Por Remedios Morales
Indulgentes copulantes míos: Decía el actor Tony Curtis: "El matrimonio es muy difícil. Son muy pocos los afortunados que pueden casarse con chicas multimillonarias de un metro de busto y que hayan sido sometidas a lobotomía frontal". |
Sí, y también muy pocas las afortunadas que pueden casarse con hombres ricos que no hagan preguntas impertinentes sobre la forma en que nos gastamos su dinero, que no dejen por ahí los calzoncillos sucios y a los que no les brille la calva.
El matrimonio es difícil, no voy a decir que no. Principalmente porque los humanos no somos como los pajaritos, que cuando toca darse el pico se lo dan como posesos; pero después de la época de celo permanecen juntos, formando parejas sin sexo en las que hembras y machos derrochan instinto conyugal y paternal.
Con respecto a la coyunda, los humanos tenemos que aprenderlo todo. Afortunadamente, la sociedad nos ofrece unos estereotipos sexuales que ya están experimentados y, más o menos, nos adaptamos a ellos. Pero esos estereotipos pueden cambiar bruscamente, que es lo que ha pasado en los países occidentales; y si en una de éstas la sociedad se equivoca y reinterpreta mal las estrategias sexuales y reproductivas, puede ponerse en peligro, porque el futuro de cada sociedad depende de que lo que se transmita a la siguiente generación sea un mensaje correcto acerca de cómo debe conducirse para traer al mundo otra generación.
Actualmente los jóvenes tienen una imagen del matrimonio muy negativa. Hay pocas bodas, y los contrayentes son ya mayorcitos porque se lo han pensado mucho y tienen el colmillo retorcido. El 50% de las bodas acaba en divorcio y los casados se ven a sí mismos como prisioneros, porque añoran una vida interesante llena de aventuras y libertad. Pero todo cansa...y hasta Julio Iglesias acaba casándose.
Todo el mundo lo dice: el matrimonio y la familia están en crisis. Y eso es como decir que la sociedad está en la agonía. Pero yo os digo que el matrimonio y la familia, además de tener la capacidad de dar continuidad a una sociedad, también son una forma muy buena para vivir una vida feliz y plena y morir con la tranquilidad de haber hecho cosas verdaderamente útiles. Si en el fondo de vuestro corazón queréis encontrar a alguien adecuado para casaros y tener hijos, no os acobardéis y adelante.
La primera condición para casarse bien es que hay que estar enamorado; pero eso no es suficiente, porque os podéis enamorar de una persona incompatible con el matrimonio. Hay que conservar la cabeza fría. Sólo se puede tomar en serio al pretendiente con el perfil adecuado. Os voy a echar una mano y empezaré por preveniros contra los tipos de pretendientes más abominables, para que no os embauquen.
– Hay que aprender a detectar a los casados y quitárselos de encima. Están por todos lados y no discriminan, les vale cualquiera porque no van en serio. Suelen quitarse el anillo y disimular, pero los hay que se hacen los sinceros y aseguran estar a punto de divorciarse. No os creáis nada. En el mejor de los casos, os harán perder el tiempo. En el peor, desharéis un matrimonio, y eso es un mal comienzo.
– Quedan también descartados los drogadictos, los desequilibrados y los borrachos –sobre todo los llorones–, porque tienen muy mal rollo. Redimirlos está fuera de vuestras posibilidades. Son carne de psiquiatra. A lo mejor cantando rock duro o como artistas de vanguardia son geniales, pero no sirven para casarse.
– No salgáis con gente violenta, porque pueden convertirse en maltratadores. Mi amiga Benigna, la lotera, me recuerda que ella dio puerta a un novio porque le vio dando una patada a un gato. ¡Bien! Es un dato revelador, ya que enseguida piensas que la próxima patada puede recibirla tu nalga. También hay mujeres muy brutas. Yo he visto a una sacando medio cuerpo por la ventanilla para llamarle sietemesino a un taxista, y os aseguro que daba miedo. A los violentos se les desenmascara fácilmente, pero os aseguro que es imposible neutralizarlos.
– Os prevengo también contra los hombres mujeriegos y las mujeres coquetas y frívolas, porque son muchos los matrimonios que se rompen por infidelidades. Los hombres son más infieles. ¿Cómo detectar a un hombre infiel? Ya lo dice el refrán: "El hombre que no es casero canta en otro gallinero". También hay mujeres propensas, y hasta se dice que un hombre sin cuernos es un animal indefenso. Chorradas. La mera sospecha suele cabrear, así que ni se os ocurra jugar a dar celos. Además es una memez.
