sábado, 19 de septiembre de 2009



ESPAÑA se ha convertido en el primer productor mundial de paro, para envidia de Zimbawe, pero la multitud atolondrada de los analistas económicos sigue picoteando (¡pitas, pitas, pitas!) el grano que diariamente Zapatero arroja en el comedero de las discusiones bizantinas: que si la presión fiscal sube o baja, que si la reforma impositiva afectará a los impuestos directos o indirectos, que si patatín, que si patatán. Y, mientras Zapatero mantiene bien provisto el comedero de las discusiones bizantinas, completa el diseño de su plan para ganar las próximas elecciones, y las próximas, y así hasta que San Juan baje el dedo. Es un plan tan evidente que, como la carta robada de Poe, pasa inadvertido a quienes se empeñan en buscarlo en escondrijos recónditos. Zapatero sabe que el paro no hará sino crecer en los próximos años; sabe que, en apenas unos meses, la cifra de desempleados, abastecida con las nuevas incorporaciones que deparará el naufragio del Plan E, aquel trampantojo con el que se crearon puestos de trabajo superfluos y efímeros, alcanzará los cinco millones, que no harán sino incrementarse en los meses siguientes. Zapatero sabe que cifras tan abultadas pueden desencadenar una revuelta social; pero también sabe que, si se gestionan con astucia, constituyen una provisión de votos formidable que le asegurará la permanencia sine die en la poltrona.
¿Y cómo se consigue que los parados voten en masa al hombre que los ha dejado sin trabajo? El método es simplicísimo; basta contemplar la naturaleza y reparar en la argucia que las hormigas emplean para apacentar a los pulgones, a quienes satisfacen en sus necesidades básicas para después extraerles esa secreción azucarada que constituye su predilecta ambrosía. La ambrosía predilecta de Zapatero son los votos que le garantizan la permanencia en la poltrona; y para ello se dispone a satisfacer las necesidades básicas de su rebaño de pulgones, que son los millones de parados que previamente ha fabricado. Se dispone a mantenerlos en un estado de «pobreza controlada», como los bodegueros mantienen los vinos a una temperatura constante que favorezca su fermentación, subsidiados con la limosnilla que conseguirá recaudar a costa de empobrecer a las clases medias; empobrecimiento que, a su vez, irá generando nuevas remesas de parados... y nuevas remesas de votos. Porque Zapatero se va a preocupar de que a ningún parado le falte la limosnilla, como las hormigas se preocupan de socorrer a los pulgones en sus necesidades básicas. Así, los parados se acostumbrarán a sobrevivir con la limosnilla; incluso encontrarán apetitosa la limosnilla que les garantiza la supervivencia; y olvidarán que un día tuvieron trabajo. O dicho con mayor exactitud: atribuirán la pérdida de su trabajo a la fatalidad de la crisis global, que según la propaganda se ha encargado de repetir machaconamente fue desatada por la avaricia de los tiburones capitalistas, y se abrazarán a la limosnilla que les reparte Zapatero, encumbrado para entonces a la categoría de redentor.
Así, Zapatero se asegurará la secreción azucarada que le garantiza la permanencia en la poltrona; y si en algún momento el rebaño de pulgones titubease en su ímpetu clientelar, si en algún momento les resultase enojoso ese estado de «pobreza controlada» en el que sobreviven, Zapatero se encargará de pacificarlos mediante la inyección de una dosis de resentimiento, recordándoles que él se ha preocupado de garantizar su subsistencia arrebatando el dinero a los ricos, que es como la propaganda llama a las clases medias. Así es como Zapatero se asegurará la permanencia sine die en la poltrona, mientras España se convierte en el primer productor mundial de paro, para envidia de Zimbawe; y a los analistas económicos nunca les faltará (¡pitas, pitas, pitas!) la provisión de grano en el comedero de las discusiones bizantinas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este me ha gustado del Prada, que en general es un coñazo.