martes, 18 de enero de 2011

Murcia, ¿Quién ha sido?

SALVADOR SOSTRES

Here comes 'Pepiño' again diciendo ahora que es «intolerable que el PP señale al PSOE» como responsable de la agresión de la que fue víctima el consejero de Cultura de Murcia. Lo que es intolerable es que personajes tan mediocres y tan cínicos como Pepiño Blanco tengan cabida en la vida pública de un país que se pretende serio y honorable. Ni Pepiño ni el PSOE son nadie para dar lecciones de nada que tenga que ver con el juego limpio, con el no tratar al adversario como enemigo.
No hay ni ha habido en España, desde la recuperación de la democracia, partido más chapucero, guerracivilista y prebélico que el socialista. El «¿quién ha sido?» fue un casi golpe de Estado civil. Las sedes del partido político del Gobierno fueron atacadas durante la jornada de reflexión. En Barcelona se lanzaban bolas de caca contra la fachada de la sede del PP en la calle de Urgell.
El PSOE, y muy particularmente el PSOE de Pepiño Blanco -aunque el de Alfonso Guerra y Felipe González no se quedó corto-, ha usado sistemáticamente cada incidente, lacra o desgracia para atacar al PP y para convertirlo en culpable de todo. Con el «¿quién ha sido?» y con el «pásalo» acusaron explícitamente al presidente Aznar de ser el responsable de los atentados de Atocha por su participación en la Guerra de Irak.
Cuando ETA asesinó a Ernest Lluch, la manifestación de repulsa al atentado que tuvo lugar en Barcelona acabó con la lectura de un manifiesto infame por parte de la periodista orgánica Gemma Nierga, a sueldo de Prisa, y aquel «ustedes que pueden, dialoguen» señaló como responsables de los crímenes terroristas a los populares, por su posición política contraria a negociar con asesinos. Al finalizar la lectura del texto, la hoy presidenta del PP de Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, fue agredida por unos manifestantes henchidos de odio después de haber escuchado a Nierga. Durante aquellos años, no fueron pocos los socialistas que, en público y en privado, insinuaban que al PP ya le iba bien que ETA matara porque se beneficiaba electoralmente de ello.
Rajoy y Aznar fueron culpados del desastre del Prestige, y el chapapote fue una mancha que se intentó lanzar contra ellos. Algunos años antes, se utilizó a un dóberman rabioso para simbolizar lo que sería la llegada del PP al poder. Muchos años después, todo un vicepresidente del Gobierno aprovechaba una conversación privada, grabada fraudulentamente en los estudios de Telemadrid y difundida sin ningún tipo de vergüenza por el Grupo Prisa, para insultarme del modo más despreciable. Me pregunto qué sería de Rubalcaba si se publicaran sus conversaciones privadas. Y dado que dijo que le daba «asco» mi gusto por las chicas jóvenes, me pregunto también si el señor vicepresidente tiene que contarnos algo.
Ni Pepiño ni mucho menos el PSOE son nadie para dar lecciones sobre la no utilización política de los distintos aconteceres españoles. Ellos han sido los que más zafia y suciamente han convertido cualquier anécdota, por intrascendente que fuera, en munición para eliminar a sus adversarios.
Si el ministro Blanco quiere fair play, que empiecen él y los suyos practicándolo: un poco de manierismo victoriano. Si no le gusta que le llamen Pepiño, que deje at once de decir tonterías y de molestarnos.

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