Hace una generación, en tiempos de la reforma política y la transición, la gente hablaba del futuro de España, o de Cataluña, y trataba de olvidar, en pro de la convivencia, los recuerdos de la guerra civil. Agotado el discurso de muchos dirigentes políticos, a lo largo de estos últimos años hemos visto como cada vez más reaparecían los recuerdos de la guerra civil y el franquismo como arma política. Hace poco, en la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre reprochaba a los socialistas la revuelta de Asturias en 1934. Camps, el president de la Generalitat Catalana, hablaba de esa gente a la que le gustaría verlo tirado en una cuneta. El juez Baltazar Garzón ha intentado llevar a juicio a gente muerta hace veinte o treinta años... Ésta es una pregunta que hace diez años hubiera sido tonta pero ahora es inevitable: ¿Josep Anglada es franquista? Y si es así, ¿en qué momento Vic, Vendrell, Cervera, Manresa, Sant Martí de Riucorb, Tàrrega u Olot, se volvieron más franquistas que Madrid, Toledo o Valladolid?
Mire usted, Josep Anglada no es franquista. El franquismo acabó con la muerte de Franco y personas del franquismo de entonces, como Adolfo Suárez, Manuel Fraga e incluso Fernández Ordóñez, transitaron del franquismo a la democracia. El mismo rey Juan Carlos fue nombrado sucesor por Franco en 1969 y sin embargo ha sido innegable su contribución a la transición democrática de todos, de todos, de todos los españoles. Yo, cuando murió Franco, no era ni siquiera mayor de edad. Teniendo en cuenta todo eso, sería irreal que alguien como yo, hoy día, se considerara franquista. Lo que pretende la izquierda es polarizar a la sociedad, dividirla, bifurcarla en extremos, porque es la manera en la que evitan que fuerzas de amplio espectro, que no somos ni de derechas ni de izquierdas, como es Plataforma, podamos traducir en apoyo electoral el descontento de la población con la gestión de la inmigración, la generalización de la corrupción o el encasquillamiento de la casta política podrida.
La política catalana de esta última generación se ha hecho invocando a la Cataluña profunda pero desde las élites barcelonesas. Sabemos cómo se imagina a Cataluña desde Barcelona, cómo se ve la política barcelonesa desde la Cataluña rural. Cómo vicense, ¿se siente usted abandonado por Barcelona?
Por Barcelona no, en modo alguno. Me siento abandonado, nos sentimos abandonados, por esa casta política podrida que se ha erigido en una especie de élite intocable, que vive generosamente a costa del bolsillo de los demás. Ellos, para mantenerse en el poder, han tenido que inventar una Cataluña que no es real, nos han tenido que enfrentar al resto de España y han construido muchas profesiones “catalanistas” que viven del cuento. Los ciudadanos ya se están dando cuenta, perfectamente, de que el principal problema que tenemos es esta clase política que nos ha conducido a esta crisis económica colosal, a esta crisis de valores monumental y a esta invasión de inmigrantes intolerable.
Hay dos temas a tratar con cualquier político catalán: la lengua y la soberanía, a los que usted ha añadido un tercer tema que nadie más se atreve a tocar de forma abierta: la inmigración. Usted es catalanista, y defensor de una identidad catalana, pero, ¿es usted soberanista? ¿Cuál es su posición frente al bilinguismo?
Yo soy catalanista en la misma medida en que soy español. España no es una unidad monolítica sino una unidad de matices. Cataluña, Andalucía, País Vasco o Galicia, por poner unos ejemplos, son cada cual una identidad propia, pero constituyen además una identidad superior y común que es España. Luchar por Cataluña es hacerlo por España y luchar por España es, igualmente, hacerlo por Cataluña. Nosotros, en Plataforma, somos bilingües. Utilizamos indistintamente las dos lenguas, como hacen comúnmente la mayor parte de los ciudadanos catalanes. Hablar catalán es también hablar español. No podemos reducir la expresión de España a una sola lengua, porque España es una nación multilingüista, como atestigua, por ejemplo, El Quijote cuando habla del vizcaíno. Otra cosa es que la casta política parasitaria que tenemos esté utilizando la confrontación lingüística para sus propios intereses, es decir, para mantenerse en el poder a toda costa y preservar sus injustos privilegios de casta.
Inmigración. Palabra evitada por la mayor parte de los políticos. Ha sido usted acusado de crecer electoralmente atizando el miedo y la xenofobia. ¿Qué puede responder a esa acusación? ¿Cómo se siente al ver que los mismos políticos que le atacan por hablar de inmigración pasan a usar como propias sus iniciativas? Me refiero, en concreto, y supongo que nuestro público lo recordará, a la forma en que el Ayuntamiento de Vic trató de impedir el empadronamiento de inmigrantes ilegales, o a la forma en que el PP de Badalona ha reproducido sus tesis sobre la delincuencia ciudadana en un folleto del que después se han desdicho.
