martes, 21 de julio de 2009

El "Bebé-Aído" por Luís María Anson

LUIS MARÍA ANSON
El 'bebé-Aído'

Zapatero embustero

He tenido en mi mano un feto de doce semanas. Coño, es un niño diminuto con ojos, nariz, manos, pies, piernas… Un ser humano indefenso al que le falta la voz para hacer valer sus derechos.

Frente a la progresía de salón, la del caviar y el domperignon, se alza el verdadero progresista, el que está a favor del débil y en contra de los abusos del fuerte, a favor del negro y en contra de los abusos del blanco, a favor de la hembra y en contra del macho, a favor del niño y en contra del adulto, a favor del pobre y en contra del rico… A favor, en fin, del desfavorecido y en contra de los abusos de los que disponen de la fuerza y la imposición.

Después de haberlo visto en mi mano, estoy a favor del feto de doce semanas y en contra de la madre que decide aplastar a la criatura. No se trata de una cuestión religiosa sino de derecho natural. Quitar la vida a un feto de doce semanas es matar a un ser humano que no puede defenderse. Me pongo por eso al lado del más débil en el debate del aborto. Para el ideario progresista, escribe Miguel Delibes, «la vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir».

El progresismo serio se opondrá siempre a la barbarie de la guerra, a la pena de muerte, a la carrera de los armamentos, a todo lo que atenta contra la vida. Se opondrá también a las imposiciones del fuerte sobre el débil, del poderoso sobre el desfavorecido. Y ¿por qué no, sin embargo, al abuso de la madre, que es la fuerte, sobre el feto indefenso y debilísimo? No quiero entrar ahora en el debate de cuándo comienza la vida. La ley de plazos que se prepara, además de la aberración de que una menor pueda abortar sin conocimiento de los padres, permite hasta los tres meses la interrupción legal del embarazo. He tenido un feto de doce semanas en la mano y era un niñito. De cinco centímetros, pero un niñito. Como ha explicado muy bien Miguel Delibes, para los que defendemos la vida, la náusea se produce ante la salvajada de la guerra, ante el poste de agarrotamiento, la cuerda de la horca o la cámara de gas. ¿Por qué no también, se pregunta el gran escritor, ante el quirófano esterilizado en el que se aplasta la vida de un ser humano de doce semanas? Un grupo de profesionales serios ha reproducido en plástico un feto de tres meses. Se van a distribuir no menos de 200.000 ejemplares de lo que se llama ya el bebé-Aído. Me parece una excelente idea que abrirá los ojos a muchos, tal vez a la propia Bibiana, a la que vi el otro día en la estupenda cena de Paloma Segrelles y me pareció como siempre una persona encantadora.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.

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