lunes, 14 de junio de 2010

Fernando Navarro García: “La mejor manera de vencer al totalitarismo es conociéndolo”

Fernando Navarro García acaba de publicar Diccionario biográfico de nazismo y Tercer Reich (Sepha, 2010), el primero en español de estas características y el primero de una colección dedicada a los totalitarismos que será dirigida por él mismo.

Vd. profesionalmente se dedica a temas que nada tienen que ver con la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera con la Historia o la Política. ¿A qué se debe su interés por el nazismo?

He vivido en una casa llena de libros y recibido una educación “humanística”, en el sentido de excitar la curiosidad por las cosas. La Historia siempre me ha resultado un apasionante taller en el que pueden estudiarse sin riesgos prototipos exitosos y fiascos notables. Es una pena que los programas actuales estén relegando las Humanidades a un tercer plano, pues la Historia es a la política y sociedad lo que la experiencia a la vida. Soy profesor de ética en las organizaciones y el nazismo es quizás el ejemplo más “perfecto” de vicio institucionalizado que ha existido jamás. Durante algo más de un año trabajé en Angola, país que a la sazón sufría una brutal guerra civil de treinta años. El dolor que allí vi y experimenté me demostró que la miseria y grandeza humanas no tienen límites y que no hay espanto del pasado que no pueda repetirse hoy. La Democracia y la Libertad son minoritarias en el planeta, y muy frágiles.

¿Y cuál cree que será el lector tipo de Flores del Mal, la colección que dirige, personas preocupadas por las consecuencias del nazismo o simpatizantes del régimen de Hitler?

Imagino que la colección puede resultar interesante a ambos tipos de lectores. Espero que la minoría que simpatiza con el nazismo deje de hacerlo al leer o consultar las obras seleccionadas. Mi posicionamiento como autor es indudable: el nazismo, al igual que todos los totalitarismos, es execrable. Sin embargo, dentro del III Reich hubo infinidad de matices y tendencias que tampoco deben ser simplificadas con un “todos fueron demonios”. Como nos recordó Hannah Arendt, lo que más abundó fue un perfil muy “banal” del mal: una masa informe, anónima, acomodaticia, tibia y acobardada de personas que renunciaron a enfrentarse al nazismo cuando podían hacerlo. Pensaban que el nazismo sería pasajero, que una vez en el poder no sería tan radical y que podía llegarse a acuerdos razonables. Fueron necesarios 12 años de III Reich y 60 millones de muertos para saber que estaban equivocados.

En la democracia española hay cierta limitación a la libertad de expresión precisamente en cuanto a ciertos temas sobre el nazismo. ¿Cree que Flores del Mal puede ser afectada en este sentido?

No creo que exista limitación a la Libertad de expresión acerca del nazismo y si, probablemente, con respecto a otras ideologías o tendencias totalitarias. Creo que es un error prohibir que se conozcan las fuentes originales que justificaron un horror como el nazismo pues impidiendo indagar en su disparatado ideario lo que se consigue precisamente es crear un aura legendaria que solo muestre sus aspectos más atractivos (su llamativa iconografía, maquinaria bélica y organizativa, etc). La mejor manera de vencer al totalitarismo es conociéndolo y no restándole un ápice de su potencial expansivo. ¿No dicen que la principal fortaleza del vampiro estriba en hacer creer a los humanos que no existen?

¿Qué diferencia tendrá esta colección de otros libros «rescatados» por editoriales neonazis?

