jueves, 20 de enero de 2011

El fin de la farsa

SALVADOR SOSTRES

Lo del martes en el Senado fue un despropósito, un circo, algo inconcebible en un país serio. Los países serios tienen suficiente valor para afrontar sus problemas y sus equívocos, sus desencajes, sus tragedias. Pero nada puede esperar del futuro quien se pasa la vida evitando el conflicto y regocijándose en sus heridas más eternas.
Es evidente que no tiene ningún sentido hablar en catalán en España, del mismo modo que tampoco lo tiene que no puedas ser entendido en catalán en Cataluña. Hay una naturalidad de las cosas, y esa naturalidad se vio el martes forzada en el Senado por la falta de agallas del nacionalismo catalán de buscar simbolismos cada vez más estúpidos en lugar de dar la cara por lo que creen, si es que creen en algo.
Si los líderes políticos catalanes quieren pedir algo, que lo pidan. Si tienen algún planteamiento que quieran hacer, que lo hagan. Incluso si tienen alguna amenaza que quieran proferir, que la profieran. Pero que no conviertan en folclore el catalán y lo catalán para disimular su falta de entereza y de coraje. Que no ridiculicen los sentimientos de un país para justificar su inmensa cobardía. Lo del Senado del martes fue humillante, indigno de un pueblo que se llama a sí mismo nación.
Hay que decir también que, de hecho, el Senado no tiene ningún sentido, y que es una cámara completamente absurda y prescindible. Si hay que ahorrar, empecemos por el principio: al fin y al cabo, lo de los traductores es ridículo pero baratillo. Cerremos el Senado y el ahorro será realmente consignable.
Algunos dicen por ahí que CiU es independentista y no es cierto. CiU administra cínicamente este sentimiento, para tensar la cuerda hasta cierto punto. El cierto punto que la justifica como fuerza nacionalista, pero sin llegar nunca al conflicto, porque de cara a Madrid quiere mantener el status quo que también la justifica. CiU no es independentista: CiU explota el merchandising del independentismo, pero luego se queda siempre en la orilla.
La farsa ha llegado hasta tal punto que el patetismo ya no se puede disimular. Se acabó el margen, hemos topado con el límite. Lo que antes era una justificación más o menos plausible ahora se ha vuelto grotesco. PP y PSOE han expresado en este sentido su reflexión, y quieren revisar el sistema autonómico. Cataluña ha de dejar de perder el tiempo con sus baratas insinuaciones y mojarse en favor de su futuro o renunciar a él. De continuar como ahora, la derrota será inminente, y será una derrota justa y merecida, por cobardía.
La culpa de lo que nos sucede es siempre nuestra. La culpa de lo que le suceda a Cataluña será siempre de los catalanes. No se puede hacer la revolución sin romper la porcelana ni cambiar de amor como de camisa sin perder la sonrisa.
Convergència i Unió no puede continuar haciéndose la tonta en medio de una orgía, ni pensar que es más lista que los demás y que va a seguir siempre engañando a todo el mundo. «El tiempo nuestro es ya de despedida», de despedida de España o de despedida de la farsa autonomista para convertirnos en una región más. Y, si no nos despedimos nosotros -por cobardía-, nos despedirán de la peor manera y con los peores modos.
Y la culpa será, como siempre, nuestra.

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