MADRID.- Con sólo un 1% del PIB, es decir, 11.000 millones de euros que hoy recibirán el visto bueno del Consejo de Ministros, el presidente del Gobierno pretende dar un impulso a la actividad económica y, sobre todo, crear empleo. Sin embargo, con las medidas que contempla su plan, dirigido principalmente a los ayuntamientos, apenas llegarán, en caso de que se revelen plenamente efectivas, 300.000 puestos de trabajo, es decir, menos que los que se han destruido en los últimos dos meses. Las propuestas para capear la crisis no suscitaron, ni mucho menos, el fervor del Parlamento.
La mayoría de los grupos lo acogió con escepticismo, pese a que el presidente las presentó con entusiasmo como un «poderoso arsenal, inédito por su magnitud» para contrarrestar el descenso de actividad. A la espera de que las medidas se pongan en marcha y empiecen a dar frutos, ayer el nuevo programa gubernamental fue tachado de «desbarajuste», «popurrí», «puro viento», «meras perdigonadas» y «más de lo mismo».
En definitiva, el séptimo paquete de medidas que presenta el Gobierno desde que se inició la legislatura es bastante sencillo. Los 11.000 millones de euros se desgajan en dos partes. La primera y más potente -8.000 millones- se destinará a un Fondo de Inversión Pública en el ámbito local, es decir, para obras de ejecución inmediata en los ayuntamientos. La segunda tajada -3.000 millones- irá dirigida a prestar apoyos a sectores específicos como el del automóvil, la innovación empresarial o las actuaciones medioambientales.
Con el primer paquete, según los cálculos que hizo ayer Zapatero, se crearán 200.000 puestos de trabajo. Con el segundo, otros 100.000.
La cifra total, 300.000 empleos, resulta pobre si se compara con los casi 400.000 que se han perdido desde agosto -sólo en septiembre y octubre fueron 287.000-, o, si se prefiere, con los 688.000 que se han destruido desde comienzos de año.
La cifra de paro que arrojará noviembre, y que se conocerá el martes, se augura ya como muy negativa. Todo indica que a finales de año los parados rondarán los tres millones. Mariano Rajoy, en su segunda intervención, hizo estos cálculos.
Cuando subió por primera vez a la tribuna se encargó de calificar el nuevo plan como un ejemplo más del «desbarajuste» que tiene el Gobierno en relación con la economía. En su opinión, lo más llamativo de la estrategia gubernamental es «su carácter precipitado y tornadizo», lo que al final se traduce en que las distintas medidas están «desarticuladas», «se contradicen», «se entorpecen» y «no tienen norte». «Medida tras medida, el paro se desborda, y cuantas más medidas, más parados», sentenció.
No obstante, el líder del PP, que previamente había mostrado su satisfacción ante el hecho de que por fin Zapatero reconozca la magnitud de la crisis en toda su profundidad, prometió «estudiar detenidamente» el plan y si descubre que puede ser «útil» lo apoyará como hizo con el plan de rescate financiero.
Zapatero le reprochó, una vez más, que critique pero no contribuya aportando soluciones. «Hoy, ni siquiera ha traído usted esa ironía que maneja con eficacia».
Para el presidente, las críticas recibidas de todos los grupos se limitan a la retórica, en tanto que él hace un esfuerzo por presentar soluciones concretas, contantes y sonantes.
Lo cierto es que prácticamente todos los portavoces coincidieron en mostrar una cierta desilusión ante el nuevo plan del Ejecutivo.
CiU, por ejemplo, reprochó a Zapatero de «carecer de una planificación estratégica», lo que le lleva, dijo, a «anunciar un popurrí de medidas inconexas». Duran Lleida, que aplaudió que Zapatero haya pasado de negar a afrontar la crisis, coincidió también con Rajoy en señalar que los Presupuestos para 2009 son «papel mojado». Por ello pidió al Gobierno que los «rehaga» antes del próximo 1 de febrero.
Rosa Díez, de UPyD, llegó a calificar las medidas de Zapatero como «puro viento». Joan Herrera, de IU-ICV, acusó al Ejecutivo de haber gastado el margen de maniobra en «cheques y ocurrencias». Uxue Barkos, por Nafarroa Bai, destacó que las recetas son «más de lo mismo» y suenan a «viejas», y Joan Ridao, de ERC, le reprochó su tendencia a intentar acabar con la crisis a base de «meras perdigonadas».
El presidente, en su respuesta, llegó a reconocer que tardó en admitir la crisis y que en campaña electoral habló poco de ella. También entonó un mea culpa cuando aseguró: «Me siento profundamente responsable de la situación del empleo». Pero quiso abrir un resquicio a la esperanza cuando añadió que en 2010, según sus cálculos, el mercado de trabajo se empezará a recuperar.