Se trata, en primer lugar, de una colección dirigida por un equipo cuyo posicionamiento político es indudablemente favorable a las libertades democráticas. Flores del Mal nace para que los errores del pasado no vuelvan a repetirse. Para ello hemos optado por rescatar las fuentes primarias, tal cual fueron escritas, sin añadidos ni interpolaciones ocultas. Las obras seleccionadas fueron firmadas en su mayor parte por personas que habiendo sido nazis en los primeros tiempos “se cayeron del caballo” poco después de la toma del poder. Los autores fueron personas que conocieron muy bien a Hitler o algunos de los principales jerarcas del NSDAP, aunque finalmente optaron por enfrentarse al nazismo. Todas las obras fueron escritas “en caliente”: inmediatamente antes o durante la guerra. Eso significa que casi todas las obras de la colección adolecen de exacerbada pasión, partidismo (a favor o en contra del nazismo) y en ocasiones de algunas imprecisiones o lagunas históricas que en el momento de publicarse la obra eran desconocidas. Para compensar este “impuesto histórico” de imprecisión cada libro llevará una introducción y notas a pie de página que sitúen los hechos en un exacto contexto histórico.

En esta colección sólo se van a publicar libros sobre el nazismo, ¿o se extenderá a otros totalitarismos?

Durante el siglo XX surgieron dos grandes “estilos” totalitarios: el fascismo (con su variante nacionalsocialista alemana) y el comunismo, en sus diferentes versiones (soviética, china, camboyana, cubana o norcoreana). La colección aspira a recoger obras de ambas facciones, si bien la literatura producida hasta la fecha sigue siendo mucho mayor en su vertiente de nazismo o fascismo y en ella nos centraremos principalmente. El comunismo todavía necesita un verdadero y riguroso juicio histórico. El haber sido la URSS una de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial eximió al comunismo de tener que rendir cuentas; sin embargo los crímenes de los que son responsables igualan o superan cuanti-cualitativamente el horror nazi.

Centrándonos en el Diccionario Biográfico, en la introducción advierte sobre “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista…”. ¿Guarda algún paralelismo con la situación política en Europa con respecto al islamismo?

Soy tan crítico del Choque de Civilizaciones como de la idílica y antifáctica Alianza de Civilizaciones. No creo que el islam sea el problema, sino la pasividad de las democracias ante la amenaza totalitaria, venga de donde venga. Creo que es injusto calificar a un creyente musulmán de terrorista (siquiera potencial) o de fanático. Del mismo modo creo que es suicida no poder criticar a otro creyente musulmán que propugna la derogación, limitación o control de los Derechos Humanos. Hay unas reglas de juego democrático que los demócratas deben estar dispuestos a defender sin complejos. El poema del pastor protestante Niemöller al que usted alude es perfectamente válido para reflejar la fragilidad de una democracia cuya ciudadanía asume aletargada la pérdida paulatina de libertades.

Su libro se trata de un Diccionario, ¿no debería ser más aséptico? Da la impresión que desde el principio hace una distinción entre buenos y malos, y por tanto subjetiva…

La asepsia es justamente lo que he querido evitar. En tiempos de relativismo moral es importante incidir en que hay acciones buenas y malas. Todo no puede ser relativo. Existe el Bien y el Mal. Hay héroes y canallas. Mi modesta función como autor, y también como estudioso de la ética, es tomar partido. En el diccionario se analizan minuciosamente las vidas de casi 600 personas. De ellas sólo un pequeña parte encarnó al mal absoluto; otro puñado más representó el heroísmo y la abnegación más encomiable. La inmensa mayoría fueron en algún punto ciudadanos normales, colaboradores, conformistas, irresponsables que, como más tarde justificaron en Nuremberg, “no sabían realmente lo que hacían”. La bondad y maldad no son subjetivas (eso es lo que propugna el relativismo). Hay una fotografía en el libro en la que un asesino de las SS apunta con su arma a una madre. La madre está de espaldas a él, frente a la fosa, y abraza a su pequeña hija. Ambas juntan sus mejillas, muy apretadas. La niña quizás pensaba que su madre podría salvarla de aquello. La madre, sin embargo, tuvo que sufrir lo indecible hasta que aquel canalla anónimo acabo con ella. Esa brutalidad descarnada fue sólo posible bajo una ideología que enseñó a sus millones de acólitos que aquella madre y su hija no eran humanos (untermenshen, en su voz alemana). No se puede “relativizar” la maldad intrínseca del nacionalsocialismo, ni de otras ideologías totalitarias.

