Redacción MD | Publicado el 4 Junio, 2010 | 3 Comentarios
En plena polémica por la entrada en vigor de la Ley de Reproducción Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, conocida como «Ley Aído», Luis Antequera publica Derecho a nacer (Sepha, 2010), con figuras de primera línea dentro del posicionamiento pro-vida como Benigno Blanco –presidente del Foro por la Familia– o Gádor Joya –portavoz de Derecho a vivir–, por citar sólo dos de los catorce coautores.
Se ha escrito mucho a favor y en contra del aborto provocado. ¿Qué aporta de novedad?
El libro pretende ser un sencillo argumentario contra el aborto, que sea válido tanto para aportar argumentos a los que se posicionan por la vida, como para convencer a los que se posicionan por la muerte del más débil. Algunos argumentos son ya muy conocidos, otros son novedosos, y todos ellos ofrecen respuesta a las falacias que el poderoso e imaginativo lobby abortista pone en la calle cada día.
En el libro critican la postura tibia del Partido Popular en torno a este tema (a pesar de que alguno de los autores es afiliado al PP). Ahora el PP la lucha contra el aborto –¿o sólo contra la Ley Aido?– la incorpora a su programa electoral. ¿Convencimiento o electoralismo?
Yo no puedo responder de la posición del Partido Popular ante el aborto. Lo que sí puedo decirle es que todos los que firmamos en este libro, algunos activos militantes populares y otros, como yo mismo, no, estamos contra el aborto, contra todo tipo de aborto, y desde luego por cambiar la mentalidad una sociedad como la española capaz de convivir con una cifra alarmante de 115.000 abortos al año. Estar contra el aborto no es sólo, como algunos creen y muchos están interesados en transmitir, una lucha código penal en mano; es una lucha con los muchos instrumentos que una sociedad que se pretende moderna y desde luego es próspera ofrece: pedagogía, apoyo social, valores, respeto a la maternidad, alternativas…
En su introducción señala que colaboran autores de diferentes ideologías, pero todos a favor de la vida. ¿Dónde están esos autores de izquierda que también dice que colaboran en el libro?
Reducir las ideologías a lo que hoy día catalogamos como izquierdas y derechas, es excesivamente simplista y maniqueo. Entre los quince autores que escribimos en el libro, los hay creyentes y no creyentes, quien se tiene por más conservador y quien se tiene por menos, y por lo que se refiere al problema que abordamos, el aborto, partidarios de incidir más en tal política o aspecto, y partidarios de hacerlo mejor en tal otro. No obstante ello, no crea Vd. que en la izquierda militante tal como la entendemos hoy en España, no existe oposición al aborto. Por citarle sólo un caso que acabo de tener la ocasión de analizar, en Estados Unidos un 30% de los votantes republicanos se consideran pro-elección, como ellos dicen, y no pro-vida. Pero no menos cierto es que un 33% de los demócratas, supuestamente la izquierda norteamericana, se consideran pro-vida y no pro-elección. La lucha por la vida no es una cuestión de derechas o de izquierdas. De lo que sí le informo no obstante, es de que si se realiza una segunda edición de Derecho a nacer, prometo esmerarme en aportar más argumentos de las personas declaradamente izquierdistas que, como nosotros, están contra el aborto.
Hay un dato escalofriante, que señalan Luis del Pino y Fernando Garrido en dos capítulos diferentes: matar un huevo de águila real tiene la misma pena que matar un ejemplar de águila real. En el caso de los humanos no es así…
La causa de los proabortistas es una lucha necesariamente incoherente. Las incoherencias por lo que al aborto se refiere son muchas más que ésta que Vd. señala con acierto. Sin duda, sabe Vd. que a una niña de dieciséis años no se le puede expender una cajetilla de tabaco pero sí se le puede practicar un aborto, o que mientras necesita el permiso paterno para acudir con el colegio al circo, no lo requiere para acudir a un abortorio a practicarse un legrado abortivo. No menos espeluznante me parece que muchos que se pronuncian por el aborto hablen de castigar a un padre que da una bofetada a su hijo, o que la mayoría de los que están por abolir la fiesta de los toros estén por el aborto.
