Columnas / la feria de las vanidades
Mientras Andalucía se acerca al abismo, cuatro consejeros de la Junta se reúnen para instarnos a no hablar de «parados»
Día 27/11/2010 - 22.52h
Debería constituirse en esta Andalucía de las modernizaciones sucesivas y las presidencias sucesorias una asociación de nombre rotundo y sonoro: «No con mis impuestos». Una plataforma independiente que despertara a la adormecida sociedad civil para dar un puñetazo encima de la mesa y exigirles a los jerarcas del Régimen que se dejen de pamplinas y de tonterías. Y que si quieren publicar una guía sobre comunicación socioambiental con perspectiva de género (sic), que se haga con el dinero de sus respectivos bolsillos, no con nuestros impuestos. ¿Unas jornaditas tan absurdas en un hotel de lujo con mochila de cuero y lápiz de diseño para los asistentes? Pues que abran la cartera y lo apoquinen. Pero que dejen a salvo el dinero que se ha de destinar a la educación, a la sanidad o a las pensiones.
Mientras Andalucía se acerca al abismo, mientras en el horizonte se divisa el cierre del grifo europeo, mientras hay miles de autónomos con las carnes abiertas y los créditos cerrados, mientras los trabajadores por cuenta ajena temen por su empleo, mientras el paro alcanza la cifra de un millón para el peor presidente de la Junta, mientras la pobreza rompe las costuras de Cáritas y llena los comedores sociales, cuatro consejeros de la Junta se reúnen en un hotel de diseño para instarnos a no hablar del «número de parados», sino del «número de personas que buscan empleo». Como si eso fuera lo importante. Como si no existiera la dura realidad al otro lado de los cristales tintados donde viajan, blindados, estos burócratas del Régimen que ignoran la agonía económica de Andalucía y se dedican a recomendarnos que en vez de «futbolistas», escribamos «quienes juegan al fútbol».
Si no fuera por la firma de la compañera Mercedes Benítez en la cabecera de la información, uno creería que estaba leyendo una parodia sobre la corrección política. Pero no es así. Y la risa se congela en los labios al comprobar que el dinero y el esfuerzo de las dos administraciones, la legal y la paralela, se van en estas chorradas que solo persiguen el adoctrinamiento. Unas tonterías que también buscan la provocación para tildar de machistas o de ultraderechistas a quienes se atrevan a criticar estos derroches en tiempos de crisis. De ahí el invento del «ecofeminismo», un término que no tiene ni pies ni cabeza, y que viene a sustituir al vacío que dejó el muro de Berlín cuando las utopías cayeron para descubrir la crueldad que se ocultaba tras el telón de acero: eso que no querían ver los progres de entonces y que temen recordar los de ahora.
Llamar «quienes actúan» a los actores es una memez perfectamente calculada. Como esa manipulación de la historia que pretende adjudicarle todos los avances en la igualdad de sexos —el género es gramatical o textil— a la izquierda, cuando el voto femenino se aprobó en la II República gracias a la derecha y con la oposición del PSOE. Algo que no es responsabilidad de los dirigentes socialistas actuales, como tampoco debe achacarse el machismo del Régimen franquista a los militantes del PP. Pero la demagogia es así. Por eso hace falta esa plataforma para desenmascarar a tanto farsante: «No con mis impuestos».
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