EL DECRETO de disolución de las Cortes y de convocatoria de las elecciones que ayer firmó el presidente del Gobierno marca el inicio de la cuenta atrás para que los españoles decidan quién ha de dirigir las reformas imprescindibles e inaplazables que necesita el país. No es exagerado decir que España afronta sus elecciones más decisivas del actual periodo democrático: junto a la peor crisis económica jamás vivida se han recrudecido las tensiones separatistas en Cataluña y el País Vasco, mientras la serpiente de ETA muda otra vez de piel para intentar conseguir sus objetivos de siempre. Además, el descrédito de la política ha dado paso a movimientos como el del 15-M que plantean cambios profundos en el sistema. En esta encrucijada, donde se palpa la necesidad de grandes reformas y de una verdadera regeneración democrática, se inscriben las 100 propuestas que viene publicando nuestro diario con el ánimo de aportar ideas para un debate del que deben salir compromisos y pautas para iniciar una etapa nueva.
Estamos de acuerdo con Zapatero en lo que dijo ayer en su breve comparecencia en el Palacio de La Moncloa en el sentido de que no es momento de hacer «balance» de su labor, y que ahora «se abre el tiempo político de los candidatos». Con los graves problemas que hay que afrontar, no cabe perder tiempo ni energías en lamentaciones. Ahora bien, en estos momentos en los que se cierra el telón de la legislatura se ve en toda su magnitud el enorme error de no haber logrado un gran pacto de Estado, en el que nunca creyó el Gobierno y en cuya consecución la oposición tampoco puso demasiado entusiasmo. Un gran pacto que debería haber incluido reformas económicas y la política antiterrorista.
Ayer vivimos un nuevo episodio de división en la lucha contra ETA. Mientras el presidente Zapatero celebraba el comunicado del colectivo de presos como un «paso significativo hacia el fin del la violencia», el fiscal general se refería en términos contundentes a ese supuesto avance: «Me parece una vergüenza». «Lo único que esperamos es que ETA se disuelva sin ningún tipo de condiciones», añadió Conde-Pumpido. Rajoy compartió después públicamente ese criterio.
Una mayoría de ciudadanos cree, como los padres de José María Piris -el niño de 13 años asesinado por ETA en 1980-, que el supuesto cambio de la banda terrorista es «un paripé». Sólo desde la ingenuidad más absoluta o el espurio interés partidista puede darse crédito a los cantos de sirena del entorno etarra, que sólo buscan sacar tajada de las elecciones y llenar de votos las sacas de Bildu. Y de lo que cabe esperar de Bildu tuvimos ayer una nueva muestra en su negativa a acudir en San Sebastián a la inauguración de la Facultad de Ciencias Gastronómicas presidida por los Príncipes de Asturias, achacándoles que representan «el símbolo de la negación de este pueblo».
Por todo ello, ahora que se convocan oficialmente las elecciones, hay que insistir en que España necesita un Gobierno con un mandato claro de las urnas, un Gobierno que esté respaldado por una amplia mayoría que le permita el margen de maniobra suficiente para superar esta difícil encrucijada histórica
Vía epesimo
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