domingo, 6 de septiembre de 2009

La guerra de Zapatero



(ABC) Lo primero que tiene que hacer Zapatero si quiere que el pueblo español apoye el envío de más tropas a Afganistán es reconocer que se trata de una guerra, no de una misión de paz, como viene diciendo. Lo segundo, que es una guerra muy peligrosa, que incluso puede no ser ganada. Lo tercero, que, pese a todo, es necesario despachar esos nuevos soldados, tal vez, más.
Como ven, una tarea que desborda incluso la capacidad de un manipulador de palabras como él. Pero tiene que hacerlo porque, en otro caso, lo que le pasó a Aznar con Irak puede pasarle a él con Afganistán. Ésta es su guerra, le guste o no. Si Aznar se metió en Irak para complacer a Bush y convertirse en uno de sus aliados principales, Zapatero se ha metido en Afganistán para complacer a Obama y convertirse en amigo suyo. La vida y la política tienen estas ironías.
Es necesario enviar más soldados españoles a Afganistán porque lo exige no sólo la estrategia de la OTAN, sino también la seguridad de las tropas españolas ya en aquel país. Setecientos hombres y mujeres son demasiado pocos para defender un territorio tan extenso como el que tienen asignado y para defenderse ellos mismos de la agresividad en alza de los insurgentes.
Pero hay todavía otra razón para ese envío. Afganistán no es Kosovo. Si todas las tropas occidentales se van de allí, Afganistán se convertirá en un centro del terrorismo islámico y nadie estará seguro en Occidente. Con el añadido de que el próximo en caer puede ser Pakistán, una potencia nuclear. Unan terrorismo islámico y bombas atómicas y tendrán la combinación más explosiva que pueda imaginarse. Hay, por tanto, que quedarse, al menos hasta que se encuentre una salida medianamente razonable.
Pero sin ilusiones. Aquella guerra no puede ganarse. Los afganos, gente dura donde la haya, han derrotado a todos sus invasores, desde los mongoles a los rusos, pasando por los ingleses. Y no digamos ya exportar allí la democracia estilo occidental. Las últimas elecciones han sido un fracaso, como serán las que sigan. Aquellas gentes, apegadas a su terruño y a sus tradiciones, rechazan que los extranjeros vengan a darles lecciones sobre cómo organizar sus vidas. Puede que una solución de emergencia fuera llegar a un acuerdo con los «señores de la guerra» para que estos se las entendieran con los talibanes. Aunque sin garantía de que lo consiguieran o terminaran pactando con ellos. Pero no parecen entenderse demasiado bien, y si se les ofrece bastante dinero, es posible que aceptase. Eso significaría, desde luego, renunciar a la democracia. Pero ahorraría sangre allí y posiblemente, en las ciudades occidentales. Aunque, como digo, va a ser difícil que no corra la sangre en esa guerra, negada, como la crisis económica, por nuestro gobierno durante tanto tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sensatísimo artículo