No entra con ningún personaje a discutir las teorías revisionistas que dicen, por ejemplo, que el Diario de Anna Frank es falso y que se escribió después. ¿Sólo cuenta la historia de los vencedores?

El Diario de Ana Frank, salvo nuevos descubrimientos, es verdadero. Pero incluso aunque algún día se probara falso, ello no desmentiría el Holocausto, ni el dolor, la angustia y valentía de miles de niños víctimas del nazismo. Las víctimas no son nunca vencedoras. El diccionario recoge muchas vidas truncadas, que no pudieron ver la derrota del nazismo. También hay muchos otros vencidos que supieron apañárselas para salir adelante y hasta prosperar en la postguerra. Hay un tipo de canalla, superviviente nato, que siempre logra esquivar a la justicia y aliarse con el poder de facto, cualquiera que éste sea. En cuanto al revisionismo, creo que de momento todavía está bastante necesitado de un verdadero “corpus” historiográfico bien fundamentado. Mientras sigan negando la existencia del Holocausto, las cámaras de gas o la foto de esa madre y su hijita a punto de ser vilmente asesinadas, creo que nadie los tomará en serio. Seguirán ocupando el espacio dedicado a obras del tipo “Jesucristo fue abducido por un OVNI y hoy predica en Urania”.

Después de la ardua investigación que ha realizado para escribir este libro, ¿puede ver diferencias entre el nazismo y el neonazismo?

No soy un especialista en neonazismo, pero tengo la sensación de que las diferencias son enormes. El neonazismo se acoge a los aspectos más epidérmicos, “folclóricos” y litúrgicos del nazismo (antisistema sistemático, indumentaria, barbarismo asilvestrado de la acción directa, y unas pocas obras icónicas compartidas y generalmente no leídas) pero sin llegar a profundizar en su verdadera sustancia. Creo que el neonazi percibe el sabor del nazismo de la misma manera que una cuchara el sabor de la sopa. En todo caso, el movimiento neonazi –si estuviera bien dirigido por una mente más estructurada– podría desempeñar un rol instrumental más parecido al de las SA a finales de los años veinte.

Con frecuencia la izquierda llama ultraderechistas a los nazis, pero olvidan su componente socialista, ¿cree que al nazismo del siglo XXI le quedan restos socialistas de los años 20 o después de la Noche de los chuchillos largos el nazismo no se distingue de la extrema derecha?

Efectivamente, una gran parte de las bases y jerarcas nazis provenían directamente de la extrema izquierda (Goebbels para empezar). El nazismo es la abreviatura del NSDAP, esto es, el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Su ideario está plagado de consignas revolucionarias (hoy diríamos “antisistema”), algo que mantuvieron, aunque formalmente, una vez llegaron al poder. Algunas de las políticas “sociales” (ecologismo, derechos laborales, etc.) del nazismo fueron muy vanguardistas en su época. Su otro pilar fue el “nacionalismo” étnico (todavía vigente en Europa y España): los alemanes era un Pueblo de Señores, distinto y superior a sus vecinos, con mayores derechos, había sufrido afrentas históricas insoportables (reales o ficticias, eso importaba poco) y tenía que resarcirse primero con el siempre lucrativo victimismo y más tarde con la inapelable fuerza. La idealización del pasado, de la vida campestre, de la sangre y de la lengua fueron los principales catalizadores del principio de “Sangre y Suelo”. Asociar nazismo o comunismo a extrema derecha o izquierda creo que es un error. El totalitarismo se explica a sí mismo sin necesidad de apoyarse en ideologías previas, a las que habitualmente tacha de débiles, incompletas y fallidas. De facto, cuando nazis y comunistas tuvieron que llegar a una entente poco antes de la guerra (pacto Molotov-Ribbentrop) la consiguieron con suma facilidad. Eran intrínsecamente igual de tóxicos.

Via minutodigital

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