchos fantasmas que alguien quiera ver, y a pesar de los errores del pasado, la Iglesia católica es la primera ONG del mundo en general y también de España.
Cuando se habla de recortarle o de retirarle algún presupuesto a la Iglesia no se está hablando de retirarle financiación a una secta para que no pueda imprimir panfletos de captación. Estamos hablando de negar servicios sociales a la gente más necesitada, a la gente que no pude ni acceder a los servicios sociales que proporciona el Estado.
En las plazas mayores de los pueblos suele haber tres sedes: la del Ayuntamiento, la del sindicato y la iglesia. Cuando hay crisis, especialmente una aguda y compleja como la presente, la gente no acude ni a la puerta del Ayuntamiento ni del sindicato y todas las colas se forman frente a la iglesia, que es la que acaba arreglando el problema, o como mínimo haciéndolo más llevadero.
El dinero mejor invertido del mundo es aquel que a través de curas y monjas, y misioneros y misioneras, llega con total eficacia y sin ningún desvío a los más desfavorecidos. Ningún Estado ni organización gubernamental o no gubernamental ha sido jamás capaz de extender una idea del bien y su materialización de un modo tan generoso y resolutivo.
Con la Iglesia católica, la izquierda tiene el problema del franquismo, pero también otro problema mucho más inconfesable: la envidia. Mientras que los discursos izquierdistas son todos demagogia pura sobre los pobres y sus necesidades, pero luego, a la hora de hacer, hacen muy poco o no hacen nada, y aquellas sociedades gobernadas por la izquierda son siempre las más devastadas; la Iglesia, en cambio, practica la caridad que predica, y con muy pocos recursos es capaz de una caridad casi infinita.
La Iglesia, como toda organización humana, es imperfecta. Cometió errores en el pasado y los cometerá en el futuro. Errores que siempre hay quien estará dispuesto a exagerar porque lo más fácil -y cobarde- es atacar a quien no puede defenderse. Pero en ninguna otra mano como la de un cura o una monja tu dinero estará tan a salvo de ninguna corrupción, ni tan cerca de ser la voluntad cumplida de la Tierra, que da sus frutos para todos.
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