Los psicópatas viven entre nosotros. El compañero en el trabajo o en la facultad, un vecino, el jefe. Cualquier puede serlo. No todos llegan al extremo de Josef Fritzl , que ha mantenido encerrada en un zulo durante 24 años a su propia hija y a tres de los siete vástagos que tuvo con ella.
Muchos ni siquiera llegan a realizar actos violentos, pero todos comparten características comunes, aunque en distintos grados. Haciendo gala de una frialdad extrema, no sienten en absoluto el sufrimiento de sus semejantes, a quienes tratan más como a cosas que como a personas, son egocéntricos, agresivos, manipuladores y no les importa lo que la sociedad piense de los actos que realizan, porque carecen de ética.
Sin embargo, de cara a los demás, pueden ser seductores y amables y suelen llegar lejos en la vida, sobre todo en el ámbito laboral, aunque es frecuente que hayan tenido algún problema con la justicia.
Por lo general, los psiquiatras no consideran a los psicópatas enfermos mentales, sino víctimas de lo que en el argot se conoce como “trastorno antisocial de la personalidad”, una anomalía psíquica que no impide a estas personas darse cuenta de la maldad de los actos que cometen.
ANTONIO GONZÁLEZ - Madrid - 02/05/2008 21:21
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