Victoria Uroz y Beatriz Mariscal denuncian que los medios de comunicación no se hacen eco del síndrome posaborto, no hablan. ¿Proteger a las mujeres de que caigan en ese agujero, no debería ser uno de los objetivos del feminismo, si es que está para defender a la mujer?
Por supuesto que sí, no me cabe la menor duda. Lo que yo sí dudo y cada vez más, es si los movimientos ultrafeministas piensan en la mujer o piensan en algo diferente, como por ejemplo, en imponer una ideología de género más relacionada con una determinada cosmovisión que con la defensa de una mujer que, por otro lado, está muy cerca ya, en las sociedades democráticas occidentales, de alcanzar su plena equiparación. Es en otras civilizaciones distintas pero no distantes donde hay que dar la cara hoy día por la igualdad femenina.
Llama mucho la atención en el capítulo «El negocio de los abortorios» de Santiago Mata. Por los datos que aporta, la nueva legislación proabortiva parece que está encaminada especialmente a proteger los intereses comerciales de un oligopolio empresarial, más que a tener una normativa «progresista» de «ayuda» a la mujer.
No olvide Vd. lo que ha constituido el primer impulso de la Ley Aído. Un reportaje de la cadena Intereconomía llamado a concienciar a la sociedad sobre el uso fraudulento de una ley que estaba llamada a amparar como mucho 5.000 abortos anuales y estaba, sin embargo, acogiendo más de 100.000, se convierte por el contrario, en la mejor prueba de que los abortorios españoles trabajaban en precario, y de que para que siguieran trabajando a pleno rendimiento y con seguridad, era preciso acomodar la legislación: tal fue el planteamiento, ni más ni menos, que de la Vicepresidenta del Gobierno, la Sra. Fdez. de la Vega. Recientemente el Sr. Barambío, presidente de ACAI (Asociación de clínicas acreditadas para la interrupción del embarazo), se quejaba de la nueva ley y pedía su urgente reglamento por no entender muy bien cómo se iban a producir los pagos a los abortorios, tema que es el que más parece preocuparle. Sí, no me cabe duda alguna de que para algunos, la industria de la muerte infantil es un gran negocio.
En varias partes del libro aluden a la adopción como alternativa al aborto. Incluso denuncian que los «progres» se escandalicen de que una mujer deje a su bebé ¡vivo! en la puerta de un convento, y no lo hagan si seis meses antes decidió matarlo. ¿Pero no cree que el impacto psicológico para la madre es mucho más grave si ha llevado nueve meses al feto, ha visto a la cara de su hijo, y tiene que abandonarlo porque le es totalmente imposible hacerse cargo?
Es que yo, y probablemente muchos de los que escriben Derecho a nacer, creemos en la adopción como solución in extremis, y que la mayoría de las madres, no menos de tres de cada cuatro, que llegan a conocer a sus hijos gracias a darlos a luz, no los abandonan jamás. Pero si aún así lo tiene que dar en adopción, ¿sabía Vd. que más de 10.000 españoles recurren cada año a la carísima, penosísima y arriesgadísima adopción internacional? ¿Cuántos cree Vd. que lo harían si la adopción fuera barata, sencilla, rápida y con todas las garantías que el sistema español está en condiciones de ofrecer hoy día?
¿Este libro está dirigido sólo para un público antiabortista?
No, precisamente no. Nuestro objetivo es ofrecer argumentos a los que se manifiestan contra el aborto, pero también y no menos, trasladar los mismos a los que no son antiabortistas, con la deliberada intención de convencerlos. En las democracias no hay que esperar a que la gente se acerque a nuestras posiciones por arte de birli-birloque o porque el oponente lo hace fatal; hay que ir a buscarles e intentar convencerles con argumentos de que aquello en lo que creemos es lo bueno para la sociedad y para ellos mismos. Por si ello fuera poco, la lucha por la vida es una lucha hermosa, y los argumentos de los que estamos por la vida, los mejores, los más acordes a los tiempos y los únicos que conducen al progreso.
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