He estado mirando unos vídeos de Zelaya, el depuesto presidente de Honduras. Conclusión: un payaso. Peor: un payaso vendido a Chávez y a los Castro. Ya estaba llenando el país de maestros cubanos y ya el chimpancé venezolano (debe ser un récord Guiness, el único país del mundo gobernado por un chimpancé) lo había incluido en su corte de delincuentes revolucionarios adoradores de la religión fidelista.

Como se sabe, Zelaya planeaba eternizarse en el poder siguiendo las huellas de Chávez y Evo el cocalero. Violando la Constitución hondureña y usando la libertad democrática para erradicarla. Eso no se puede permitir. El presidente electo de un país es un ciudadano como otro cualquiera ante la ley. No puede violar la Constitución ni pasar por encima del poder judicial. No puede imponer una dictadura mediante las urnas.

Olviden a la pandilla de hipócritas de la OEA, a Zapatero el progre profesional y a los demás socialisteros: lo mejor que puede pasarle al pueblo hondureño es que Zelaya se convierta en recadero o limpia culo oficial de Chávez y no regrese a Honduras. Es penoso ver al Gobierno de Estados Unidos alineado con esa tropa de dictadores (Castro), demagogos golpistas (Chávez), y delincuentes pederastas (Ortega). De la presidenta Kirchner nada hay que decir. Sólo recordemos las maletas llenas de dinero en efectivo que llegaban de Venezuela para financiar su campaña.

Insulza, secretario general de la OEA, acaba de declarar públicamente su admiración por su mentor Fidel Castro. Sin el menor pudor, mientras trata de aislar al Gobierno hondureño. Esa es la calaña de este burgués fidelista.

¿Golpe de estado? Bueno, sí, pero golpe de estado democrático. Los militares no se han apoderado del poder. Golpe de estado para preservar la democracia, en todo caso. Los militares actuaron basándose en una orden judicial. Zelaya, confabulado con Chávez y los Castro planeaba quebrantar el Estado de Derecho. Había que pararle los pies. ¿Quiénes iban a hacerlo? ¿Zapatero? ¿La Unión Europea? Grandes carcajadas. Tenía que hacerlo el ejército hondureño. Me parece excelente.

Expulsar a Zelaya del país fue un error. Cierto. Tenía que quedarse y afrontar un proceso legal por violar la Constitución que juró defender y respetar. Ahora bien, ya que fue expulsado, lo mejor es que no regrese. No regresará. Estos bufones conocen muy bien sus límites. No regresará por lo mismo que los Castro nunca han invadido la Base Naval de Guantánamo. Una cosa es vociferar en plan gran macho populista ante un millón de corderos y otra muy distinta poner la vida en la línea de fuego.

En todo este asunto, lo más divertido es la hipocresía infinita del Gobierno español. Ayer vi al presidente en la tele. Zapatero parecía a punto de ordenar la invasión de Honduras. Qué payaso. Es el mismo Zapatero que hace de correveidile a la tiranía castrista en el Parlamento Europeo. El mismo Zapatero que abandona a la disidencia cubana. El mismo Zapatero que, sin quitarse nunca de la cara la sonrisa bobalicona, envía eminentes cirujanos a La Habana para salvar la vida del tirano. El mismo Zapatero, en fin, que se comporta como un sucio cómplice de una de las tiranías más antiguas y siniestras del planeta.

Los hondureños no deben ceder ante la presión de estos progres de salón, vergonzosamente alineados con caudillos antidemocráticos como Castro, Chávez, Morales, y Ortega el pedófilo. Deben mantenerse firmes. Zelaya no es más que un nuevo peón de la corte chavista.

¿Por qué habría de permitir el pueblo hondureño que su país sea convertido en una pieza más de los simiescos delirios de grandeza de Chávez?

Menos mal que en Honduras hay aún gente dispuesta a defender la democracia.

Juan Abreu es escritor y autor del blog Emanaciones.