Por Walter E. Williams
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Leido en Libertad digital
En 1969, durante la celebración del primer Día de la Tierra, el ecologista Nigel Calder se despachó con lo que sigue: "La amenaza de una nueva Edad de Hielo ha de figurar junto a la guerra nuclear como una de las fuentes probables de miseria y muerte a gran escala". El mismo año, C. C. Wallen, de la Organización Meteorológica Mundial, declaró: "El enfriamiento registrado desde 1940 es de tal alcance y consistencia que en breve no podrá ser corregido". |
En el célebre 1968, el profesor Paul Ehrlich, héroe y mentor del vicepresidente Gore, predijo que EEUU padecería una gravísima hambruna. "En los 70 –afirmó–, centenares de millones de personas morirán de hambre". De acuerdo con los vaticinios de Ehrlich, 65 millones de americanos perecerían de inanición entre 1980 y 1989, y para 1999 la población de EEUU habría descendido hasta los 22,6 millones. Con todo, sus predicciones para la tierra de John Bull eran aún más lúgubres: "Si fuera aficionado al juego, apostaría a que Inglaterra no existirá en el año 2000".
En 1972 el Club de Roma evacuó un informe en el que alertaba de que el oro se agotaría en 1981, el mercurio y la plata en 1985, el estaño en 1987 y el petróleo, el cobre, el plomo y el gas natural en 1992. Previamente, Gordon Taylor había afirmado, en The Doomsday Book (1970), que, si nadie se lo impedía, los americanos consumirían todos los recursos del planeta allá por el año 2000. También de 1970 data la siguiente profecía del biólogo de Harvard George Wald: "La civilización tocará a su fin en quince o treinta años, a menos que actúe de inmediato para resolver los problemas que tiene planteados la Humanidad"; y este augurio del senador Gaylord Nelson: "[Para 1995,] entre el 75 y el 85% de las especies animales se habrán extinguido".
Los catastrofistas se equivocaron ayer y anteayer. En 1885 el Servicio Geológico de EEUU anunció que había "pocas posibilidades, o ninguna" de que hubiera petróleo en California; pocos años después dijo lo mismo de Kansas y Texas. En 1939, el Departamento de Interior anunció que las reservas americanas de petróleo durarían sólo 13 años más. En 1949, el secretario de Interior dijo que el desabastecimiento americano de petróleo estaba al caer. En 1974, el Servicio Geológico (volvemos a vérnoslas con este organismo) aseguró que EEUU sólo tenía gas natural para 10 años; el caso es que la American Gas Association dice que hay gas para los próximos 1.000 ó 2.500 años).
En 1970, los verdes vaticinaban un enfriamiento del planeta (antropogénico, claro), el advenimiento de una nueva Edad de Hielo y la muerte por inanición de millones de americanos. ¿Qué tipo de medidas debió haber tomado el Gobierno para evitar ese desastre que jamás se produjo? En 1968, Ehrlich predijo que Inglaterra no existiría en el año 2000. ¿Qué debio hacer el Parlamento británico para prevenir semejante calamidad, que finalmente no tuvo lugar? En 1939 el Departamento de Interior advirtió de que EEUU sólo tenía petróleo para otros 13 años. ¿Qué tendría que haber hecho el presidente Roosevelt para prevenir lo que no vino? Y ahora, permítanme una última pregunta: ¿qué nos hace pensar que el alarmismo ecologista es más digno de crédito ahora que ha cambiado el enfriamiento por el calentamiento global?
El vapor de agua es el responsable de más del 95% del efecto invernadero, sin el cual la temperatura media de la Tierra podría ser de –17ºC. La mayor parte del cambio climático es producto de las excentricidades orbitales del planeta y de la actividad registrada en el Sol. Por otro lado, los pantanos naturales emiten cada año más gases de efecto invernadero que todas las fuentes de origen humano juntas.
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