– Los varones tacaños (¡ej!) son especimenes siniestros. Jamás os caséis con un mal proveedor, porque un mal proveedor es un mal marido y no cumple con su destino biológico. Mi vecina Adelaida dejó atrás una horrible experiencia con un hombre roñoso hasta la sordidez, que siempre conseguía entradas de claque, y mi pobre prima estaba harta de salir del teatro con las manos hinchadas de tanto aplaudir. Tampoco convienen las chicas derrochonas, sobre todo si vienen con lo puesto. Las parejas que no se rompen por infidelidades suelen romperse por cuestiones de dinero.
– Ojo con los hombres vagos. A veces son también cantamañanas y mentirosos. Toda la fuerza se les va por la boca, y tienen mucho peligro porque suelen ser marrulleros y conquistan a traición. Mi profesora de refuerzo de suelo pélvico se hizo novia de un joven médico rico y de buena familia y resultó que era afinador de pianos y su padre, bedel del conservatorio. Lo bueno es que mentía tan bien que, aun después de casada, la pobre tardó un par de años en caer de la higuera. Hay que pedir siempre informes.
– Ciertos individuos son capaces de amargar la vida a cualquiera. Los hipocondríacos, los melancólicos, los depresivos y los acongojados, por ejemplo. Son capaces de hablar de las agonías de toda su parentela y amistades. Lloran oyendo lo del ramito de violetas de Cecilia y te echan a perder la tarde. Una cosa es no ser alegre y otra muy distinta es ser tétrico y pelma.
– Los retorcidos, los dramáticos y los discutidores tienen una convivencia difícil. Suelen ser patéticos, y tan pesados que se repiten más que un surtido de morcillas. Les gusta buscar culpables (tú, por ejemplo) y montar un pollo que acaba como el rosario de la aurora. Mi compañera de tonificación de glúteos me apunta un dato que dice extraer de su propia experiencia: si son hombres, dan gatillazos. Os lo digo de su parte, pero yo no estoy muy segura.
– Los groseros y misóginos mejoran si se les educa, pero hay que tener paciencia con ellos. Reconozco que yo no la tuve cuando mi segundo novio me explicó cómo prefería él a las mujeres: "Dámelas delgadas y limpias, que gordas y sucias ya se vuelven ellas". Lamentable.
– Mi último consejo de hoy es que no os enredéis con jefes o jefas, secretarios o secretarias, etc. Mi primo el crápula siempre lo dice: "Donde tengas la olla no metas la po–-."
(Libertad digital)
El matrimonio es difícil, no voy a decir que no. Principalmente porque los humanos no somos como los pajaritos, que cuando toca darse el pico se lo dan como posesos; pero después de la época de celo permanecen juntos, formando parejas sin sexo en las que hembras y machos derrochan instinto conyugal y paternal.
Con respecto a la coyunda, los humanos tenemos que aprenderlo todo. Afortunadamente, la sociedad nos ofrece unos estereotipos sexuales que ya están experimentados y, más o menos, nos adaptamos a ellos. Pero esos estereotipos pueden cambiar bruscamente, que es lo que ha pasado en los países occidentales; y si en una de éstas la sociedad se equivoca y reinterpreta mal las estrategias sexuales y reproductivas, puede ponerse en peligro, porque el futuro de cada sociedad depende de que lo que se transmita a la siguiente generación sea un mensaje correcto acerca de cómo debe conducirse para traer al mundo otra generación.
Actualmente los jóvenes tienen una imagen del matrimonio muy negativa. Hay pocas bodas, y los contrayentes son ya mayorcitos porque se lo han pensado mucho y tienen el colmillo retorcido. El 50% de las bodas acaba en divorcio y los casados se ven a sí mismos como prisioneros, porque añoran una vida interesante llena de aventuras y libertad. Pero todo cansa...y hasta Julio Iglesias acaba casándose.
Todo el mundo lo dice: el matrimonio y la familia están en crisis. Y eso es como decir que la sociedad está en la agonía. Pero yo os digo que el matrimonio y la familia, además de tener la capacidad de dar continuidad a una sociedad, también son una forma muy buena para vivir una vida feliz y plena y morir con la tranquilidad de haber hecho cosas verdaderamente útiles. Si en el fondo de vuestro corazón queréis encontrar a alguien adecuado para casaros y tener hijos, no os acobardéis y adelante.