Tras un debate de cerca de cinco horas, el diputado popular José Madero instó a Zapatero a finalizar su segunda réplica al grito de «¡termina ya!». El presidente se giró para mirar al presidente del Congreso, José Bono, y le dijo en voz baja: «Es un mal educado». Pero el comentario fue captado por los micrófonos de la tribuna, según informa Europa Press.
La mayoría de los grupos lo acogió con escepticismo, pese a que el presidente las presentó con entusiasmo como un «poderoso arsenal, inédito por su magnitud» para contrarrestar el descenso de actividad. A la espera de que las medidas se pongan en marcha y empiecen a dar frutos, ayer el nuevo programa gubernamental fue tachado de «desbarajuste», «popurrí», «puro viento», «meras perdigonadas» y «más de lo mismo».
En definitiva, el séptimo paquete de medidas que presenta el Gobierno desde que se inició la legislatura es bastante sencillo. Los 11.000 millones de euros se desgajan en dos partes. La primera y más potente -8.000 millones- se destinará a un Fondo de Inversión Pública en el ámbito local, es decir, para obras de ejecución inmediata en los ayuntamientos. La segunda tajada -3.000 millones- irá dirigida a prestar apoyos a sectores específicos como el del automóvil, la innovación empresarial o las actuaciones medioambientales.
Con el primer paquete, según los cálculos que hizo ayer Zapatero, se crearán 200.000 puestos de trabajo. Con el segundo, otros 100.000.
La cifra total, 300.000 empleos, resulta pobre si se compara con los casi 400.000 que se han perdido desde agosto -sólo en septiembre y octubre fueron 287.000-, o, si se prefiere, con los 688.000 que se han destruido desde comienzos de año.
La cifra de paro que arrojará noviembre, y que se conocerá el martes, se augura ya como muy negativa. Todo indica que a finales de año los parados rondarán los tres millones. Mariano Rajoy, en su segunda intervención, hizo estos cálculos.
Cuando subió por primera vez a la tribuna se encargó de calificar el nuevo plan como un ejemplo más del «desbarajuste» que tiene el Gobierno en relación con la economía. En su opinión, lo más llamativo de la estrategia gubernamental es «su carácter precipitado y tornadizo», lo que al final se traduce en que las distintas medidas están «desarticuladas», «se contradicen», «se entorpecen» y «no tienen norte». «Medida tras medida, el paro se desborda, y cuantas más medidas, más parados», sentenció.
No obstante, el líder del PP, que previamente había mostrado su satisfacción ante el hecho de que por fin Zapatero reconozca la magnitud de la crisis en toda su profundidad, prometió «estudiar detenidamente» el plan y si descubre que puede ser «útil» lo apoyará como hizo con el plan de rescate financiero.
Zapatero le reprochó, una vez más, que critique pero no contribuya aportando soluciones. «Hoy, ni siquiera ha traído usted esa ironía que maneja con eficacia».
Para el presidente, las críticas recibidas de todos los grupos se limitan a la retórica, en tanto que él hace un esfuerzo por presentar soluciones concretas, contantes y sonantes.
Lo cierto es que prácticamente todos los portavoces coincidieron en mostrar una cierta desilusión ante el nuevo plan del Ejecutivo.
CiU, por ejemplo, reprochó a Zapatero de «carecer de una planificación estratégica», lo que le lleva, dijo, a «anunciar un popurrí de medidas inconexas». Duran Lleida, que aplaudió que Zapatero haya pasado de negar a afrontar la crisis, coincidió también con Rajoy en señalar que los Presupuestos para 2009 son «papel mojado». Por ello pidió al Gobierno que los «rehaga» antes del próximo 1 de febrero.
Rosa Díez, de UPyD, llegó a calificar las medidas de Zapatero como «puro viento». Joan Herrera, de IU-ICV, acusó al Ejecutivo de haber gastado el margen de maniobra en «cheques y ocurrencias». Uxue Barkos, por Nafarroa Bai, destacó que las recetas son «más de lo mismo» y suenan a «viejas», y Joan Ridao, de ERC, le reprochó su tendencia a intentar acabar con la crisis a base de «meras perdigonadas».
El presidente, en su respuesta, llegó a reconocer que tardó en admitir la crisis y que en campaña electoral habló poco de ella. También entonó un mea culpa cuando aseguró: «Me siento profundamente responsable de la situación del empleo». Pero quiso abrir un resquicio a la esperanza cuando añadió que en 2010, según sus cálculos, el mercado de trabajo se empezará a recuperar.
Tras un debate de cerca de cinco horas, el diputado popular José Madero instó a Zapatero a finalizar su segunda réplica al grito de «¡termina ya!». El presidente se giró para mirar al presidente del Congreso, José Bono, y le dijo en voz baja: «Es un mal educado». Pero el comentario fue captado por los micrófonos de la tribuna, según informa Europa Press.
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