La inmigración en España ha sido un fenómeno reciente pero de una inusitada velocidad e intensidad. Con las cifras en la mano, no cabe duda de que podemos hablar de una verdadera invasión, especialmente si nos referimos a la inmigración musulmana. Yo sostengo que el musulmán se comporta en España y en Occidente como una auténtica diáspora, es decir, que trae aquí a su país porque en modo alguno está dispuesto a integrarse. Más bien está dispuesto a expandirse, a colonizarnos a nosotros por medio de movimientos migratorios. Esto no es algo que diga yo, es algo que ya han dicho dirigentes políticos institucionales con Ben Bella en la ONU en 1973 o recientemente Gadafi.
Todos los politólogos, sociólogos y periodistas están de acuerdo en que el voto a PxC es en gran parte un voto de protesta contra los políticos profesionales. Si esto es así, ¿por qué un voto a usted y su partido y no a otros partidos creados a partir de plataformas ciudadanas?
Yo no creo que nosotros seamos un voto protesta. Somos un “voto propuesta”. El problema es que la fanfarria, las palabras vacías y huecas, la escenografía por encima del debate de la actual casta política podrida ha llevado a que haya una brecha cada vez más importante entre los políticos profesionales y la gente de la calle. Plataforma, al ser un partido populista-identitario, trata de asumir las posiciones de la gente, lo que llamamos el sentido común, y transformarlo en propuestas políticas. De ahí que nosotros estemos llenando el hueco que nos están dejando los demás partidos. Eso es lo que explica el fenómeno Anglada.
¿Vamos a ver a una iniciativa de la Cataluña rural irrumpir en la Cataluña urbana? ¿PxC en el extrarradio barcelonés?
No. Yo creo que vamos a ver una PxC que va a ser fuerte en la Cataluña rural, por una parte, y en los barrios obreros de las grandes ciudades y en las urbes industriales, por otra. Poco a poco PxC va extendiendo su campo de acción y su presencia orgánica, que necesariamente se traducirá en tejido institucional a partir de las municipales del próximo año. Estoy seguro de que el crecimiento de PxC tiende a ser homogéneo en toda Cataluña.
Las iniciativas políticas catalanas rara vez son secundadas fuera de Cataluña, pero sin embargo las iniciativas de PxC han sido imitadas en Valencia por España 2000, un grupo que no oculta su filiación política con la derecha radical, y son seguidas de cerca por numerosos observadores de la política española y europea. Después de una plataforma en Vic, ¿una Plataforma en Madrid? Después de las elecciones al Parlament, ¿las elecciones europeas?
Ya veremos. Muchas veces los proyectos políticos se han realizado desde arriba y hacia abajo. Nosotros estamos haciendo el camino inverso. Empezamos en los municipios, dando el callo en los problemas de los vecinos, y a partir de ahí estamos creciendo hacia arriba. Después de las elecciones al Parlament de Cataluña vienen las elecciones municipales, donde pensamos obtener un magnífico resultado también. Con ese bagaje, creo que estaremos listos para dar el salto a nivel nacional. Pero eso dependerá de que primero quememos una etapa, la de consolidarnos en Cataluña, y también de que haya gente dispuesta a tirar del carro en el resto de provincias y regiones.
A vueltas con la inmigración. Si la demanda de más condiciones de seguridad y de mayor control de la inmigración se muestran como útiles a la hora de captar votos. ¿No existe el peligro de que partidos mejor financiados, los que ya están presentes en las instituciones oficiales, le roben sus argumentos y le marginen? Aparte de su discurso en favor de un mayor control de la inmigración, ¿qué más puede ofrecer PxC al electorado catalán?
La gente no es tonta y sabe lo que es un original y lo que es una copia. Ya pueden hablar lo que quieran de inmigración, que los que de verdad estamos abordando ese asunto somos nosotros. Así que, desde ese punto de vista, no me preocupa en absoluto. Nosotros vamos a hacer un programa electoral sincero, ambicioso e ilusionante. Queremos dar más libertad a las personas al mismo tiempo que garantizamos un Estado fuerte; queremos defender nuestra identidad occidental frente a las agresiones externas; queremos propugnar la solidaridad entre los miembros de una misma comunidad mediante la restauración del papel tradicional de la familia como institución intermedia. Vamos a ser audaces en nuestro programa, se lo aseguro.
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