La primera condición para casarse bien es que hay que estar enamorado; pero eso no es suficiente, porque os podéis enamorar de una persona incompatible con el matrimonio. Hay que conservar la cabeza fría. Sólo se puede tomar en serio al pretendiente con el perfil adecuado. Os voy a echar una mano y empezaré por preveniros contra los tipos de pretendientes más abominables, para que no os embauquen.
– Hay que aprender a detectar a los casados y quitárselos de encima. Están por todos lados y no discriminan, les vale cualquiera porque no van en serio. Suelen quitarse el anillo y disimular, pero los hay que se hacen los sinceros y aseguran estar a punto de divorciarse. No os creáis nada. En el mejor de los casos, os harán perder el tiempo. En el peor, desharéis un matrimonio, y eso es un mal comienzo.
– Quedan también descartados los drogadictos, los desequilibrados y los borrachos –sobre todo los llorones–, porque tienen muy mal rollo. Redimirlos está fuera de vuestras posibilidades. Son carne de psiquiatra. A lo mejor cantando rock duro o como artistas de vanguardia son geniales, pero no sirven para casarse.
– No salgáis con gente violenta, porque pueden convertirse en maltratadores. Mi amiga Benigna, la lotera, me recuerda que ella dio puerta a un novio porque le vio dando una patada a un gato. ¡Bien! Es un dato revelador, ya que enseguida piensas que la próxima patada puede recibirla tu nalga. También hay mujeres muy brutas. Yo he visto a una sacando medio cuerpo por la ventanilla para llamarle sietemesino a un taxista, y os aseguro que daba miedo. A los violentos se les desenmascara fácilmente, pero os aseguro que es imposible neutralizarlos.
– Os prevengo también contra los hombres mujeriegos y las mujeres coquetas y frívolas, porque son muchos los matrimonios que se rompen por infidelidades. Los hombres son más infieles. ¿Cómo detectar a un hombre infiel? Ya lo dice el refrán: "El hombre que no es casero canta en otro gallinero". También hay mujeres propensas, y hasta se dice que un hombre sin cuernos es un animal indefenso. Chorradas. La mera sospecha suele cabrear, así que ni se os ocurra jugar a dar celos. Además es una memez.
– Los varones tacaños (¡ej!) son especimenes siniestros. Jamás os caséis con un mal proveedor, porque un mal proveedor es un mal marido y no cumple con su destino biológico. Mi vecina Adelaida dejó atrás una horrible experiencia con un hombre roñoso hasta la sordidez, que siempre conseguía entradas de claque, y mi pobre prima estaba harta de salir del teatro con las manos hinchadas de tanto aplaudir. Tampoco convienen las chicas derrochonas, sobre todo si vienen con lo puesto. Las parejas que no se rompen por infidelidades suelen romperse por cuestiones de dinero.
– Ojo con los hombres vagos. A veces son también cantamañanas y mentirosos. Toda la fuerza se les va por la boca, y tienen mucho peligro porque suelen ser marrulleros y conquistan a traición. Mi profesora de refuerzo de suelo pélvico se hizo novia de un joven médico rico y de buena familia y resultó que era afinador de pianos y su padre, bedel del conservatorio. Lo bueno es que mentía tan bien que, aun después de casada, la pobre tardó un par de años en caer de la higuera. Hay que pedir siempre informes.
– Ciertos individuos son capaces de amargar la vida a cualquiera. Los hipocondríacos, los melancólicos, los depresivos y los acongojados, por ejemplo. Son capaces de hablar de las agonías de toda su parentela y amistades. Lloran oyendo lo del ramito de violetas de Cecilia y te echan a perder la tarde. Una cosa es no ser alegre y otra muy distinta es ser tétrico y pelma.
– Los retorcidos, los dramáticos y los discutidores tienen una convivencia difícil. Suelen ser patéticos, y tan pesados que se repiten más que un surtido de morcillas. Les gusta buscar culpables (tú, por ejemplo) y montar un pollo que acaba como el rosario de la aurora. Mi compañera de tonificación de glúteos me apunta un dato que dice extraer de su propia experiencia: si son hombres, dan gatillazos. Os lo digo de su parte, pero yo no estoy muy segura.
– Los groseros y misóginos mejoran si se les educa, pero hay que tener paciencia con ellos. Reconozco que yo no la tuve cuando mi segundo novio me explicó cómo prefería él a las mujeres: "Dámelas delgadas y limpias, que gordas y sucias ya se vuelven ellas". Lamentable.
– Mi último consejo de hoy es que no os enredéis con jefes o jefas, secretarios o secretarias, etc. Mi primo el crápula siempre lo dice: "Donde tengas la olla no metas la po–-."
(Libertad digital)
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